2 de junio de 2023

"Dios de amor y de paz"

2023. SANTÍSIMA TRINIDAD - Ex 34,4b-6.8-9 / 2 Cor 13, 11-13 / Jn 3,16-18

. El evangelio de este domingo recoge una de las afirmaciones que más ha ayudado a difundir el significado del amor en la historia del cristianismo: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». Para salvarnos, Dios nos ha dado lo más querido, de este modo nos ha mostrado la grandeza de su amor. Por el AT ya sabíamos que Dios ama al mundo. Pero el NT nos revela la grandeza de este amor. Si Cristo no hubiera muerto por nosotros podríamos conocer que Dios nos ama, pero no hasta qué punto. Estas palabras de Jesús dan paz al corazón.

. Toda la existencia terrena de Jesús trata de quitar los obstáculos que nos apartan de Dios para restablecer con él la comunicación rota. Toda su vida es una revelación de Dios, especialmente su encarnación, muerte y resurrección. En ella se nos revela el misterio trinitario, misterio que trata de entablar con cada ser humano una relación personal, amorosa, y de convertir a la humanidad entera en una comunidad de amor, en una familia donde reine el amor, la armonía y la paz. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo está en el origen de nuestras vidas, es él quien las sostiene y su meta definitiva. No es indiferente, ni accidental ni superfluo saber que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino que en la Trinidad encontramos un verdadero modelo de vida y de conocimiento de la realidad.

. En Jesucristo, Dios se muestra como «una comunidad» de amor en la que hay un gran respeto de las diferencias. Así es el amor verdadero: respetuoso. El Padre no es el Hijo y el Espíritu, pero tampoco pretende suplantarlos. El Hijo no es el Padre ni el Espíritu, pero también respeta la alteridad que se da en el seno mismo de la Trinidad. Lo mismo hace el Espíritu Santo. Algo semejante sucede en sus relaciones con nosotros: la Trinidad nos respeta porque nos ama; Dios no nos suprime, no nos sustituye, no nos suplanta, no nos impone su voluntad o su ley por la fuerza, sino que nos deja libres; hacerse amar por la fuerza no tendría sentido. Y si nuestras decisiones nos llevan al fracaso, nos tiende la mano para volver sobre nuestros pasos y retomar el camino de la vida.

. La felicidad y la infelicidad en la tierra dependen en gran medida, lo sabemos, de la calidad de nuestras relaciones. La Trinidad nos revela el secreto para tener relaciones bellas. Lo que hace bella, libre y gratificante una relación es el amor en sus diferentes expresiones.  Dios es amor y este es su gran poder: el amor dona, el poder domina. Lo que envenena una relación es querer dominar al otro, poseerle, instrumentalizarlo, en vez de acogerle y entregarse. No es siempre fácil en las situaciones concretas de la vida entrar en el misterio de la Trinidad que se nos revela como amor y comunión porque entrar en este misterio se traduce en vivir las relaciones, todas las relaciones, aquí y ahora, en armonía y sencillez superando la tentación de que cada uno "piense solo en lo suyo", de renunciar a un proyecto de vida elegido y compartido en el reconocimiento mutuo, el respeto de la diversidad, la confianza mutua.

. En la segunda lectura san Pablo habla del Señor como un «Dios de amor y de paz». Su presencia se hará palpable en quienes tienen un mismo sentir y se esfuerzan por ser artesanos de la paz. Quienes viven según los valores del Evangelio sintonizan con el misterio de Dios, participan de la vida divina y en esto consiste, en el fondo la salvación: vivir en paz con Dios, con uno mismo y con los demás; vivir como hijos de Dios y como hermanos de los otros. Que así sea con la Gracia de Dios.