20 de marzo de 2021

"... pero si muere da mucho fruto"

DOMINGO V DE CUARESMA -B- Jer 31,31-34 / Heb 5, 7-9 / Jn 12, 20-33

. "Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones". Jeremías habla de una nueva alianza como apertura a la comprensión más profunda de quién es Dios. Es a través del perdón, de la misericordia y del amor como se conoce el verdadero rostro de Dios. Ni solo en la ley ni solo en la historia, sino en lo que las sostiene y les da sentido: descubrir el rostro de Dios en cada experiencia de amor. En el amor, en el perdón, se reconoce a Dios. Y eso es lo que transforma la vida de cada uno haciendo posible que el recorrido vital de cada ser humano sea pleno.

. Pero el rostro de Dios a veces se nos esconde. Seguimos con categorías de comprensión de la divinidad de cariz humano, demasiado humano. El poder, la pompa, la majestad, la trascendencia, la gloria. Nos sigue costando entender que a Dios le vayan otros términos más en consonancia: abajamiento, sufrimiento, obediencia, lágrimas, gritos, angustia, sufrimiento. En la experiencia de Jesús de Nazaret –la carta a los Hebreos nos lo recuerda- no se muestra el dominio, sino la kénosis de la muerte: "Aprendió, sufriendo, a obedecer".  En la entrega hasta la muerte de Jesús es donde se reconoce a Dios, donde se ve su gloria, porque lo que mueve su entrega es el amor. Un amor que lleva a la muerte.

. Quien se ama más a sí mismo que a los otros se pierde. Pero amar a los otros no es siempre algo fácil ni hermoso ni suave ni mullido. Amar, a veces, duele. Morir, duele. Amar y morir traen sufrimiento. Pero el miedo a sufrir no es freno para el amor en Jesús. Su testimonio de entrega es un testimonio para cada uno de nosotros de que amar exige mucha fortaleza. La de anteponer a los otros a uno mismo. La de escuchar a Dios –obedecer tiene su sentido etimológico en la escucha y el seguimiento- y seguir su presencia en la fe y la esperanza, en la confianza, de que, aunque los caminos de Dios a veces nos resuenen incomprensibles, son los que nos traen la salvación verdadera, la plenitud real de nuestra vida.

. Y en esos juegos tan paradójicos del evangelio, de Dios mismo diríamos, es precisamente donde el hombre ve muerte y dolor y sufrimiento, donde se muestra la verdadera gloria de Dios. Jesús es glorificado por el Padre precisamente en su entrega. Jesús es elevado –en la Cruz- a la gloria. El rostro, el nombre de Dios, se muestran en el rostro y el nombre de Jesús, en su amor. La gloria de Dios se muestra en la muerte por amor en cruz de Jesús.

. En estos griegos que le piden a Felipe «ver» a Jesús se muestra precisamente eso. Para ver a Jesús hay que mirar a la cruz y a su entrega. Para ver a Dios hay que mirar el sentido de amor, de perdón, de misterio, que esconde la cruz. El misterio de que en Jesús estamos toda la humanidad de todos los tiempos, el misterio de que en la cruz Jesús nos atrae a todos en su amor. El misterio del sufrimiento por amor. La entrega, aunque implique sufrimientos, dolores y lágrimas, es fecunda, como el grano de trigo que cae, muere, pero no es un fracaso, renace en la espiga, dando vida y alimento.  Que así sea con la Gracia de Dios.

12 de marzo de 2021

"El que obra la verdad se acerca a la luz..."

DOMINGO IV CUARESMA -B- Cr 36,14-16.19-23/Ef 2,4-10/Jn 3,14-21-II

. "¡Multiplicaron las sus infidelidades, aberraciones, profanaciones, burlas de los profetas… hasta la destrucción total y la deportación a Babilonia…" y, sin embargo, ¡Dios envía a Ciro, un pagano a levantar el templo! El pueblo de forma obstinada rechaza a Dios… pero Dios no falla, permanece fiel, actúa con justicia y misericordia. Israel vivirá deportado en Babilonia, pero nunca será desterrado del corazón de Dios. Por eso, le encomienda a Ciro la misión de acompañar el retorno a Jerusalén y de edificar una Casa en Judá. Dios manifiesta su compasión por caminos misteriosos; y sin duda, el más elocuente, es ayudar a la toma conciencia. Del mismo modo que, a veces, valoramos a las personas cuando las hemos perdido, valoramos nuestra pertenencia a Dios cuando hemos tocado nuestro fondo existencial y hemos abrazado el sinsentido. Entonces… Dios siempre abre caminos de retorno.

. El tema es que, a lo largo de la historia, también personal, se repite la verdad de las palabras del evangelio: "El juicio es este: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas porque sus obras eran malas". La pregunta de fondo es: Si la Luz nos permite ver, ilumina el camino, descubre las dificultades, facilita el reconocimiento mutuo, nos descubre en nuestra identidad más profunda y, por la tanto más humana… ¿por qué tenemos miedo a la luz? Si la luz es bien, belleza, transparencia, claridad… ¿por qué preferimos la oscuridad, la noche? Si la luz de la verdad, de la historia nos permite descubrir las consecuencias de caminar en la oscuridad, el odio, la violencia, la guerra… ¿Por qué no aprendemos? ¿Por qué somos incapaces de mirar a la cruz y encontrar en ella un signo de salvación?

