24 de diciembre de 2022

""El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande"

2022. NOCHEBUENA (Misa del Gallo)

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de la primera lectura se realizó en el Evangelio. De hecho, mientras los pastores velaban de noche en sus campos, "la gloria del Señor los envolvió de claridad" (Lc 2,9). En la noche de la tierra apareció una luz del cielo. Esa Luz es la Gracia de Dios "que trae la salvación para todos los hombres" (Tt 2,11); es el amor divino que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría. En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros. Y todo de forma completamente gratuita. Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo.

Se ha manifestado la gracia de Dios, ha recordado Pablo en la segunda lectura. En esta noche nos damos cuenta de que, aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada persona. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: "Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos". Él nos ama y nos basta; en Jesús nos purifica y nos da su Gracia para que nos dediquemos "enteramente a las buenas obras". El amor de Dios es incondicional, no depende de ti, de mí, de nosotros.  Puede que tengamos ideas equivocadas, que hayamos recorrido caminos de oscuridad, sin embargo, el Señor no deja de amarnos. Su amor es fiel, es paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor.

Por eso, en esta noche redescubrimos, en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, "desposándose con ella" para siempre. Nos recuerda el Papa Francisco: "En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, ¡Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!".

Un regalo así, tan grande, merece mucha gratitud. Acoger la Gracia es saber agradecer. Esta es una noche adecuada para acercarnos al sagrario, al establo de Belén, al pesebre, a nuestra familia, a nuestra comunidad… para agradecer y acoger el Don y la Luz que es Jesús, para transformarnos nosotros mismos en Don y en Luz para los demás. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, entregando nuestra vida por amor. "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá; habrás nacido en vano" (A. Silesius).  Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre. ¡Gloria a Dios en el cielo y, en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad"!  Caminemos a la Luz del Señor.  ¡Santa Navidad!. 

9 de diciembre de 2022

"Bienaventurado quien no se escandalice de mi"

2022. III Adv-A- Is 35,1-10/St 5,7-10/ Mt 11,2-11

El evangelio de este domingo, nos presenta a Juan el Bautista en la cárcel, en tensión ante la llegada del Mesías. Una inquietud que le hace enviar a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús por su mesianismo. Un anhelo que el pueblo de Israel y la humanidad ha vivido desde siempre. Estas dudas de Juan sobre Jesús, pueden ayudarnos a nosotros a esperarlo y seguirlo mejor hoy. Cuando nosotros, como Juan, dudamos si Jesús es el que nos habíamos imaginado, y nos abrimos a la respuesta que Él da de sí mismo, avanzamos y pasamos de la duda a la verdadera fe, y nos aparece quien es el verdadero MesíasPorque Una fe que no duda, es una fe dudosa (Cristian Duquoc).

De esta manera, este domingo de adviento nos ayuda a revisar nuestras expectativas mesiánicas a la luz del misterio de la Encarnación del Señor que viene continuamente a nuestras vidas. El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos cercano el mesianismo de Jesús de esta manera: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. Ellos son el rostro de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida real y verdadera hoy. Es lo que recoge el prefacio de Adviento cuando dice: El Señor que viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo reciban en la fe y por el amor demos testimonio de la llegada de su Reino. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Con su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre. En cada vida humana se prolonga este misterio de unión de lo divino con lo humano. En cada vida humana se hace presente el misterio de Cristo. Del mismo modo que la humanidad de Jesús es el sacramento de Dios, su presencia entre nosotros en el desvalido o el enfermo, es el sacramento de Cristo. Esto no nos puede escandalizar, sino todo lo contrario, reconocer la presencia de Cristo allí donde más se beneficia al ser humano, allí donde se cuida del hermano, allí donde el mal retrocede, son signos mesiánicos que estamos llamados a realizar y que son fuente de alegría verdadera.

La alegría ante la cercana venida del Señor es la característica propia de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará de todos nuestros males.  Isaías, el Profeta del Adviento, a quien Jesús le gustaba recordar, nos ofrece hoy una oda a la alegría, con una profecía que se cumple plenamente en Jesucristo curando a los enfermos, resucitando a los muertos y anunciando a los pobres la Buena Nueva. Una Salvación como Liberación. Esto significa para nosotros, que, en medio de todas las crisis, Adviento es un tiempo de alivio; un renacer en la confianza, una alegría ante la belleza de la salvación, porque El Señor viene en persona y nos salva. Y de esta manera, es también un tiempo para llenar los vacíos de nuestro corazón.

El don de la alegría, más que un sentimiento o estado de ánimo pasajero, es un don mesiánico y fruto del Espíritu Santo. Es la alegría del Señor y por el Señor. La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (Papa Francisco).  El Papa nos invita a encontrar en la Palabra y los hechos de Jesús, una fuente de alegría. Que así sea con la Gracia de Dios. 

25 de noviembre de 2022

"Pongámonos las armas de la luz"

. I Domingo de Adviento-A- Is. 2, 1-5; Rom. 13, 11-14; Mt. 24, 37-44

. El tiempo litúrgico del Adviento nos ofrece motivos de esperanza. El profeta Isaías nos lo manifiesta en la visión del Señor que reúne a todos los pueblos en la paz eterna del Reino de Dios. Habla de la esperanza de tiempos nuevos y mejores, entreviéndola en medio de la turbulencia política, económica, social y religiosa que le tocó vivir. Dios no falla, es fiel en su amor y hace posible la vida humana en medio de todas las dificultades. Dos actitudes de fondo:

. "Estad en vela": despiertos, preparados, sin miedo. Atentos a la realidad, la propia y la del mundo. Esto significa tener clara conciencia del valor del tiempo presente, de la vida, de su dignidad y mantener una actitud de vigilancia solícita hasta alcanzar el fin deseado. Esta actitud exige tener los ojos abiertos, cuidar las personas y el mundo con responsabilidad, en disposición de servicio, atentos ante el futuro sin descuidar el presente, abiertos a reconocer la presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos de la historia y a actuar en consecuencia: "Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".

. "Pertrechémonos con las armas de la luz-Pongámonos las armas de la luz", nos dice San Pablo invitándonos a dejar "las actividades de las tinieblas". Es una clara llamada a rechazar toda manipulación de la verdad, toda dominación de unas personas sobre otras, todo lo que nos defrauda, nos decepciona y atenta contra la esperanza; y asumamos claramente las causas de la paz, de las relaciones justas, de la dignidad de todas las personas, de la verdad que nos hace libres, de los valores del Reino de Dios que ya vamos gustando y que fortalecen nuestra espera esperanzada de un Dios que viene a nosotros y desborda todas nuestras expectativas. Caminar en la luz significa vivir en gracia, despojarnos del pecado, iniciar un camino de conversión del corazón hacia el Padre de la misericordia. Las tinieblas son el símbolo de la debilidad del alma, de la falta de esperanza; el día, por el contrario, simboliza la conciencia limpia que busca el bien, la dignidad de la persona, la justicia... la posibilidad de avanzar en la vida nueva que el Señor nos ofrece.

