29 de mayo de 2021

"... en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"

TRINIDAD -B-  Dt 4,32-40 /Rom 8,14-17/ Mt 28, 16-20

 

Si ya en el Antiguo Testamento encontrábamos destellos de la bondad y belleza de un Dios cercano, que escucha, que enseña el camino de la vida y la felicidad con sus mandamientos (Deuteronomio), con Cristo, "el Verbo hecho carne", Dios rompe los muros donde lo habíamos encerrado, el cielo, el templo y el santuario, y se hace caminante, compañero, amigo y hermano. Un rostro que descubre y devela un gran misterio y que nos llama a conocerlo: "No los llamo siervos porque el siervo no sabe lo que hace su amo, los llamo amigos porque les he dado a conocer todo lo que he aprendido del Padre." Y nos invita a participar de esa vida, unidad y dinamismo que en compañía del Espíritu están viviendo.

 

"Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos…bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". El Señor nos invita a participar de la unidad y de la vitalidad íntima de un Dios que es amor, que es familia, que es dinamismo y vitalidad. Cuando, en nuestra vida, hemos vivido la experiencia a la que Jesús nos invita, cuando hemos experimentado la unión y el amor trinitario entonces no podemos callarlo. El envío de Jesús a bautizar, proclamar la Buena Noticia tiene sentido si previamente hemos recibido, experimentado, vivido el amor de un Dios que es Padre y nos da la vida, que es Hijo y nos redime y salva, que es Espíritu y nos fortalece e ilumina.

 

No es cuestión de aprendizaje, es cuestión de vida, de dejarse amar, de perderse en el infinito de este Dios Trino que nos llena de toda su vida, de su amor y de su Espíritu creador. Nuestros conceptos son insuficientes para contener una verdad tan inmensa. En todo caso se nos ha revelado que Dios es una comunidad de amor que nos convida a amar a imagen suya. Nuestro envío tiene el mismo sentido y el mismo poder de Jesús: "Así como el Padre me ha enviado". Entonces también nosotros somos enviados a proclamar, a vivir y a anunciar el amor que hay en nuestro Dios. Necesitamos compartir lo que nosotros hemos experimentado y a hacer partícipes de este amor a todos los hombres. Día de la Santísima Trinidad, día en que debemos vivir plenamente esta comunión con nuestro Dios, con nuestra familia y con todos nuestros hermanos. Dice el Himno a la Trinidad:

 

"No es soledad, es compañía,
es un hogar tu vida eterna,
es el amor que se desborda
de un mar inmenso sin riberas.

Padre de todos, siempre joven,
al Hijo amado eterno engendras,
y el Santo Espíritu procede
como el amor que a los dos sella.

Padre, en tu gracia y ternura,
la paz, el gozo y la belleza,
danos ser hijos en el Hijo
y hermanos todos en tu Iglesia".


 Nuestro compromiso consiste en poner el sello trinitario en todas las relaciones humanas y en todas las cosas, sembrando todo con semillas de Trinidad. Comprometidos a acercar a los hombres, a destruir barreras, a superar desigualdades, a enseñarles una lengua común, a forjar verdaderas comunidades. Comprometidos a vivir y hacer vivir en el amor. Bien lo decía S. Agustín: "Entiendes la Trinidad si vives la caridad". Lo demás, todo lo que podamos decir de este misterio, es silencio y adoración. Como santa Isabel de la Trinidad: «Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro. Ayúdame a olvidarme totalmente de mí, para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad». 

San Pablo nos recuerda que somos hijos y podemos llamar cariñosamente a Dios "Abbá", "Papá", con la sencillez de un niño, guiados por el Espíritu. Con esta confianza filial seguimos caminando con la certeza que nos ofrece Jesús: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos". Que así sea con la Gracia de Dios.

 

14 de mayo de 2021

"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio"

. ASCENSIÓN –B- Hch 1,1-11/Ef 4,1-13/Mc 16,15-20

. La fiesta de la Ascensión nos invita a tener la mirada fija en el cielo, donde reside Cristo a la derecha del Padre, glorificado por Él, pero también una mirada fija en la tierra, en las manos y el esfuerzo para anunciar la Buena Noticia a todas las gentes. Mirando al cielo, fuente de nuestra inspiración y meta de nuestra vida, debemos seguir trabajando aquí, mientras vivimos, por construir la "civilización del amor" y para "dar razón de nuestra esperanza" a todo aquel que nos lo pida. No podemos desentendernos de este mundo, ni vivir la fe desencarnados de la vida... ni de manera individualista, sino comunitaria; no podemos dejar de manifestar lo que creemos en la sociedad, cultura... sin miedo a nada ni a nadie.... Hombres y mujeres portadores de luz en medio de tanta tiniebla o indiferencia.

 

. En esta misión, el Señor, que sube al cielo, no nos abandona a nuestra suerte. Está con nosotros, en nosotros y puede hacer lo que a nosotros creemos imposible. Pensemos que la salvación del mundo no es tarea solo nuestra, es voluntad de Dios, pero Él cuenta con nosotros: "Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda la creación", es el último mensaje de Jesús. Ha de ser pues, incansable el esfuerzo de evangelización: con el propio testimonio (donación, perdón, bien...) que es la más grande obra evangelizadora, pues la vida santa arrastra, interroga... y el anuncio explícito de Jesucristo allí donde la Providencia nos ha colocado...

