28 de noviembre de 2020

"Velad..."

2020. I DOMINGO ADVIENTO-B-Is 63,16-17;64,1-8/Cor 1,3-9/Mc 13,33-

 

. "Velad, estad preparados, porque no sabéis el día ni la hora", hemos escuchado en el evangelio de Marcos. Un mensaje que sigue la reflexión de los domingos anteriores. Jesús insiste en la certeza del acontecimiento final pero no caben los cálculos o las previsiones al estilo humano, los cálculos estériles, ni tampoco relajar la guardia de la espera o vivir disipados por la duda. La actitud es la de estar atentos, despiertos, viviendo el momento presente con intensidad: al amanecer, el mediodía, al atardecer o a medianoche… el Señor viene, está viniendo en cada momento a nuestra vida.

 

. S. Agustín, en relación con el tiempo, escribe en "Las Confesiones": "No existen tres tiempos, el pasado, el presente y el futuro, sino solamente tres presentes: el presente del pasado, el presente del presente, el presente del futuro".  Despojados del pasado, no podemos anticipar ni un fragmento del futuro, nos queda el presente, el "ahora" que integra las experiencias pasadas y empieza a construir el futuro.  Por ello, es importante aprender a vivid el presente con plena consciencia; a saborear el instante; a descansar sobre la raíz de lo que somos: seres mortales pero abiertos a la vida de cada día y de cada momento.  Decían los maestros de espiritualidad que "debemos hacer las cosas como si fuera la primera vez o quizás la última" y esto vale para las relaciones diarias, la familia, el trabajo cotidiano, los sueños…

. Se trata de acoger la densidad del presente, este sacramento del instante, porque Cristo el Señor glorioso que vendrá al final de los tiempos, "viene ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino".  El profeta Isaías, en la primera lectura, un poema muy hermoso, ha dicho claramente que Dios sale al encuentro del que practica la justicia, que de la experiencia de fracaso debemos pasar a la esperanza que se pone en Dios.  Y ha recordado que "aunque nadie salía del letargo para adherirse a ti… ", aunque se vivía un sentimiento profundo de fracaso, se ha pasado a la esperanza que se pone en Dios: "Tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero, todos somos obra de tu mano".  

. Adviento-esperanza. Todos recuerdan los carteles al inicio de la pandemia: "Todo saldrá bien" y el arcoíris, signo bíblico de la Alianza de Dios y otros mensajes similares. Son mensajes hermosos que nos animan a todos, pero no se hacen realidad "por arte de magia" sino solo si cada uno, cada persona, asume su propia responsabilidad sin negar nunca la realidad u ocultar la verdad de los hechos. Todo saldrá bien, sí, porque creemos y luchamos honestamente, juntos; porque mantenemos un compromiso activo cada uno según sus posibilidades; porque vivimos una vida honrada y con buena conciencia, sin miedo al momento final.

. Pablo, en la segunda lectura, nos dice a nosotros, que aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que la espera ha de ser siempre activa, en consonancia con la dignidad de los hijos-as de Dios, evitando todo lo que distorsiona la imagen de Dios en el corazón o todo lo que destruye la comunidad. Una espera en la que se mantiene la fidelidad a Dios. Y esto es posible "porque hemos sido enriquecidos en todo: palabra, ciencia, dones gratuitos para mantenernos firmes hasta el final. Que así sea con la Gracia de Dios.

20 de noviembre de 2020

"...a mí me lo hicisteis"

2020. CRISTO REY-A-  Ez 34,11-12.15-17 - 1 Cor 15, 20-26a.28- Mt 25, 31-46

. Las semanas pasadas la Palara nos ha invitado a una actitud de vigilancia activa ante la espera del final de la historia, la venida del Señor (vírgenes prudentes, los talentos…).  Hoy la Palabra nos sitúa ante un escenario solemne, en el que el Hijo del Hombre (modo con el que Jesús se refiere a sí mismo, retomando las escenas del profeta Daniel en las que el hijo del hombre vendrá al final de los tiempos a juzgar a la humanidad), rodeado de ángeles, sentado en el trono ante todas las naciones reunidas y sometidas al juicio.

. Hoy día no nos imaginamos la idea de un rey con poder absoluto en el ámbito político o social; tampoco el evangelio que nos explica, desde el principio, en qué consiste en reinado de Jesús, basado no en el poder o la gloria, sino en el servicio. El término más familiar para comprenderlo es el de pastor y hoy se nos presenta como un pastor que separa a unos de otros, ovejas de cabras.  En la primera lectura de Ezequiel hemos escuchado las cualidades de este pastor que tiene como misión velar por su rebaño y también separar "entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío".