. En "Las armas de la luz" una novela histórica sobre la invasión musulmana en tierras catalanas, de Jesús Sánchez Adaliz, sacerdote y escritor, pone en boca del abat Oliba estas palabras: "Jesús el Señor viene a salvar trayendo la luz y vencerá para siempre a las tinieblas en un combate sin igual…. Hermanos míos la Luz es símbolo de la revelación de Dios y de su presencia en la historia…. Pero el fiel con la ayuda de Cristo, también se vuelve luminoso.  También el fiel justo se convierte en fuente de luz, una vez que se ha dejado envolver por la luz divina, como afirma Jesús: "Vosotros sois la luz del mundo… brille así vuestra luz delante de los hombres". El mismo Jesús se define a sí mismo: "Yo soy la Luz del mundo y quien me siga no camina en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida". Revistámonos pues de las armas de la luz".

 

. La salvación es un regalo de Dios a los creyentes que viven orientados a su voluntad y son capaces de "cambiar" para asumir la vida nueva que Dios ofrece en Cristo. Dios viene a nosotros. La iniciativa es suya. El amor es suyo. La respuesta ha de ser nuestra. El adviento tiene también su cariz penitencial como camino de purificación para llegar al encuentro con el niño de Belén. Los puros de corazón verán a Dios  De ahí que desde lo más hondo de nuestro corazón repitamos durante el Adviento la plegaria decisiva: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

18 de noviembre de 2022

"Soy rey"

2022. CRISTO REY -C- 2 Sam 5, 1-13/Col 1, 12-20/Lc 23, 35-43

.  Jesús que dice a Pilato: "Soy rey". Impacta su determinación, su valentía, su libertad suprema. Ha sido arrestado, llevado al pretorio, interrogado por quien puede condenarlo a muerte. En semejante circunstancia hubiera podido dejar que prevaleciera el derecho natural a defenderse, quizá buscando "arreglar las cosas", pactando una solución de compromiso. En cambio, Jesús no escondió la propia identidad, no camufló sus intenciones, no se aprovechó de un resquicio que Pilato le dejaba abierto para salvarlo.  Con la valentía de la verdad respondió: "Soy rey".

Asumió la responsabilidad de su vida: he venido para una misión y llegaré hasta el final para dar testimonio del Reino del Padre. Dijo: «Para esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37). Jesús es así. Vino sin dobleces, para proclamar con la vida que su Reino es diferente de los del mundo, que Dios no reina para aumentar su poder y aplastar a los demás, que no reina con los ejércitos y con la fuerza. Su Reino es de amor; "yo soy rey", pero de este reino de amor,  de quien da la propia vida por la salvación de los demás.

. El P. Maximiliano Kolbe asesinado en 1940 en el campo de concentración de Auschitz al ofrecer su vida a cambio de la de un padre de familia que iba a ser ejecutado, había escrito respecto a la fiesta de hoy: "Jesús no dijo "no" cuando Pilatos le preguntó si él era rey. Solo dijo que su reino no era de este mundo. Sabemos que los reinos de este mundo se basan en el poder. Un reino del mundo, que repose sobre el amor, es muy difícil de encontrar. El reino de Cristo está fundado sobre algo más profundo, sobre el amor, y llega hasta el alma y penetra en las voluntades. Por eso no es un reino que oprime. Jesús atrae las almas hacia sí por medio del amor".

La Palabra nos recuerda que:

. el Reino de Cristo es profundamente humano, se dirige al hombre, llega hasta el alma, por eso es un reino que no oprime, un reino de libertad; en él no hay cetros, ni joyas, ni títulos honoríficos, ni coronas doradas, pero está siempre el hombre que vale mucho más que todos los cetros. La fiesta va dirigida a los corazones: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino". "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso".

. el Reino de Cristo no ofrece un régimen político ideal, sino que forma personas capaces de concebir mejores regímenes y sobre todo, capaces de comprometerse en la lucha por la justicia y el bien común: "Yo estoy en medio de vosotros como Aquel que sirve". Es un mensaje que va contracorriente. No se trata de ir contra alguien -que es la tentación de todos los días-, como hacen los victimistas que siempre cargan la culpa sobre los demás, sino de seguir las huellas de Jesús. Él nos enseña a enfrentarnos al mal con la única fuerza mansa y humilde del bien. Sin atajos, sin falsedad, sin doblez... hasta la cruz.

. Jesús es el centro de la historia, pero su reino no es de este mundo ni se construye con la espada, ni con el poder, ni con el dinero. Su Reino se construye con la entrega, la generosidad y la sencillez de vida; desde la Cruz ("Servir es reinar")

 

El Reino de Cristo se recibe como regalo; se instala en la vida de los hombres, pero no es un árbol ya hecho, sino una planta que crece. Por eso, los cristianos rezamos y pedimos que venga su Reino a nuestro mundo y vida; venga tu reino de amor entre los esposos, padres e hijos, hacia los más necesitados de atención, cariño, ayuda, ternura... guerra, terrorismo, violencia; lo pedimos y lo realizamos en la medida de nuestras posibilidades... No nos desanimemos en esta lucha. La flaqueza de la Cruz es la fuerza y el poder de Dios. San Pablo: "Por la sangre de la Cruz Dios reconcilió consigo todos los seres". Que así sea con la Gracia de Dios.

11 de noviembre de 2022

"Que nadie os engañe..."

2022. XXXIII TO-C- Mal 3, 19-20 (4,1-2) / 2Tes 3, 7-12 / Lc 21, 5-19

 

A punto ya de terminar el año litúrgico la Palabra, con un lenguaje apocalíptico, lleno de símbolos, nos describe con una serie de imágenes la etapa final de la historia (falsos profetas, guerras, persecuciones, destrucción, hambre…). 

Jesús en sus palabras del Evangelio, insinúa la caducidad de las cosas de este mundo que pasa, incluso de aquellas que consideramos más sagradas, como era entonces el caso del templo de Jerusalén y el poder que representaba.  Viene a recordarnos que sólo hay algo que permanece siempre: la verdad y, ésta, es inseparable del amor. Las palabras de Jesús no pasan. Ellas son verdad, y son la expresión del amor más fuerte que la muerte. Cuando todo se hunde, solo la verdad y el amor permanecen. Sin embargo, con frecuencia ponemos toda nuestra energía y dedicación en apropiarnos de lo perecedero. Nos equivocamos en la valoración de la realidad. Jesús nos invita a poner el corazón en lo importante, en lo que no pasa, en lo eterno, en Dios. Lejos de desentendernos de las cosas de nuestro mundo, las valoramos justamente cuando las ponemos al servicio del reino de Dios; sólo así estarán de verdad al servicio de la humanidad.

