10 de febrero de 2024

"Quiero..."

VI Domingo del T.O. -B-  Lv 13, 1-2.44-46/Cor 10, 31-11, 1/Mc 1, 40-45

. La Palabra nos muestra que ni Jesús ni el enfermo respetan la separación prevista por la ley: el uno porque reconoce en Jesús a quien le puede devolver lo perdido; "el otro", Jesús, porque "extiende la mano y toca" (1,41). Con Jesús no hay normas sino personas, no hay enfermos sino hermanos, no hay caminos de pecado sino oportunidades de reintegración. Porque el leproso no pide ser curado expresamente, sino "limpiado", reincorporado a la vida comunitaria, que alguien lo mire en profundidad y declare que es digno más allá de su dolencia. Y Jesús certifica esa dignidad con gestos profundamente humanos: acercarse, escuchar, tocar… Justo aquello que la ley, que hablaba en nombre de Dios, prohibía terminantemente. Por encima de las normas religiosas que oscurecen la grandeza de las criaturas, está la humanidad que devuelve a cada persona la belleza escondida. Cristiano, decía Charles Peguy es, sencillamente el que da la mano", el que tiene una atención personal para el hombre; quien no pierde la sensibilidad frente al dolor ajeno, no solo el que hace profundas reflexiones bíblico-teológicas o diseña estrategias de última generación para la actividad pastoral.

. Tras la curación, los caminos de Jesús y del leproso anónimo (cualquiera puede ocupar su lugar) se separan. El enfermo, que ha vivido en primera persona la salvación y sanación, vuelve al pueblo de donde había sido expulsado y se convierte en testigo. Sin duda el Reino de Dios ya ha llegado. Anuncia con pasión y sin miedo a Cristo, y el que había sido marginado, se integra en la nueva Iglesia y construye comunidad.  Jesús, sin embargo, "se queda en los lugares despoblados" (1,45), quizá donde están los más frágiles y abandonados que necesitan escuchar y experimentar la Buena Noticia. Allí hay un lugar para nosotros, para los más desamparados, para quienes temen a la comunidad o han sido expulsados de ella, los que aún no quieren acercarse al Señor. Ellos son y serán sus preferidos, quienes tras dejarse tocar tienen la misión de convertirse en testigos convincentes de la fuerza del Reino. Dios no excluye a nadie del culto, ni de su presencia, a causa de la debilidad. Al contrario, los enfermos han de tener un lugar privilegiado en la comunidad cristiana, pues Jesús tuvo una mano tendida especialmente a los que sufren; el trato y la cercanía humana es el principio de la sanación.

. En la jornada de oración por los enfermos, dedicada este año a los cuidados paliativos, el papa Francisco recuerda que incluso cuando hay pocas posibilidades de curación, "todos los enfermos tienen derecho al acompañamiento médico, al acompañamiento psicológico, al acompañamiento espiritual, al acompañamiento humano". Y continúa: "No siempre se consigue la curación. Pero siempre podemos cuidar al enfermo, acariciar al enfermo". "Curar si es posible, cuidar siempre", afirma el papa haciendo referencia a Juan Pablo II. No se trata de prolongar innecesariamente el sufrimiento sino de valorar la importancia de los cuidados paliativos y de la familia, que "está al lado del enfermo y da testimonio de su valor único e irrepetible", por ello, "no pueden quedarse solas en esos momentos difíciles", pues "su papel es decisivo y tienen que tener los medios adecuados para desarrollar el apoyo físico, espiritual y social". Es el amor que se expresa a través de estos gestos y nuestra oración. Ojalá no sintamos, en nuestro cuerpo, dolor ni, en nuestra alma, abandono. Dice san Pablo: "sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo" (11,1). Que así sea con la Gracia de Dios.

3 de febrero de 2024

"...¡ay de mí, si no evangelizara!"

2024. DOMINGO V T.O. -B-   Job 7,1-4.6-7/1Cor 9,16-19, 22-23/Mc 1,29-39

. Pablo afirma en la Palabra de hoy: "el hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo... me han encargado este oficio y ¡ay de mí si no evangelizara!". Él, siendo libre se "hace esclavo de todos para ganar a los más posibles".  Como verdadero apóstol se encarna en la realidad de la vida de cada día, haciéndose débil con los débiles, pobre con los pobres, humilde con los humildes; se acomoda a las diversas situaciones y esto le da la máxima libertad frente a prejuicios y normas…en el seno de la comunidad. La enseñanza es clara: el verdadero apóstol es aquel que trata de hacerse todo para todos para ganarlos a todos para Cristo... y movido por la fidelidad al Evangelio.  

. El ejemplo para vivir así nos lo ofrece Jesús. El evangelio nos recuerda la cercanía de Jesús para responder a las diversas necesidades de las personas. La mirada de amor de Jesús convierte al pecador y cura al enfermo.  En Jesús no se contradicen la afir­mación de la verdad, con toda su exigencia, y la acogida de la persona enferma o de las que aún está distante de vivir con­forme a esa verdad. Jesús daba tiem­po y, sobre todo, se daba a sí mismo para que ese camino de conversión fuese posible. Siempre estamos llamados a "tomar de la mano a las personas y ayudarlas a recorrer su propio camino" se encuentren dentro de casa, como la suegra de Pedro o en los caminos de la vida como los enfermos que le esperan a la puerta.

 

. Jesús sabía acoger a los enfermos con afecto y despertar su confianza en Dios, perdonar su pecado, aliviar el dolor y… sanar su enfermedad. La actuación de Jesús ante el sufrimiento humano siempre será para todos nosotros el ejemplo a seguir en el trato a los enfermos, porque la enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No sólo sufre el enfermo que siente su vida amenazada, sino todos los que comparten su vida.

 

. No hay que olvidar un detalle del texto: Jesús "se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar". Es lo primero que hacía al despuntar el día. Para Jesús lo primero era la relación con el Padre, aquí está el secreto de su entrega, de su ministerio; la fuente y el origen de su autoridad y del poder sobre el mal. Toda la actividad de Jesús nace de su conciencia filial y tiene como fin la gloria del Padre que es la vida de la persona. De hecho, todas las curaciones y la expulsión de demonios tienen la finalidad de atraer a todos para parti­cipar de esa relación con el Padre, en una nueva y definitiva relación filial. Por ello es tan importante para nosotros hoy y siempre no descuidar nuestra vida interior, para no caer, al final, en el cansancio y el desánimo, el desgaste o el vacío interior.

 

. Necesitamos alimentar la fuerza espiritual necesaria para afrontar los problemas y dificultades de la vida; cuidar más la comunicación con Dios: el silencio, la oración, la lectura de la Biblia, la meditación…No se trata de hablar mucho de Dios sino hablar mucho con Dios y escuchar su Palabra; de descansar de tantos afanes en la presencia de Dios; de llenarnos de su paz. Hacerlo no es perder el tiempo; es ganar tiempo y vida; calidad en la acción y en el trato con las personas. Si nos cuidamos "por dentro" se nota "por fuera".  Es el testimonio de tantos que, como Jesús, "viven para los demás", "dan la mano..." "cogen en brazos..." … porque saben también "retirarse a orar". Que así sea con la Gracia de Dios.