. Como pastor Jesús, que ha transitado los caminos de este mundo con sus propios pies, ha experimentado el itinerario del caminar humano en la tierra, ha sufrido los rigores del clima, las piedras del camino, ha conocido la sed del caminante…, por eso, puede guiar a otros hombres por las vías que configuran la vida de las personas. Como juez, ha experimentado en su ser, en su carne, el dolor y el sufrimiento, la injusticia; ha sido tentado en su misma realidad por el mal, el desánimo, el abandono, la soledad… por ello, puede juzgar la existencia de una persona…

. El criterio de este juicio lo conocemos: las obras de amor y de misericordia. Jesús trata de concretar en qué consisten estas obras de amor, para no hablar solo de mero sentimiento, deseo o "irse por las ramas". Recuerda las actitudes que hay que poner en práctica: atención, escucha, comprensión, compasión…  y aquellas que hay que evitar: indiferencia, prejuicio, miedo al trato con el prójimo, encerrarse en uno mismo…e invita a valorar todo el potencial humano de la presencia, la disponibilidad, la acogida, el discernimiento… La calidad del amor y del cuidado de las personas es importante; solo el calor humano y la fraternidad evangélica son capaces de abrir un horizonte positivo, una luz de esperanza.

 

. Jesús no nos llama a ser espectadores del amor de Dios sino sus más íntimos colaboradores, esto es, plenamente responsables. La fe que nos salva es la que nos contagia una bondad superior a la nuestra, la única fuerza que puede resistir hasta el fin el horror del mal sin caer en la tentación de culpar a los otros. Cada vida humana es un don y una tarea. Todas las vidas humanas llegan calladamente, sin pedir permiso… anhelando de proseguir su desarrollo completo, de ser reconocidas y queridas por sí mismas. No siempre es así, pero hay que cuidar la vida sobre todo cuando es más vulnerable, no olvidar la dimensión trascendente y única de cada uno, defender el valor, el respeto, la protección y ayuda de toda vida…  belleza, misterio, milagro presente en cada vida humana… como católicos llamados a mostrar, día a día, el amor infinito de Dios por todos.

 

El reinado de Cristo, dice S. Pablo, se va haciendo en la lucha y victoria sobre todos los enemigos, aquellos que se oponen al proyecto justo y bueno de Dios. "El último enemigo aniquilado será la muerte"; Cristo entrega su reino al Padre para que Dios sea "todo en todos". El Señor del universo es Dios que acoge como Padre a sus hijos. Feliz quien siga al Señor Jesús a donde quiera que vaya: se elevará a compartir su misma intimidad con Dios y le seguirá ejerciendo su caridad.... que así sea con la Gracia de Dios.

14 de noviembre de 2020

"Tuve miedo... y lo escondí..."

2020. Ez 34,11-12.15-17 - 1 Cor 15, 20-26a.28- Mt 25, 31-46

 

. El mensaje de Jesús en la parábola es claro: No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios. Lo más grave puede ser que, lo mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora, cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la Iglesia hoy es, conservando lo mejor del pasado, aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús, su Luz, en una sociedad sacudida por cambios socioculturales sin precedentes.

. No valen excusas ante la falta de compromiso de nuestra fe. Hay muchas personas que esperan que les mostremos con gestos concretos el rostro solidario del Dios en quien creemos.  Todo ser humano que sufre interroga nuestra fe y nos ha de comprometer en lograr una sociedad más humana y mejor para todos. Es necesaria la prudencia, pero hay que evitar la insensibilidad o indiferencia. Debemos "conservar" lo fundamental de nuestra fe, tradiciones y buenas costumbres; que debemos conservar la gracia, la vocación, la fidelidad… pero "conservar" no puede ser sinónimo de inactividad… al contrario… todo se conserva mejor con la apertura al Espíritu que recrea y hace nuevas todas las cosas.

. Empobrece cerrarse en el propio corazón, enriquece abrirse, cada cual según sus posibilidades al amor de Dios y a los hermanos. Por eso cuando Jesús afirma que "al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener" no está invitando al consumo sino a la generosidad que nace de la entrega y la donación sencilla de lo que uno es y tiene, con la mejor voluntad de hacerlo. La belleza mayor es la generosidad que tenemos que vivir en el presente, ahora, porque este es nuestro tiempo y cada momento es una ocasión especial para hacerlo. Lo que no se da se pierde. Dios nos ha creado como personas amadas y capaces de amar, nos creó para la armonía y la comunión, capaces de crear, cuidar…. Solos no vamos a ninguna parte; necesitamos relaciones significativas en nuestra vida, compartir, amigos de verdad… sentir que formamos parte de una familia, una comunidad… que estamos a gusto juntos, hablamos, escuchamos, celebramos y lo hacemos mirando también al exterior, a los otros…

 

. Santa Teresa, gran mujer, al inicio de su gran reforma del Carmelo que tantos dolores de cabeza la costó decía: "me determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí -se refiere a las monjas que la siguen-  hiciesen lo mismo...".

