26 de septiembre de 2020

"¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?"

2020. XXVI TO -A-     Ez 18,25-28/Fil 2, 1-11/ Mt 21, 28-32

 

. Ya sabemos que es demasiado fácil dividir el mundo entre buenos y malos. Y más fácil todavía es considerar que la maldad y la bondad son fatales y definitivas. Se piensa con frecuencia que el malvado está destinado a serlo siempre y en todas partes. Y que el bueno lo será en todo tiempo y lugar.  Pero las cosas nunca son tan simples como parecen. El texto del profeta Ezequiel que hoy se lee en la liturgia dominical (Ez 18, 25-28), contempla la posibilidad de cambiar, tanto en una dirección como en la otra. El justo puede apartarse de su justicia. Y el malvado puede convertirse de su maldad. Ése es el drama y la gloria de la libertad. Nunca deberíamos negar esa posibilidad de cambio. En ella se encuentra el criterio para calificar al ser humano. Y la clave para descubrir si la persona se encuentra en el camino de la vida o en el de la muerte. Elegir el mal equivale a optar por la una existencia mortecina. Decidirse a seguir el camino del bien significa apostar por la vida verdadera.

 

. El evangelio se sitúa en la misma línea al mostrarnos el contraste entre dos hijos. Los dos son invitados por su padre a ir a trabajar a la viña. Uno de ellos responde con un "no", pero después se arrepiente y va. El otro se muestra obediente, pero no va.  Evidentemente, el evangelista tiene presente a los publicanos y pecadores de los primeros tiempos cristianos. Tal vez también a los paganos. Son los hombres del "no".  A primera vista, parecen rechazar la Ley de Dios, pero son capaces de escuchar, de convertirse y de cambiar de actitud. Pero el evangelista parece pensar también en los fariseos. Son los hombres del "sí".  Conocen la Ley y parecen observarla con toda precisión. Pero, precisamente su aparente fidelidad les hace incapaces de prestar atención a las exigencias de Dios. Confían demasiado en su propia bondad para dejarse interpelar por la llamada de Dios, para escuchar y convertirse.

 

. Cierto que no debemos caer en un  fácil moralismo. La parábola nos habla de las decisiones humanas, pero,  sobre todo,  nos recuerda la palabra de Dios que llama y envía: el dueño de la viña es un padre. No nos trata como a esclavos o jornaleros. Somos sus hijos. Su campo es el nuestro. Por tanto, su voluntad ha de ser la nuestra. En aceptar su voluntad está la clave de nuestra felicidad. Y la clave de una sociedad más humana.  El Padre nos envía porque quiere. No es nuestra voluntad la que marca los ritmos del trabajo en la Iglesia y en el mundo. Pero además, no olvidemos que nos envía "hoy". La tarea no pertenece al pasado. Ni a un futuro inimaginable. Ahora somos llamados y ahora somos enviados a la comunidad y al mundo entero. Ahora se espera nuestra respuesta.  Aceptar la voluntad y el envío del Padre es el signo de nuestra libertad.

 

. B16 decía en Alemania: "El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana".

 

. Pablo, en esta línea de concretar en la propia vida los ejemplos de Jesús, cuyo alimento era "cumplir la voluntad del Padre", nos hace una llamada a la unidad y la concordia que serán realidad si "todos tenéis los mismos sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús". Hay que construir la unidad, eliminar resentimientos, envidias;  la igualdad, renunciando  a la arrogancia; la solidaridad, acogiendo; la comunión, compartiendo la fe, el amor… con sencillez… Jesús vivió así.  Nadie va delante de nadie por ser pecador, pero sí por creer y cambiar de vida. Todo ello es posible con la con la Gracia de Dios.

 

24 de septiembre de 2020

Nuestra Señora de la Merced

La Merced, regalo de María, Jer 30, 8-11, Heb 12, 2-7.11-13- Jn 2,1-11

. "Señor Dios nuestro, por las angustias de la Madre de tu hijo, liberadora de los cautivos, concede, a quienes viven bajo cualquier esclavitud, la verdadera libertad de los hijos de Dios".  Con esta oración se reza a la Madre de Dios de la Merced, patrona de Barcelona.

