24 de diciembre de 2022

""El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande"

2022. NOCHEBUENA (Misa del Gallo)

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de la primera lectura se realizó en el Evangelio. De hecho, mientras los pastores velaban de noche en sus campos, "la gloria del Señor los envolvió de claridad" (Lc 2,9). En la noche de la tierra apareció una luz del cielo. Esa Luz es la Gracia de Dios "que trae la salvación para todos los hombres" (Tt 2,11); es el amor divino que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría. En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros. Y todo de forma completamente gratuita. Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo.

Se ha manifestado la gracia de Dios, ha recordado Pablo en la segunda lectura. En esta noche nos damos cuenta de que, aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada persona. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: "Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos". Él nos ama y nos basta; en Jesús nos purifica y nos da su Gracia para que nos dediquemos "enteramente a las buenas obras". El amor de Dios es incondicional, no depende de ti, de mí, de nosotros.  Puede que tengamos ideas equivocadas, que hayamos recorrido caminos de oscuridad, sin embargo, el Señor no deja de amarnos. Su amor es fiel, es paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor.

Por eso, en esta noche redescubrimos, en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, "desposándose con ella" para siempre. Nos recuerda el Papa Francisco: "En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, ¡Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!".

Un regalo así, tan grande, merece mucha gratitud. Acoger la Gracia es saber agradecer. Esta es una noche adecuada para acercarnos al sagrario, al establo de Belén, al pesebre, a nuestra familia, a nuestra comunidad… para agradecer y acoger el Don y la Luz que es Jesús, para transformarnos nosotros mismos en Don y en Luz para los demás. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, entregando nuestra vida por amor. "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá; habrás nacido en vano" (A. Silesius).  Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre. ¡Gloria a Dios en el cielo y, en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad"!  Caminemos a la Luz del Señor.  ¡Santa Navidad!. 

9 de diciembre de 2022

"Bienaventurado quien no se escandalice de mi"

2022. III Adv-A- Is 35,1-10/St 5,7-10/ Mt 11,2-11

El evangelio de este domingo, nos presenta a Juan el Bautista en la cárcel, en tensión ante la llegada del Mesías. Una inquietud que le hace enviar a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús por su mesianismo. Un anhelo que el pueblo de Israel y la humanidad ha vivido desde siempre. Estas dudas de Juan sobre Jesús, pueden ayudarnos a nosotros a esperarlo y seguirlo mejor hoy. Cuando nosotros, como Juan, dudamos si Jesús es el que nos habíamos imaginado, y nos abrimos a la respuesta que Él da de sí mismo, avanzamos y pasamos de la duda a la verdadera fe, y nos aparece quien es el verdadero MesíasPorque Una fe que no duda, es una fe dudosa (Cristian Duquoc).

De esta manera, este domingo de adviento nos ayuda a revisar nuestras expectativas mesiánicas a la luz del misterio de la Encarnación del Señor que viene continuamente a nuestras vidas. El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos cercano el mesianismo de Jesús de esta manera: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. Ellos son el rostro de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida real y verdadera hoy. Es lo que recoge el prefacio de Adviento cuando dice: El Señor que viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo reciban en la fe y por el amor demos testimonio de la llegada de su Reino. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Con su Encarnación el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre. En cada vida humana se prolonga este misterio de unión de lo divino con lo humano. En cada vida humana se hace presente el misterio de Cristo. Del mismo modo que la humanidad de Jesús es el sacramento de Dios, su presencia entre nosotros en el desvalido o el enfermo, es el sacramento de Cristo. Esto no nos puede escandalizar, sino todo lo contrario, reconocer la presencia de Cristo allí donde más se beneficia al ser humano, allí donde se cuida del hermano, allí donde el mal retrocede, son signos mesiánicos que estamos llamados a realizar y que son fuente de alegría verdadera.

La alegría ante la cercana venida del Señor es la característica propia de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará de todos nuestros males.  Isaías, el Profeta del Adviento, a quien Jesús le gustaba recordar, nos ofrece hoy una oda a la alegría, con una profecía que se cumple plenamente en Jesucristo curando a los enfermos, resucitando a los muertos y anunciando a los pobres la Buena Nueva. Una Salvación como Liberación. Esto significa para nosotros, que, en medio de todas las crisis, Adviento es un tiempo de alivio; un renacer en la confianza, una alegría ante la belleza de la salvación, porque El Señor viene en persona y nos salva. Y de esta manera, es también un tiempo para llenar los vacíos de nuestro corazón.

El don de la alegría, más que un sentimiento o estado de ánimo pasajero, es un don mesiánico y fruto del Espíritu Santo. Es la alegría del Señor y por el Señor. La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (Papa Francisco).  El Papa nos invita a encontrar en la Palabra y los hechos de Jesús, una fuente de alegría. Que así sea con la Gracia de Dios.