. El mundo que Dios ama tanto, está seducido por el mal. Es lugar de dolor, sufrimiento, discordia e incomprensión. Es un mundo que va de la autosuficiencia ideal a la impotencia real, a la incoherencia moral y a la fragmentación espiritual. Un mundo que experimenta con la vida humana (desde su comienzo hasta su final), muchas veces indiferente ante las violaciones a su dignidad. Un mundo competitivo que crea desigualdades, acentuando el éxito de pocos y manteniendo en el fracaso a muchos. Un mundo que ha vulnerado la naturaleza, contaminado el medioambiente y extinguiendo toda forma de vida… ese es el mundo marcado por el pecado, un mundo que a veces nos asusta… pero es nuestro mundo…

. Pero, el mundo al que tanto ama Dios ha sido también abrazado por su amor. Cada vez que los seres humanos crean espacios de diálogo visibilizan la necesidad de comunión. Cada vez que se vive concretamente la caridad solidaria, se dignifica al prójimo. Cada vez que se perdona de corazón, se gestan estructuras de reconciliación. Cada vez que se defienden los derechos humanos, se reafirma la dignidad humana y la fraternidad universal. A este mundo seducido por el mal, pero abrazado por un amor misericordioso, Dios "entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga Vida eterna" (Jn 3, 16).  Renovar la fe en Dios, en su salvación, en la persona, en nosotros mismos para no cansarnos jamás de plantar, como tantas personas buenas que nos han precedido y nos acompañan, semillas de luz y de verdad…

. Nos lo tendríamos que recordar a menudo. "Por pura gracia estáis salvados", mediante la fe que es un don de Dios. El amor que le debemos a Cristo es un amor de gratitud, Él nos amó primero y nosotros acogemos agradecidos y compartimos este amor. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

 

5 de marzo de 2021

"... por que él sabía lo que hay dentro de cada hombre"

DOMINGO III DE CUARESMA -B-  Ex 20,1-17/Co 1,22-25/Jn 2,13-25

. La ley no es un listado de prohibiciones, sino que quiere ser un camino luminoso por el que el pueblo puede avanzar hacia Yahvé. Esa ley comienza reclamando hacer memoria de quién es este Dios: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí". A continuación, el relato nos presenta una serie de recomendaciones para vivir en esta nueva senda propuesta: no te harás ídolos; no pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso; fíjate en el sábado para santificarlo. Estos primeros, en la primera piedra, son los mandatos que nos mantienen en una buena relación con Dios. Los restantes, en la segunda piedra, nos hablan de cómo mantener buenas relaciones con los hermanos y hermanas, cómo vivir la libertad respetando el decálogo frente a quienes, usando la libertad sin mandamientos, solo ocasionan terror, violencia y muerte.

. En un día en el que el santo Padre Francisco está en Iraq, recupero las palabras de S. Juan Pablo II en su viaje al monte Sinaí, recordando que las tablas de la Ley "no son una imposición arbitraria de un Dios tirano. Fueron escritas en piedra, pero antes, habían sido escritas en el corazón de los hombres como la ley moral universal, válida para todo tiempo y lugar. Hoy, al igual que siempre, las Diez palabras de la Ley ofrecen la única base auténtica para la vida de los hombres, de las sociedades y de las naciones. Son el único futuro de la familia humana. Salvan al hombre de la fuerza destructiva del egoísmo, del odio y de la mentira. Ponen de manifiesto todos esos falsos dioses que le esclavizan: el amor propio hasta la exclusión de Dios, la avidez de poder y de placer que degrada nuestra dignidad humanan y la de nuestro prójimo".

. El texto del evangelio de Juan también nos invita a tener una mirada hacia dentro. En una actitud de Jesús que, quizás, nos descoloca por la "santa ira", se arma con un látigo y se enfrenta a los vendedores de animales y cambistas que han convertido el templo en lo que no es, prostituyendo su objeto inicial: "No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre". Nos dice: ¡Dejad de quedaros en los superfluo, id a lo interior! No profanéis el templo "desde dentro", no monopolicéis "lo sagrado". El evangelista, tras la acción de Jesús escribe que "él sabía lo que hay dentro de cada persona", en una llamada a bucear en nuestros corazones, en las motivaciones profundas de nuestros actos. Este hecho nos recuerda que el lugar verdadero y definitivo de la presencia de Dios, lugar de santidad y de gloria a Dios, no es el tempo físico, es la persona de Jesús en quien Dios se revela: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré".   

. Y una última reflexión, de la mano de Pablo, que nos puede ayudar en estos tiempos de dolor: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles". No podemos acabar, fácilmente, con el dolor y la muerte y, menos aún, banalizarlo, porque hay aún muchos millones de hermanos y hermanas nuestras que siguen siendo "crucificadas" en estos días. Pero no nos viene mal recordar que la cruz es símbolo de una entrega, de una persona que se da por amor, y eso es lo que nos salva.

. El Papa en Iraq: visita histórica bajo el lema "Todos sois hermanos", para ofrecer a los cristianos esperanza, valor para quedarse y promover la paz". Más de 1000 mártires entre 2004 y 2014, en un país cuna del cristianismo presente setecientos años antes que naciera Mahoma; abandono de casas y tierras, hostilidad, discriminación, miedo a regresar; diálogo con los líderes chiitas, mayoritaria en Iraq frente a los sunnitas… que todo sea para garantizar la libertad religiosa, el cumplimiento de la ley universal del Decálogo, el respeto a las minorías y a la historia milenaria de los árabes cristianos. Por ellos rezamos. Amén.