Jesús recomienda: "Que nadie os engañe… no vayáis tras ellos". Él no huyó nunca de la vida y de sus dificultades. Incluso en los momentos más críticos y decisivos se mantuvo fiel: "Padre no se haga mi voluntad sino la tuya".  El mismo libro del Apocalipsis se refiere a Jesús como "el testigo fiel". Por eso la pregunta: "¿cómo esperar el fin?".  Si actuamos confiados en la promesa de Dios, que ante la inminencia de un fin terrenal existe un futuro salvífico, tanto la paz como la tranquilidad han de embargar nuestro interior. También el profeta Malaquías en la primera lectura habla de este final: "pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas".

Sean cuales fueren las situaciones adversas, tanto las propias de la inmanencia y caducidad del mundo como las que vienen derivadas del seguimiento de Jesucristo, todas son ocasión para dar testimonio. Vivir la vida acogiendo su causa conlleva también acoger su destino. Por esto, si bien habrá persecuciones, cárcel, traiciones y muerte, la promesa de la salvación es más real. Esta promesa despierta la confianza de los discípulos, incluso ante la posibilidad de desastres naturales o la probabilidad de sufrimientos por la causa del Reino. Jesús promete que "ni un cabello de vuestra cabeza caerá… con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas".

Pero, cuidado con confundir serenidad y confianza  con no hacer nada, denuncia que expresa la segunda lectura, debido a que, en la comunidad de Tesalónica, ante la inminencia del fin su decisión fue la de "sentarse a esperar". La espera confiada en las promesas de Dios no excluye el compromiso cristiano, no significa "huir" de la vida con todo lo que la vida es y significa, todo lo contrario, lo potencia; no hay que caer en el miedo que paraliza; es necesario mantener la responsabilidad en el presente y construir, en positivo, lo que de nosotros dependa.  Es la seguridad que tenemos no sólo en el final prometido sino en el camino propuesto: el seguimiento del Señor. Que todo sea ocasión para dar testimonio de nuestra opción acogiendo la causa del Señor, testimonio de santidad que es el más convincente. Que así sea con la Gracia de Dios.

4 de noviembre de 2022

"... porque para Él todos estamos vivos"

2022. DOMINGO XXXII TO -C-  2Mac 7,1-2.9-14/Tes 2,16-3,5/Lc 20,27-38 -II

Celebrábamos hace apenas tres días la Memoria Litúrgica de los Difuntos y hoy la Palabra nos invita de nuevo a reflexionar sobre el misterio de la resurrección de los muertos. Este anuncio lo es de una esperanza cierta; está fundado en la misma fidelidad de Dios: "Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos". Él es el Viviente, la fuente de toda existencia.

Ya en el Antiguo Testamento fue madurando progresivamente la esperanza en la resurrección de los muertos. Hemos escuchado un elocuente testimonio de esa esperanza en la primera lectura, donde se narra el martirio de los siete hermanos en tiempos de la persecución desencadenada por el rey Antíoco Epífanes contra los Macabeos y los que se oponían a la introducción de las costumbres y los cultos paganos en el pueblo judío. Estos siete hermanos afrontaron los sufrimientos y el martirio, sostenidos por la exhortación de su heroica madre y por la fe en la recompensa divina reservada a los justos. Como afirma uno de ellos, ya en agonía: "Es preferible morir a manos de hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará".

En tiempos de Jesús, como en los nuestros, hay personas que creen en la resurrección y personas que creen que, con la muerte, todo termina en la nada.  Frente a esta cuestión Jesús se sitúa, como en tantas otras ocasiones, en una "perspectiva diferente" a los esquemas de este mundo temporal: Dios es un misterio insondable que no podemos abarcar, pero es, al mismo tiempo, un Dios personal, que ama la vida, a quien no le somos indiferentes, cuya fidelidad con nosotros va más allá de la muerte. Respondiendo a los saduceos, se apoya en lo que constituye el núcleo de la revelación bíblica del Antiguo Testamento: el vínculo de amistad que Dios estableció con los patriarcas, un vínculo tan fuerte que ni siquiera la muerte puede romper. Su mismo nombre es: Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob; no es Dios de los muertos, sino de los vivos, porque para él todos están vivos.

Es verdad que la muerte cierta y la vida después de la muerte es uno de los grandes interrogantes que atraviesan la historia y está presente en todas las culturas y civilizaciones. Con sufrimiento experimentamos y sentimos angustia ante una vida que llega a su fin. Es profundamente humano. Pero desde la íntima experiencia de unión con Dios, Jesús nos manifiesta que el interés de Dios por la humanidad no es algo limitado a un determinado periodo de tiempo. Dios nos ama siempre, ofreciéndonos la vida eterna como horizonte y plenitud de nuestra historia personal y coronación de su obra creadora en nosotros. Esto no estará a nuestro alcance hasta que vivamos el "paso" de la muerte, condición indispensable para este nuevo nacimiento. A la luz de la fe, la tragedia de la muerte no significa el fracaso de una vida, sino el comienzo de su plena realización, por eso el cristiano "no teme" la muerte.

La sociedad contemporánea parece haber perdido el horizonte de un posible futuro después de la muerte; es evidente que muestra poco interés por la vida eterna; le preocupan más las realidades de este mundo en las que, justamente, se siente profundamente implicada. Sin embargo, en el corazón humano no se apaga ese deseo profundo de permanencia, ese anhelo de que las experiencias más bellas y gratificantes de la vida no tengan un límite de tiempo; el horizonte de la vida terrena se antoja demasiado reducido para llenar sus aspiraciones.

No olvidamos que la esperanza en el Dios de la vida se manifestará en cómo afrontamos el presente. Fe en la vida eterna   no es una invitación a desviar nuestra atención y compromiso del aquí y ahora, permaneciendo paralizados y vueltos hacia un futuro que no sabemos cuándo llegará. Más bien nos urge a llenar nuestro presente con un significado nuevo, comprometiéndonos con nuestros hermanos a crear un ambiente más humano y fraterno. Por eso, termino con las palabras de San Pablo: "El Señor os dé fuerzas para toda clase de palabras y obras buenas". Que así sea con la Gracia de Dios.  

29 de octubre de 2022

¨Hoy ha entrado la salvación en esta casa"

DOMINGO XXXI TO -C- Sb 11, 23-12, 2/2 Ts 1, 11-2, 2/Lc 19, 1-10-II

Zaqueo, publicano y pecador, siente algo dentro de sí que le atrae hacia Jesús y hace cuanto le es posible por acercarse a él. La mirada de Jesús lo descubre en el sicomoro donde se ha instalado para observar la escena y es capaz de leer ese algo nuevo que está naciendo en su corazón. Alzando la vista le dice: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa (Lc 19, 5).