 

. Que no se nos escape el tiempo entre las manos, que no lo perdamos, sin hacer nada constructivo, nada que lleve paz, consuelo y alegría a los demás. Que no vivamos un día y otro, sin dar trascendencia a nuestras vidas, sin emplearnos a fondo en las cosas realmente importantes. Hacer fructificar los talentos significa saber aprovechar bien el tiempo para "en todo amar y servir" (S. Ignacio), es decir, alabar y bendecir al Creador y ayudar a nuestros hermanos.  Que así sea, con la Gracia de Dios. 

6 de noviembre de 2020

"Velad..."

DOMINGO XXXII T.O. -A- Sb 6,12-16/1 Ts 4,13-18/Mt 25,1-13 

 

. "Estad atentos, velad, pues no sabéis ni el día ni la hora", hemos escuchado en el evangelio.  Vivir despiertos, en actitud de espera activa, ante la venida del Señor no significa caer en el miedo o el temor; más bien nos recuerda la necesidad de orientar la existencia de cara al encuentro con el Señor que viene.  El «cuándo» es secundario y hay que dejarlo en la voluntad de Dios.  La espera de una vida nueva, de una tierra nueva, no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar nuestra vida y nuestro mundo porque es aquí donde germina y crece ya esa semilla del Reino que vislumbramos, ese banquete de bodas al que deseamos participar.

. Hoy la Palabra nos invita en primer lugar, y en medio de la complejidad de nuestro tiempo, marcado por muchas incertidumbres, a buscar ("serena y gozosamente"), encontrar y amar la sabiduría. Y no hablamos de erudición ni de grandes conocimientos y posibilidades de acceso a la información sino de capacidad de discernir de discernir entre diferentes opciones, de descubrir el sentido profundo de la vida, las relaciones, los acontecimientos, las cosas que nos rodean. Se trata de mantener los ojos abiertos, los del corazón y la inteligencia, para observar, analizar y aprender de las experiencias de la vida, pues la vida es la mejor maestra. La sabiduría "Se deja encontrar por los que la buscan"; nos pide deseo, interés, pasión y tiempo. La sabiduría es resplandeciente y no se apagan nunca… es una actitud interior, personal, de cada uno; es el arte de bien vivir con uno mismo y los demás, la inteligencia para poner en práctica las virtudes, especialmente, nos lo recuerda el evangelio, la de la prudencia.

. Necias, prudentes… así son definidas las diez vírgenes que esperan al Esposo. Todas han de estar vigilantes, con las lámparas encendidas y reserva de aceite, en actitud de espera activa. No se trata de vivir con impaciencia y desasosiego interior. El Señor vendrá a la hora menos pensada por ello la clave está en vivir el presente, cada momento, cultivando la interioridad sin descuidar los medios que nos ayudan a ello, como cada momento de la vida se cultiva el amor con los medios adecuados para que no se apague o debilite la llama. Dios se manifiesta en cada momento y circunstancia de la vida y nos pide siempre una respuesta evangélica que nace del interior de nosotros mismos. No tenemos que ir fuera a buscar "el aceite"; el reino está en nuestro interior; no es algo material, es una forma de existencia, una manera de responder a los acontecimientos de la vida aquí y ahora.

. La prudencia que se nos pide no es una actitud temerosa delante del riesgo o de una venida inesperada, sino una atención a las consecuencias que derivan de la acción que cometemos u omitimos. La parábola recuerda la necesidad de estar preparados para responder a las necesidades que se presentan inesperadamente. Es necesario proveerse de este "aceite" para la vida, para mantener encendida la lámpara. Las necias no lo son por quedarse dormidas, pues también las sensatas dormían tranquilas, sino por no haber previsto el retraso y no estar a punto para la fiesta. Se trata siempre de ponderar la realidad, de mantener la constancia, esa sana tensión que nos mantiene vivos, preparados, esperanzados. Las cosas pueden suceder de un momento a otro y todo cambia de repente… y esta conciencia no debemos perderla.

. Ante la realidad de la muerte, el dolor, la inseguridad frente al futuro… "No podeos afligirnos como los que no tienen esperanza", nos ha recordado San Pablo. Experimentamos y vivimos la realidad en toda su profunda y desconcertante radicalidad, pero nos mantenemos firmes en la fe en quien resucitó a Jesús de entre los muertos y "nos llevará con Él", cuando llegue el momento. Mientras tanto, a vivir, luchar, confiar…y hacer de nuestras familias y comunidades, en el día de la Iglesia diocesana, "piedras vivas", para celebrar juntos la fe (oración y los sacramentos) y la fraternidad (ayuda mutua). Caminamos unidos. Que así sea con la Gracia de Dios.