6 de mayo de 2023

"Yo soy el camino, la verdad y la vida..."

V Domingo de Pascua - A - Hch 6,1-7 - 1 Pe 2,4-9 - Jn 14, 1-12

Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve y trata de animarlos: "Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí". Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí". No lo han de olvidar nunca.

 

"Yo soy el camino". Sabemos que el camino es para andar y llegar a una meta, sin embargo, el problema de muchos no es que viven extraviados, sino que viven perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento. Quien e acerca a Jesús encuentra una Persona, un camino que te lleva hacia el Padre. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero si se fía de Jesús estará en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

 

"Yo soy la verdad". La verdad es para experimentarla como bondad, como amor, encuentro…, frente a la mentira, que engendra división e infelicidad. En el mundo bíblico la verdad (emet) no es una idea, sino una realidad que se hace, se realiza, se lleva a la práctica en el amor y la justicia. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad y Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

 

"Yo soy la vida". Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.  Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna.

Camino, verdad y vida, pues, son cosas concretas que se viven, que se hacen, que se experimentan. Estas son cosas que todos buscamos en nuestra historia: queremos caminos que nos lleven a la felicidad; amamos la verdad, porque la mentira es la negación del ser y de lo bueno; queremos vivir, no morir, vivir siempre, eternamente. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

Cuando Jesús es el centro podemos vivir con serenidad, abrirnos sin miedo a los demás, como nos narra la primera lectura. Acercarse a Jesús, el Señor que ha muerto por nosotros y ha resucitado para darnos la vida, significa que todos podemos gozar de las prerrogativas de lo más santo y sagrado. Por eso nace un nuevo pueblo, una nueva comunidad santa y sacerdotal que entraña una plenitud espiritual. Que así sea con la Gracia de Dios.