La iniciativa es de Jesús y se produce porque hay disponibilidad en la persona de Zaqueo. El encuentro con Dios es a la vez gracia y culminación de una búsqueda más o menos consciente por parte del hombre. Zaqueo acoge con gozo la oportunidad que se le brinda de recibir en su casa al Maestro de Nazaret, ignorando aún las consecuencias que resultarán de esta aventura: Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría (v.6). Más tarde, en la intimidad, descubrirá en la persona de Jesús la gratuidad del amor de Dios hacia él. Un amor y una misericordia mucho más grandes de lo que él se habría atrevido a imaginar.

El texto emplea el adverbio de tiempo "hoy" que sirve al Evangelio para indicar la actualidad de la salvación que Dios ofrece y realiza continuamente. Recordemos que a los pastores que vigilan el rebaño en Belén durante la noche, los ángeles anuncian: Hoy os ha nacido un salvador; a los habitantes de Nazaret que le escuchan leer el famoso pasaje de Isaías, Jesús les dice; Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Por fin, al buen ladrón le asegura que "hoy "estará con él en el paraíso. Dios, en su misericordia, ofrece la gracia de la salvación a quien lo necesita y se deja interpelar.

Jesús se aparta temporalmente de una muchedumbre entusiasta que le aclama en Jericó para dedicarse solo a Zaqueo a quien, como hace el Buen Pastor, busca en su propia casa, dejando las noventa y nueve ovejas del rebaño para ir a buscar la perdida, porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. (v 19). Entra en casa de Zaqueo sin temor a comprometerse, o escandalizar. Su misión es hacer presente en medio de los hombres la misericordia de Dios que quiere la conversión y la salvación de todos sin exclusión. Jesús nos enseña que el amor a Dios se manifiesta haciendo camino con nuestros hermanos, compartiendo amor y misericordia, haciendo nuestras las palabras: hoy la salvación ha entrado en esta casa.

La entrada de Jesús no le contamina; por el contrario, Jesús "contagia" a Zaqueo la salvación, porque donde entra el Salvador entra la salvación. Por eso Zaqueo, sorprendido por este amor gratuito e incondicional, le recibe «muy contento». Y cambia de vida. Sin que Jesús le exija nada, ni tan siquiera le insinúe. Ha sido vencido por la fuerza del amor. El que los fariseos daban por perdido –hasta el punto de no acercarse a él– ha sido salvado. Pues Jesús ha venido precisamente para eso: «a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Su sola presencia transforma. En la medida en que les dejes entrar en tu vida irás viendo cómo toda ella se renueva.

El publicano y pecador Zaqueo se convierte en  discípulo que, sin dejarlo todo como hacen otros discípulos de Jesús, permanece en su mundo habitual, dando testimonio de un estilo distinto de vida, según el evangelio. Ya no más la ganancia por encima de todo, sino la justicia (devolveré el cuádruplo); el compartir con quien lo necesita (daré la mitad de mis bienes a los pobres). Está el discípulo que deja todo por el evangelio y el discípulo que vive la radicalidad continuando en el ambiente al que pertenece. La experiencia de Zaqueo nos enseña que la conversión evangélica es contemporáneamente conversión a Dios y a los hermanos. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

21 de octubre de 2022

"Oh Dios, ten compasión de este pecador"

2022. DOMINGO XXX - TO -C- Ecl 35, 12-18/2 Tim 4, 6-8.16-18/Lc 18, 9-14

Comparto dos ideas "tomadas" del Papa Francisco en su reflexión sobre la Palabra:

. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal, de su vanidad. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre en verdad se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16).

A la luz de esta Palabra, podríamos preguntarnos: ¿cómo es nuestra oración? Algunos rezan, seguro, pero otros preguntan ¿cómo se hace? Se hace como el publicano: humildemente, delante de Dios. Cada uno se deja ver del Señor y le pide su bondad, que venga a nosotros. Y esto también en familia porque la oración es personal, sí, pero también en familia, en comunidad… hay que encontrar el momento ciertamente, pero lo esencial es la actitud de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y todas las familias tenemos necesidad de Dios: todos, todos. Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez para rezar en familia. Rezar juntos el «Padrenuestro», alrededor de la mesa… rezar juntos el Rosario es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar también el uno por el otro: el marido por la esposa, la esposa por el marido, los dos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos... Esto es rezar en familia: orar la fortalece.

. La segunda lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice: «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, ha aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.

También aquí, podemos preguntar: ¿De qué manera, personalmente y en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero "esta carrera" puede ser también la carrera de la fe. Las familias cristianas son familias misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe. Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días.

Domund 2022: "Seréis mis testigos". 

15 de octubre de 2022

"...¿encontrará esta fe en la tierra?"

XXIX TO -C- Ex 17, 8-13 / 2 Tim 3, 14-4, 2 / Lc 18, 1-8

 

Objetivo de la parábola: "Enseñarles que hay que orar siempre" y dos personajes extremos: un juez "que no teme a Dios", corrupto y una mujer, viuda, indefensa sin protección ni jurídica ni económica. El razonamiento es sencillo: si hasta el juez sin escrúpulos oye a quien nada cuenta ni importa en la sociedad cuánto más Dios nos atenderá a nosotros, que somos sus hijos.  La primera lectura, presentado a Moisés, como modelo de oración de intercesión, refuerza la necesidad de la oración que siempre será eficaz, aunque la acción de Dios no sea inmediata.

 

Escribe San Agustín "la fe es la fuente de la oración, no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua". Es decir, quien pide es porque cree y confía. Pero, al mismo tiempo la oración alimenta nuestra fe, por eso le pedimos a Dios que "ayude nuestra incredulidad".   La oración nace de la fe y alimenta la fe, por ello, es tan necesario recuperar la oración personal, familiar, comunitaria... para mantener la llama encendida y seguir creyendo y experimentando que "Todo es posible para el que cree". Nos dice san Pablo que la Palabra, recibida de Dios y leída con fe, nos educa en la virtud y nos capacita para buscar y obrar el bien, orienta nuestras opciones en la vida.

 

Fe y oración se alimentan mutuamente. Confiar en el Señor, escuchar su Palabra, dialogar con él, cultivar la amistad es una tarea permanente para no desfallecer en el camino de la vida, para perseverar en el camino, confiar siempre… La fe, la oración…  no son discursos alejados de lo concreto, de la vida de cada día, del ahora mismo. De hecho, para los creyentes, fe y oración son puntos de apoyo firmes en los que apoyar nuestras opciones morales, éticas, los principios que determinan las opciones prácticas que, a todos los niveles, tomamos en la vida.