. La originalidad de la Iglesia no está en la adaptación a las costumbres sociales o culturales sino en la fidelidad a las enseñanzas, gestos, palabras de Jesús, del Evangelio y en la actitud cercana, fraternal, a todas las personas en la situación en la que se encuentran. Y siempre, la de confirmar y verificar la Palabra con los gestos y signos coherentes que hacen presente a Jesús. En todos los ámbitos de la vida, la cultura y la comunicación humana.

. No es el mucho hablar o la elocuencia vacía lo que comunica de verdad. Escribía Shakespeare en la obra "El mercader de Venecia", unas palabras que valen también para nuestros días: "Sabe hablar sin cesar y no decir nada. Sus razones son dos granos de trigo en dos fanegas de paja. Se debe buscar todo el día para encontrarlos y cuando se encuentran, no valen la pena de la búsqueda". 

. El Papa Francisco en el Mensaje para la 55 JM de las Comunicaciones Sociales, que se celebra hoy, titulado: "Comunicar encontrando a las personas donde están y como son", subraya:

"La buena nueva del Evangelio se difundió en el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de corazón a corazón. Hombres y mujeres que aceptaron la misma invitación: "Ven y lo verás", y quedaron impresionados por el "plus" de humanidad que se transparentaba en su mirada, en la palabra y en los gestos de personas que daban testimonio de Jesucristo. Todos los instrumentos son importantes y aquel gran comunicador que se llamaba Pablo de Tarso hubiera utilizado el correo electrónico y los mensajes de las redes sociales; pero fue su fe, su esperanza y su caridad lo que impresionó a los contemporáneos que lo escucharon predicar y tuvieron la fortuna de pasar tiempo con él, de verlo durante una asamblea o en una charla individual".

El Papa concluye su mensaje con estas palabras: "Desde hace más de dos mil años es una cadena de encuentros la que comunica la fascinación de la aventura cristiana. El desafío que nos espera es, por lo tanto, el de comunicar encontrando a las personas donde están y como son". Es un reto hermoso y un compromiso para todos los comunicadores. Que así sea con la Gracia de Dios.

8 de mayo de 2021

"Él nos amó y nos envió a su Hijo..."

2021. VI DOMINGO  PASCUA -B-  Hch 10,25-26.34-35.44-48/1 Jn 4,7-10/ Jn 15,9-17 

. Comenzaba el evangelio: "Como el Padre me amó así os he amado yo, permaneced en mi amor". Quiere decirnos que Él nos amó primero y siempre; a todos, sin más. Un amor incondicional, que me acepta tal como soy, en mi realidad concreta, que me transforma si abro el corazón sin temor. El amor es la fuerza que nos une a lo divino y lo humano. La mirada de amor acerca al otro, desvela aspectos a los que no se llega por otras vías… permite ver los rasgos esenciales de la persona amada y sus potencias que aún no se han revelado pero que el amor permite que lo hagan; una mirada profunda, bondadosa hacia el otro, de amistad.

El punto de arranque de nuestro amor, siempre tan pobre y limitado, es la experiencia primera de sentirnos amados por él, desde donde surge nuestra respuesta: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo". El que tiene esa vivencia del amor perdonador y acogedor de Dios, ése está entrando en el reinado del amor.  El mismo amor humano, cuando lo es de verdad, es también camino para el amor cristiano, para el verdadero Amor.

.  Amar la propia vida, sentirla, experimentar el gozo de estar vivos, aunque se den circunstancias difíciles, disfrutar sabiendo que la vida tiene límites, es breve, finita… Un amor sencillo hacia uno mismo. Un amor que nos hace hijos de Dios, sentir y vivir su amor en nosotros.

. Y un amor abierto a los demás. No estamos solos ni queremos estarlo.  La persona vive y siente en comunión con los otros; por su sensibilidad llega al otro, en ese encuentro, se compadece, da y siente que recibe amor. Un amor que fluye a través de la bondad, la generosidad. El prójimo es mi hermano, no es ajeno a mí, puedo compartir alegrías, tristezas, conmoverme por su sentir, gozar y sufrir y este compartir es mutuo. Esos vínculos impiden la degeneración, son el sustento y la red que tejemos en la vida para vivir en comunión cordial y no en enfrentamiento constante.

. Y esto lo vivimos en un mundo cambiante, en una realidad amplia e inagotable de la que solo tenemos explicaciones parciales, temporales… siempre quedarán misterios. Un mundo en el que debemos convertirnos en canales de bondad, generosos en dar y en recibir amor en comunión. Palabras sinceras, haciendo un uso ético y estético de las mismas, sin insultos, crispación continua, mentiras; en la verdad, el respeto y gestos sinceros de cordialidad más allá de las diferencias… piensa bien, habla mejor y actúa honestamente buscando el bien del hermano.

. Dios nos ama eligiéndonos para una misión, mirándonos personalmente e involucrándonos en la vida de la Iglesia de este modo.  Al contrario de lo que frecuentemente sucede en la vida ordinaria, donde normalmente se busca a las personas por determinados intereses, Dios no necesita absolutamente nada de nosotros. Nos ama, nos elige, nos envía a una misión mirando solo por nosotros… el objetivo de este amor y de este envío es "para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca".  Merece la pena vivir y permanecer en el amor. Ese es el secreto de la felicidad y del sentido de la vida, del por qué vivir y para qué luchar. Sabernos amados por Él, como Él es amado por el Padre. Y vivir en la felicidad que nos da esta certeza.  "La alegría es el primer efecto del amor" (santo Tomás). Que así sea con la Gracia de Dios.