30 de mayo de 2020

Pentecostés-Ven, Espíritu Santo

2020. PENTESCOSTÉS-A-VIGILIA -  Jl 3,1-5; Rom 8, 22-27; Jn 7, 37-39

 

. Pentecostés nos recuerda:

. Tiempos de reflexión profunda sobre el ser, la vida, las relaciones, de vivir desde dentro más desde el exterior y la superficialidad; de "“escuchar” nuestra alma donde Dios habita, habla a través del Espíritu para dejarnos transformar, vivir una alegría nueva, no frívola. Que no se apague la experiencia interior de Dios. Que no caigamos en el desánimo, la mediocridad, el olvido, la rutina…

 

. El Espíritu nos lleva a:

. invocar a Dios como Padre. A sentirnos amados; no somos “huérfanos” (“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha dado” (Pablo). Soy amado por Dios no porque soy santo, perfecto, bueno, sin pecado sino porque Él es santo, bueno… soy amado incondicionalmente. Nadie me puede separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. De saberse amado nace la estabilidad, paz interior: puedo vivir sin odiarme; las heridas siguen, la mediocridad, las crisis… pero lo importante es la seguridad del amor de Dios Padre.

. a vivir la experiencia religiosa de fe y de misericordia personalmente y en comunidad

. a profetizar e invocar el nombre del Señor para alcanzar la salvación (Joel)

. caminar en la verdad de Jesús, a vivir la pasión por el Reino;

. a transformar nuestra vida… y buscar el bien común

. a ser enviados en la fragilidad a todos los pueblos, hombres y mujeres. La fuerza es Él: “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad” (Pablo)

 

Jesús dice, refiriéndose al Espíritu:  “Manarán ríos de agua viva”; por ello, necesitamos “sus dones” que se derraman sobre cada uno de nosotros, para darnos vida:

 

I) Sabiduría: ver las cosas con los ojos de Dios, sentir con el corazón de Dios, saber de Dios, gusto y sabor de Dios.

 

II) Inteligencia o entendimiento: no es capacidad intelectual. Es abrir la mente para entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, todas las situaciones. Es aquello de san Pablo: «Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni entraron en el corazón del hombre, Dios las ha preparado para los que le aman».

 

III) Consejo: es Dios mismo quien nos ilumina con su Espíritu y alumbra el corazón y comprendemos el modo justo de hablar, de comportarse, de caminar.

 

IV) Fortaleza: nos sostiene en nuestra debilidad, nos libera de la tibieza, de incertidumbres y temores. Nos ayuda a dar la vida.

 

V) Ciencia: la fuerza del Espíritu nos ilumina ojos, mente y corazón, para descubrir cómo cada cosa nos habla de Él y de su amor.

 

VI) Piedad: nos habla de nuestra pertenencia a Dios y de nuestro vínculo profundo con Él, que da sentido a nuestra vida. Es la amistad con el Señor que cambia nuestra vida y nos da entusiasmo y alegría.

 

VII) Temor de Dios: no es tener miedo de Dios, pues es Padre y nos ama, nos salva y nos perdona siempre. El temor de Dios nos recuerda la pequeñez, por ello nos dejamos sostener por sus brazos; todo viene de la gracia que nos llena de misericordia y bondad.

 

El Espíritu Santo es un regalo de Dios, es su alma, es la savia que recorre la Iglesia: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo».  Que así sea con al Gracia de Dios.

 

23 de mayo de 2020

"El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo..."

2020. ASCENSIÓN DEL SEÑOR - Hch 1,1-11/Ef 1, 17-23/Mt 28, 16-20

Desde el 14.3 la capilla cerrada… avisar en la calle… fiestas, semana santa… Abrir con toda la prudencia que se nos pide para protegernos mutuamente… nuevos métodos. Un chiste: diablo: “te cerré Iglesias”- Dios: “Al contrario, abrí una en cada casa…”.

Palabra:  El final del texto del evangelio de hoy y el de la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos sitúan en una escena parecida. Los discípulos están viviendo los últimos momentos junto al Maestro, resucitado, y recibiendo sus últimas promesas y enseñanzas:

. Hechos: comiendo, parece que no se han enterado de nada, pero quieren comprender, deseando que las cosas vuelvan a ser como habían soñado, imaginado. «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Y Cristo, que ya es otro tras su resurrección se preguntará si era posible que después de todo ese tiempo no se hubieran enterado de nada… ¿Qué hacéis mirando al cielo…? Volveré y os enviaré mi Espíritu… testigos… Y, aun así, les promete: «recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”». Las cosas no serán como antes… porque ellos habrán cambiado…

. Según Mateo, han regresado a su Galilea natal y allí, donde el Resucitado, por medio de las mujeres, les mandó que volvieran. Jesús se reencuentra con los suyos en lo cotidiano, en un lugar cercano a aquel donde lo encontraron por primera vez, donde escucharon por primera vez su voz y su llamada. En ese contexto se hace presente en sus vidas aparentemente normales pero transformadas por la Presencia y el paso de Jesús por ellas. Unos se postran, otros dudan… pero a todos les dice: Yo estoy con vosotros…  Id, predicad, enseñad… sed testigos del amor de Dios: unidad y universalidad.

. Algo así nos sucede a nosotros ahora. Nuestras vidas ya no pueden ser como eran, después de haber vivido estas situaciones tan extrañas o pueden seguir siendo igual si no hemos reflexionado sobre cuanto hemos podido vivir. Parecía que nada nos pararía jamás (falsa ilusión) y resulta que todo lo paraliza un virus al que desesperadamente intentamos controlar y someter. El cambio no es automático a menos que no reflexionemos sobre nosotros mismos, nuestras prioridades, modelos de crecimiento, relaciones… “Sin reflexión no podemos ser artífices de nuestra vida”. Y, al,  igual que los discípulos tristes y desesperados, algo “de bueno sacaron de su experiencia tras la muerte de Jesús”, también nosotros “algo bueno” (parece una herejía decirlo) tenemos que sacar de cuanto hemos vivido y estamos viviendo.

. Hemos resistido “como un junco sin rompernos, quebrarnos, quedarnos doblados en el suelo. Y esto, si ha sido así, solo es posible por la fuerza interior que nos ha sostenido (fe, esperanza, virtudes, valores…) y por los pequeños gestos de vida, solidaridad, humanidad...  que han ocurrido a nuestro alrededor en estos días confinados. Esas actitudes  que han surgido en momentos difíciles hemos de mantenerlas en la vida normal recuperada.

Pablo pide para los de Éfeso un don: «El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis…». Espíritu de sabiduría y revelación, iluminación, para comprender y actuar a todos los niveles y asumiendo siempre con realismo el punto de incertidumbre que rodea siempre nuestra vida.   Será el Espíritu, ese a quien celebraremos la semana que viene, pero que está entre nosotros desde el inicio, quien nos enseñe y nos muestre la Vida en su plenitud. La clave está en la actitud, los valores, los fundamentos con los que afrontamos el futuro… desde la experiencia que hemos vivido y estamos viviendo…  No se trata de una nueva normalidad sino de una nueva vida para afrontar la realidad con un espíritu nuevo.

Que así sea con la Gracia de Dios.