En nuestro caminar cristiano, al igual que el pueblo Israel en su peregrinar hacia la tierra prometida, tenemos que enfrentarnos con muchos obstáculos y combatir tantas seducciones engañosas y disfrazados de existo y felicidad, desviándonos así del camino que Dios nos invita a seguir.  Para la perseverancia y la victoria en nuestro combate, Jesús nos dejó un arma poderosa: la oración sin desfallecer, que nos conforta y revitaliza en todo momento, que despierta nuestra alma y nos impulsa con una fuerza siempre renovada. Es evidentemente que la oración que no nos quita los obstáculos del camino, sino que nos da la fuerza para superarlos. La oración fortalece nuestra esperanza.

Resuena en el corazón la invitación de san Pablo: «Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos —y también te juzgará a ti —, te conjuro por su venida en majestad: proclama la Palabra» (2 Tm 4, 1-2). ¡Proclama la Palabra!. Permanece en lo que aprendiste y creíste… haciendo todo lo posible para que, cuando venga el Hijo del hombre, pueda encontrar fe en la tierra. Que así sea con la Gracia de Dios. 

24 de septiembre de 2022

"... practicando la justicia, la paciencia, la mansedumbre...".

. Celebramos hoy la solemnidad de la Merced, aquí en Barcelona y, aunque las lecturas son del domingo permitidme que comience recordando a nuestra madre, bajo la hermosa advocación de "Merced". Este año precisamente ha sido restaurada la imagen de la Virgen, talla del siglo XIV, y ha vuelto al camarín de la basílica.  La renovación de  la imagen es una invitación a renovar también nuestra vida, a crecer en la devoción de nuestra Madre que nos  trae a Cristo y nos lleva hacia Él.

. No es bueno ni inteligente la ruptura de las tradiciones, el olvido deliberado de los valores del pasado. El papa Francisco, en el VII Congreso de líderes religiosos de Kazakhstan, recordó que no hay que "descuidar los vínculos con la vida de quienes nos han precedido, también por los medios tradicionales que permiten valorar lo que se ha recibido como herencia…". En este sentido, las tradiciones religiosas, las religiones, no son problemas sino parte de la solución para una convivencia más armónica.

. No hay duda del origen religioso de esta fiesta: la Misa (Ofici), los gozos, la procesión, los diablos…. Forman parte de esta tradición que nace y se entiende desde la fe; silenciarlo es pura ideología que trata de romper los vínculos religiosos… de hecho, si celebramos La Mercè es por "algo" se inició en el siglo XII, por iniciativa de S.  Pere Nolasco, bajo el manto de María, llena de Misericordia y este "algo" fue la redención de los cautivos. Una redención de permanente actualidad porque siempre necesitamos ser liberados de toda forma de esclavitud, especialmente del pecado.

. María, además, nos dejó su testamento en las palabras de las Bodas de Caná: "Haced lo que Él os diga" y hoy el Señor, con la parábola del evangelio, con imágenes populares de su tiempo, nos dice que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres; que la riqueza no garantiza la seguridad ni la salvación; que la dureza del corazón y la indiferencia son una ofensa grave a la dignidad de la persona, "el peor mal del mundo", como decía santa madre Teresa de Calcuta o, en palabras del papa Francisco: "Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia".

. Como el profeta Amós, en la primera lectura, Jesús viene a decirnos una vez más que nadie puede salvarse solo, que nadie puede prescindir de los demás, que todos necesitamos de todos; que no podemos ser hijos de Dios, si no somos hermanos de los hombres, hijos de un mismo Padre Dios, sensibles al sufrimiento ajeno, sin evitar el contacto, la palabra, la cercanía que nos haga superar el egoísmo brutal en el que, en ocasiones, nos movemos. Que la perdición es encerrarse en los propios bienes, insensibles, indiferentes a la compasión, incapaces de mirar y ver al "otro" que está a nuestro lado.

 

. Y la parábola enseña también, sin condenas, que no podemos buscar excusas para creer y convertirnos, diciendo que necesitamos una evidencia, un signo contundente que se imponga ("Que resucite un muerto"- "Que Dios elimine la injusticia"). Nunca lo tendremos. Pero si lo hubiera, no sería para nuestro bien. Porque nuestra adhesión a Dios no sería un acto libre, y por eso tampoco sería un acto digno de un hombre, ni digno de los hijos de Dios. La fe, "se propone, no se impone" (S. Juan Pablo II) y quien es capaz de abrir el corazón a los demás es capaz de leer signos de la presencia de Dios, de la esperanza en la vida de cada día....

. San Pablo nos anima a vivir: "practicando la justicia, la delicadez, la paciencia, mansedumbre…".   Que así sea con la Gracia de Dios.

17 de septiembre de 2022

"El que es fiel en lo poco..."

DOMINGO XXV TO -C- 1 -  Am 8,4-7/1 Tim 2, 1-8/Lc 16,1-13

 

. "La vida a nadie se le ha dado en propiedad sin a todos en administración". Séneca. Para un cristiano la vida es un don, un regalo que se nos ha dado para ponerlo al servicio del bien común, de los hermanos, de la creación… con los medios necesarios. Lo que somos, lo que tenemos es un regalo; lo recibimos desde la generosidad para darlo también desde la generosidad.

 

. Esta conciencia de ser administradores libres, no dueños, nos lleva a realizar opciones importantes en la vida: honradez/injusticia, fidelidad/infidelidad, egoísmo/altruismo, bien/mal… y es que, nos dice Jesús: "No se puede servir a dos señores".   Con frecuencia en nuestro manejo del dinero, de los recursos naturales, "nos servimos de Dios y servimos al dinero". Lo correcto sería lo contrario "Servir a Dios, sirviéndonos del dinero". El que es hábil (sagaz) para crear riqueza lo ha de realizar para servir al ser humano. No servirse del ser humano para acrecentar sus riquezas. Sólo a Dios, y en su nombre y para su gloria y la de los hombres, servirnos de todo lo demás,  con honestidad.

 

. Por ello o nos situamos en la lógica perversa del lucro, la mentira, la explotación (Amós, llamado  el "Profeta de la justicia social", ya denuncia en su tiempo con críticas muy duras algo que se sigue dando entre nosotros…) o en la lógica de la honradez, compartir, solidaridad…, dignidad de la persona, del bien. En ambos casos es necesario "ser astutos", de hecho, Jesús alaba al administrador infiel que se busca la vida, no por lo que hace que está mal, sino por la astucia rápida para prepararse el futuro, una astucia que debemos tener también quienes queremos hacer el bien y ser honestos, sencillos, transparentes… "los hijos de las tinieblas en sus cosas son más listos que los hijos de la luz".

 

. El Papa Francisco recuerda en "La alegría del evangelio" (2013) que: "La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética —una ética no ideologizada— permite crear un equilibrio y un orden social más humano".

 

. "Quien es fiel en lo poco lo es también en lo mucho". Qué importante es estar atentos a los pequeños detalles, a aquello a lo que quizás no damos mucha importancia pero que va configurando nuestro pensamiento y nuestro corazón para cosas y situaciones más importantes. Las grandes fidelidades y compromisos se fraguan en las pequeñas acciones y decisiones. Para ello es necesario descubrir el valor de la honradez que nos hace libres y, aunque sin mucho ruido, transforma nuestro entorno.

 

. San Pablo nos recuerda hoy que la oración de la comunidad cristiana debe ser universal pues a todos los hombres, especialmente los que rigen los destinos de los pueblos de los que depende en buena parte el bienestar de todos, deben alcanzar la única salvación ofrecida por Jesucristo. Ojalá, sin ira ni división en el corazón, podamos alzar las manos limpias en una oración confiada y sincera a Dios por todos los hombres y mujeres nuestros hermanos. Que así sea con la Gracia de Dios.

3 de septiembre de 2022

"Los hombres se salvaron por la sabiduría"

. XXIII TO –C- Sab 9, 13-18 / Fl 9b-10.12-17 / Lc 14, 25-33

El texto del libro de la Sabiduría comienza con una pregunta: ¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?  Y concluye con la afirmación categórica: Los hombres… se salvaron por la sabiduría. Es una oración alabando la sabiduría de Dios e pidiéndola para el conocimiento humano. Es una buena pista para que recorramos el camino de nuestra vida según la sabiduría de Dios, destinada a ser guía segura de vida y de salvación. Ahora bien, tal sabiduría no se refiere al conocimiento de verdades abstractas, sino que se concretiza en la persona de Jesucristo, de quien afirma san Pablo que Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,24).

Así, pues, ¿quién mejor que el mismo Jesucristo para enseñarnos la verdadera sabiduría? Nos pide disponibilidad total para ser sus testigos al precio que sea necesario. Por eso, con todo el realismo del mundo, sin engañar a nadie con falsas promesas, nos deja libertad de elección, pero nos advierte de las dificultades y exigencias del seguimiento. La clave está en entender que el discípulo no es aquella persona que ha dejado algo, sino que ha encontrado a "Alguien" y este encuentro hace que pase a segundo lugar todo lo demás. Todo se mira desde la perspectiva de la mirada de Jesús y todo así adquiere su verdadero valor. A los que le tienen confianza, Él le devuelve cien veces más.

No es ciertamente fácil por eso el Señor nos pone dos ejemplos de sentido común:  ver los pros y los contras ante un determinado proyecto: construir una torre o entrar en batalla de quien le ataca con un mayor número de soldados. Hay que asentar sólidamente cualquier decisión y hay que hacerlo con la libertad interior suficiente, es decir, con sabiduría: "Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío" (v. 33). Y recordamos que la renuncia no se hace porque los bienes no sean buenos sino porque todo, familia, bienes…, se entienden y viven con mayor plenitud, desde al amor a Dios, especialmente manifestado en las personas amadas y cercanas de nuestra familia y nuestra vida y en toda la creación.

En este mismo pasaje del Evangelio, Jesús nos recuerda también la prueba del verdadero amor por él: "cargar con la propia cruz". Asumir la propia cruz no significa buscar sufrimientos. Cristo tampoco se puso a buscar su cruz; en obediencia a la voluntad del Padre la cargó sobre sí cuando los hombres se la pusieron a espaldas, transformándola con su amor obediente de instrumento de suplicio en signo de redención y de gloria. Jesús no vino a aumentar las cruces humanas, sino más bien a darles un sentido. Con razón, se ha dicho que "quien busca a Jesús sin la cruz, encontrará la cruz sin Jesús", es decir, de todos modos, encontrará la cruz, pero sin la fuerza para cargar con ella. 

 

Todo nace del amor a Jesús y de la pasión por la construcción del Reino. Se espera que nosotros seamos sensatos para tomar en consideración lo que el Señor nos dice y repite, ofreciéndonos adentrarnos en la verdadera sabiduría, la que nos conduce a la salvación. "Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato", hemos rezado en el Salmo. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

29 de julio de 2022

"Necio, esta noche te van a reclamar el alma..."

DOMINGO XVIII TO -C- 2 Rey 5,14-17/2 Tim 2,8-13/Lc 17,11-19 - II

 

Nadie duda de que los bienes no aseguran la vida… es algo evidente y que la experiencia nos muestra cada día.  Por eso la parábola va más allá de esta constatación y nos enseña que la cuestión de fondo es que el rico piensa que puede hacerse y ser autosuficiente en todo, incluso en su propia vida.  Y esto es un tremendo error.

Quien reúne tesoros "para sí mismo", quien se cree "el centro absoluto de la vida"; quien se mueve con la ambición y la vanidad de poseer solo para sí mismo… acabará en el vacío y la nada porque todo lo que no se da, se comparte… se pierde en el olvido.

 

Jesús siempre recuerda el valor de las cosas en su justa medida y, por ello, la libertad frente a esas mismas cosas a las que no hemos de dar el corazón. Son medios para vivir dignamente y compartir.  Cuando se convierten en algo absoluto, en idolatría y se busca solo poseer más, acumular, almacenar… pierden su sentido de "medios" que nos ayudan a ser mejores personas, a humanizar nuestras relaciones.  Al "necio, que.  vive con honores, pero sin entendimiento" (Salmo 49, 20), Jesús recuerda: "esta noche te exigirán la vida ¿Y lo que has conseguido de quién será?". 

Siguiendo el consejo de Pablo a los Colosenses, no nos dejemos engañar. Cada día podemos hacer un cierto esfuerzo por ir despojándonos de la vieja condición humana, para avanzar en una vida nueva, revestidos a imagen de Cristo. Él, siendo rico, sí que se hizo pobre para hacerse como nosotros, acercarse a nosotros, y darse totalmente para abrirnos a la vida plena y verdadera. Por ello no renunciemos a las cosas importantes: las relaciones humanas, la familia, la amistad, la solidaridad, etc.  hacerlo es vivir con autenticidad, libres de la siempre presente tentación de la "vanidad" o la mera apariencia.

Hay personas que logran encarnar estos valores irrenunciables. Hoy quiero recordar a san Ignacio de Loyola, cuya memoria litúrgica se celebra el día 31, mañana, coincidiendo este año con la conclusión de la celebración de los 500 años de su conversión. Herido de bala en la defensa de Navarra se dedicó a la lectura de la Vida de Cristo y de los santos (no tenía libros de caballería que eran los que le gustaban). Vivió una experiencia transformadora que le hizo ver de un modo nuevo la vida. Fracasó en sus planes de este mundo (noble, caballero, poder, riquezas, gloria…) y los cambió por sueños más grandes centrados en Dios, no en él…

Cerca de Manresa, camino de Barcelona para ir a Jerusalén, tras confesarse y cambiar de indumentaria en Montserrat, se consagró a la Virgen. En Manresa visita los enfermos, pide a las puertas de las Iglesias, se dedica a la oración y escribe los Ejercicios Espirituales que tanto han influido en la historia de la espiritualidad hasta el día de hoy.  Ignacio peregrino, no busca la seguridad en los bienes, descubre a Dios en las criaturas. Estudia teología en Alcalá, Salamanca, París y Roma; funda la Compañía de Jesús…  Muere el 31 de julio de 1556.

 

Algunas de sus frases:

. "El examen de conciencia es siempre el medio mejor para cuidar el alma"

. "Quien evita la tentación evita el pecado"

. "En todo amar y servir"

. "Todo para mayor gloria de Dios. AMDG". 

22 de julio de 2022

"Padre nuestro..."

. XVII TO – C- Gén 18, 20-21.23-32 /Col 2, 12-14 /Lc 11, 1-13 -III

 

.  Después de las enseñanzas de Jesús sobre la misericordia (el Buen samaritano), la escucha (Marta y María) hoy nos enseña el valor de la oración. La petición nace de los discípulos: "Ensénanos a orar"; ellos al ver en tantas ocasiones al Señor en oración, que suarda ese momento esencial para alimentar su relación con Dios Padre:  en el desierto, en la noche, la madrugada… sienten la necesidad de practicar lo que Él mismo experimenta en su persona: esa relación de filial confianza con Dios a quien llama: Padre-Abba.…

 

. Jesús les responde enseñándoles el Padre nuestro que es como una síntesis del evangelio, un compendio de sus enseñanzas: se reconoce la paternidad universal de Dios y  su Santidad, se pide la venida del Reino y la capacidad de aceptar su voluntad como norma suprema de la vida  y del mundo; que no nos falte  el fruto del trabajo diario para sustentar nuestra vida en la justicia, que haya en cada uno  y en la relación con los demás un espíritu de permanente reconciliación, que tengamos la fuerza para luchar y no caer en la tentación de mil formas nos acecha  para no aceptar su paternidad y nuestra filiación y, con cuánta  fuerza y perseverancia pedimos, que nos libre de todo mal.

 

. En nuestra debilidad humana el Espíritu es la fuerza para reconocernos hijos de Dios y hermanos, para interceder unos por otros… El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad para no desfallecer en la oración, en la intercesión por todos (como Abraham), en la acción de gracias en todo momento. Dios nos proveerá ‒a su modo‒ lo que le pedimos, nos dará ‒a su modo‒ lo que buscamos y nos abrirá ‒a su modo‒ las puertas de su Reino de Amor.

. Santo Tomás de Aquino, en su comentario al padrenuestro, nos dice que el padrenuestro es la oración principal porque es la que nos enseñó el propio Jesucristo. En ella se dan de manera perfecta las cinco cualidades que deben existir en toda oración: Confianza en Dios, a quien podemos dirigirnos como Padre gracias a Jesucristo; rectitud, pues nos indica qué es lo que debemos pedir a Dios; orden, al referirse a lo que es fundamental; devoción verdadera, que brota de la caridad perfecta hacia Dios y el prójimo y humildad, al reconocernos necesitados de Dios.

. En este domingo la Iglesia, a las puertas de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, celebra la II Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, bajo el lema: "En la vejez seguirán dando frutos". Instituida por el Papa Francisco, es una ocasión extraordinaria para recordar que «la ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado», sino que «es una estación para seguir dando frutos». Como recoge el mensaje del Pontífice para este día, en nuestra «cultura del descarte» conviven la tentación de «exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes» con la de vivir «sin ilusión», resignados. Pero la «larga vida» es «una bendición», asevera, y «los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia», sino verdaderos «signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia». 

. En primera persona, a sus 85 años de edad y con grandes dolores de rodilla que no le impiden viajar a Canadá para encontrarse con los pueblos indígenas, el Papa alienta a llevar «una ancianidad activa», con una especial preocupación por la relación con Dios y con los demás, y así a ser partícipes de la «revolución de la ternura». Igual que en otras ocasiones, subraya que no nos salvaremos solos y que no hay realización posible en el enfrentamiento, incidiendo en que los mayores supieron hacerse cargo de los demás y en que deben «ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles». Es esa revolución del cuidado y de la ternura que tantas veces nos recuerda. Que así sea con la Gracia de Dios. 

15 de julio de 2022

"Marta, Marta..."

. El Evangelio de hoy nos recuerda, que la sabiduría del corazón reside precisamente en saber conjugar estos dos elementos: la contemplación y la acción. Marta y María conviven en nosotros de forma inseparable. Si queremos disfrutar de la vida con alegría, debemos aunar estas dos actitudes: por un lado, el "estar a los pies" de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de cada cosa; por otro, ser diligentes y estar listos para la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro un amigo que necesita un momento de descanso y fraternidad.

. María se pone a los pies de Jesús. San Lucas muestra la actitud orante del creyente, que sabe cómo permanecer en la presencia del Maestro para escucharlo y estar en sintonía con Él. Se trata de hacer una parada durante el día, de recogerse en silencio, unos minutos, para dejar espacio al Señor que "pasa" y encontrar el valor de quedarse un poco "separado" con Él, para volver luego, con serenidad y eficacia, a las cosas cotidianas. Elogiando el comportamiento de María, que "eligió la parte buena" (v. 42), Jesús parece repetirnos a cada uno de nosotros: "No te dejes llevar por las cosas que hacer; escucha antes que nada la voz del Señor, para desempeñar bien las tareas que la vida te asigna".

.  Marta, dice, San Lucas, que fue la que hospedó a Jesús (ver el versículo 38). Tal vez Marta era la mayor de las dos hermanas, no lo sabemos, pero ciertamente tenía el carisma de la hospitalidad. Efectivamente, mientras María escucha a Jesús, ella está totalmente ocupada con otros quehaceres. Por eso, Jesús le dice: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas" (v. 41). Con estas palabras, no pretende condenar la actitud del servicio, sino más bien la ansiedad con la que a veces se vive. También nosotros compartimos las preocupaciones de santa Marta y, siguiendo su ejemplo, nos proponemos asegurarnos de que, en nuestras familias y en nuestras comunidades, vivamos el sentido de aceptación, de fraternidad, para que todos puedan sentirse "como en casa", especialmente los pequeños y los pobres cuando llaman a la puerta. La hospitalidad fomenta las buenas relaciones, y la hospitalidad al estilo de Abrahán y Sara, ofrece una perspectiva bíblica de que las relaciones y el compartir van juntas, como acogida y comida van de la mano.

. Todo ser necesita la atención del amor, amasada con las actitudes de Marta y María, como lo hicieron con Cristo. Cuando así se actúa, el discípulo siente y vive la paz y la calma interior, y experimenta el valor del amor oblativo, gratuito. En este sentido, no es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era 'escuchar lo que él decía'. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás, en ocasiones  tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a 'perder' un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

. También hoy sigue siendo válido este binomio y este canto a la amistad. Por lo general, cuando las personas compartimos mesa y mantel y además disfrutamos de tiempo de esparcimiento o entretenimiento, alcanzamos a entendernos y apreciarnos más. A menudo, las buenas relaciones, laborales y de comunicación efectiva, dan frutos propios de amistad y hospitalidad. Comida, familia, amistad, diálogo y fraternidad, fiesta y comunión han de ir de la mano.

. Terminamos recordando a santa Teresa que decía: "nada te turbe...quien a Dios tiene nada le falta", pero también: "entre pucheros anda Dios". Escucha a Dios y a los hermanos, oración y acción. Que así sea con la Gracia de Dios. 

1 de julio de 2022

"Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"

Domingo XIV TO -C-  Is 66, 10-14 / Gál 6,14-18 / Lc 10, 1-12.17-20

Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren tres elementos que definen la misión de quien es enviado: la oración, la cruz, la alegría.

1. La oración. En el Evangelio hemos escuchado: «Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies» (Lc 10,2). Los obreros para la mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al servicio de la generosidad, sino que son «elegidos» y «mandados» por Dios. Él es quien elige, Él es quien manda, Él es quien encomienda la misión. Por eso es importante la oración. La Iglesia la formamos todos los creyentes, la comunidad, pero no es nuestra, es de Dios. El campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. Por eso, en la oración está la luz y la fuerza de la misma. Nuestra misión pierde su fecundidad, se apaga, en el mismo momento en que se interrumpe la conexión con la fuente que es el Señor.

Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de cada decisión importante, se recogía en oración intensa y prolongada. Nos enseña a cultivar la dimensión contemplativa, incluso en medio de los compromisos más urgentes y duros. Cuanto más hagamos, más unido ha de estar el corazón a Cristo, lleno de amor. ¡Aquí reside el secreto de la fecundidad pastoral! Jesús manda a los suyos sin «talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,4). La difusión del Evangelio no está asegurada ni por el número de personas, ni por el prestigio de la institución, ni por la cantidad de recursos disponibles. Lo que cuenta es estar llenos del amor de Cristo. Recuerda el Papa que, en un encuentro de formadores, uno de ellos le dijo: "la evangelización se hace de rodillas". Y es verdad: sin la relación constante con Dios la misión se convierte en función.

2. El segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (6,14). Y habla de las "marcas", "tatuajes", de las llagas de Cristo Crucificado, como la señal distintiva de su existencia de Apóstol del Evangelio. En su ministerio, Pablo ha experimentado el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y la consolación. He aquí el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección. En la hora de la oscuridad, en la hora de la prueba está ya presente y activa el alba de la luz y de la salvación.  La fecundidad pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor.

3. Y, por último, la alegría de la consolación. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que ha atravesado el periodo oscuro del exilio, ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para Jerusalén, ha llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben dejar paso a la alegría: «Festejad… gozad… alegraos», dice el Profeta (66,10). Es una gran invitación a la alegría, porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y sus habitantes un «torrente» de ternura materna: «Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán» (v. 12).  «Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (v. 13).

Estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante para que nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios en la oración y transmitirla, también en los momentos de cruz.  La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. Que así sea con la Gracia de Dios. 

24 de junio de 2022

"Para ser libres, nos liberó Cristo..."

XIII TO –C- 1 Re 19, 16b.19-21 / Gal 5, 1.13-18 / Lc 9, 51-62

 

La Palabra de este domingo nos invita a meditar en un tema siempre fascinante: libertad y seguimiento de Cristo.  Lucas narra que «cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén». En la expresión «decididamente» podemos entrever la libertad de Cristo. Él sabe que en Jerusalén le espera la muerte en la cruz, pero obedeciendo a la voluntad del Padre se ofrece por amor. En esta obediencia al Padre Jesús realiza su propia libertad, opción motivada conscientemente por el amor. Él vivió la libertad como servicio.  Al igual que la vida del hombre, la libertad encuentra su sentido en el amor.

 

El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Galacia, dice: "Hermanos: para vivir la libertad, Cristo nos ha liberado". Nos puede parecer a veces que el cristianismo coarta nuestra libertad, nos limita el deseo de ser libres que todos llevamos en nuestro corazón. Vemos la ley de Dios como un yugo que nos obliga a una serie de cosas que nos molestan, o que impiden nuestros planes. Y, sin embargo, Cristo nos ha liberado y quiere que vivamos como personas libres. La libertad es un derecho inalienable del hombre, tan esencial y necesario a la naturaleza humana, que el mismo Dios lo respeta hasta lo sumo. Si, por una hipótesis absurda, el Señor fuera contra la libertad del hombre, podríamos decir que iba contra sí mismo, ya que la libertad la quiso el Creador para su criatura humana desde el inicio y esto a pesar del riesgo evidente: "vuestra vocación es la libertad".

 

 "... no una libertad para que se aproveche el egoísmo, al contrario, vivid según el Espíritu...". La libertad es buena, claro que sí, como es bueno que el hombre actúe con autonomía, pero sabiendo que el ejercicio de esa libertad puede ser incorrecto; que lo que es bueno de por sí se use para lo que no lo es. Precisamente porque el hombre es libre, es también responsable de sus actos. Y si éstos son buenos, ese hombre merece el elogio y el premio, pero si sus actos son malos merece la corrección. De ahí que la perfecta libertad sea la que se ejercita para el bien y no para el mal. Por esto es necesario que existan unos principios o normas que hagan posible un correcto ejercicio de la libertad, no para anularla, sino para que esa libertad conduzca al hombre a su salvación y no a su condena. Los Mandamientos nos sirven de cauce por donde discurre nuestra libertad.

 

Hoy concluye el X Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Roma y en las diócesis de todo el mundo. El tema del encuentro es 'El amor familiar: vocación y camino de santidad', y busca mostrar la belleza y la felicidad del amor en la familia. En medio de las crisis culturales y sociales actuales, el anuncio de la familia sigue siendo una alegría y una esperanza para todos pues, como afirma el Papa, "nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la madurez de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y pueblos". Y luego recuerda que la esencia del matrimonio está arraigada en la naturaleza humana, en su carácter social, es expresión profunda de libertad; formar una familia significa "ser parte del sueño de Dios, uniéndose a Él en la construcción de un mundo donde nadie se sienta solo". Que así sea con la Gracia de Dios.