. El origen de esta devoción hay que buscarlo en el año 1218, siglo XIII, cuando San Pedro Nolasco fundó la Orden de la Merced con la finalidad de liberar a los cristianos prisioneros de los musulmanes:

"Els reis moros tenen plenes ses masmorres de captius
que al remor de les cadenes
ploren llàgrimes a rius. Jesucrist no els abandona, puix Nolasc els ha escoltat".

Ocho siglos después el carisma mercedario mantiene toda su vigencia y actualidad dado que muchas personas continúan cautivas de diferentes formas de esclavitud.  Ya no son ni los musulmanes ni los corsarios quienes les tienen sometidas 8aunque en países musulmanes todavía los cristianos son encarcelados por serlo, por leer la Biblia y llevar una cruz en el pecho), sino que ahora son nuevas formas de esclavitud más sutiles, pero igual de destructivas, que mantienen a muchas personas, almas, ligadas con cadenas.

Las drogas, el alcohol, internet en todas sus formas, el juego o la pornografía también inmovilizan con gruesas cadenas a miles de personas, anulan totalmente la voluntad e impiden alcanzar una gozosa y verdadera libertad. Estas formas de esclavitud moderna destruyen la dignidad humana, la familia, la sociedad y hacen caer en el pozo de la miseria moral a quien las sufre. Nosotros, cristianos no debemos estigmatizar a los esclavos de nuestro siglo; al contrario, debemos luchar para que ni nosotros mismos ni otros caigan en la trampa, la encerrona que, con cara amable, seductora y falsas promesas de felicidad, presentan estas tentaciones.

No té esclus ja Moreria, Llucifer els té a milions.
Oh! preneu-los-hi, Maria,
tots els regnes i nacions. Es l'infern la negra androna, de la gran captivitat:

Encomendemos a todos los que sufren alguna esclavitud del cuerpo, del espíritu, del alma a la Madre de Dios de la Merced, única capaz, gracias a su intercesión, de romper todo tipo de cadenas, de presión. Y ofrezcamos razones para vivir, luchar "hasta derramar la sangre" (Heb), ideales, sentido…

"Haced lo que Él os diga" y Él nos lleva a la libertad verdadera, la que busca y realiza el bien, la que funda la verdadera dignidad, la que, unida a la responsabilidad, nos ayuda a construir un mundo más fraterno para todos. Como María mantengamos una mirada atenta a las necesidades de los demás y a las tentaciones que vienen y confiemos en el Señor que siempre realiza el milagro  de darnos vida en las circunstancias en las que nos encontremos.

. "María, Merced de Dios, regalo de Cristo a los hombres. La Trinidad Santa te envió a Barcelona, mensajera de libertad y misericordia, para, por medio de Pedro Nolasco, mostrarte corredentora, mediadora, Madre de todos, ternura de Dios para los pobres. Madre de la Merced, enséñanos a valorar nuestra fe cristiana, haznos capaces de amar con caridad mercedaria, conviértenos en portadores de paz. Que tus besos derritan la violencia que nos envuelve, hasta que recuperemos, en tu regazo materno, la ilusión de familia, transformado el mundo en un hogar".

Dels captius Mare i Patrona, puix del Cel ens heu baixat:
Princesa de Barcelona, proteciu vostra ciutat. Amén

19 de septiembre de 2020

".... Mis planes no son vuestros planes"

DOMINGO XXV TO -A- Is 55, 6-9 / Fil 1, 20-24.27 / Mt 20, 1-16

. "Que el malvado abandone su camino…, que se convierta al Señor y él tendrá piedad"; que hambriento reciba su alimento, que el cautivo sea liberado, que el odio sea desechado, que el género humano sea salvado, que todos tengan vida… vida en abundancia… vida eterna... "porque mis caminos no son vuestros caminos, vuestros caminos no son mis caminos", dice el Señor. El texto profético invita a un cambio de mirada sobre las cosas, a una manera nueva de comprender la realidad. El profeta anima a buscar a Dios, que se deja encontrar por un Dios cercano que, sin embargo, no se identifica totalmente con nosotros y que ofrece una novedad permanente a nuestra vida: vivir con esperanza en todos los momentos y circunstancias de la vida: en el exilio, en la pandemia, en el amanecer o en el ocaso de nuestra existencia. "Cerca está el Señor de los que le invocan".

. El evangelio insiste en esta idea de cambiar el modo de concebir a Dios y a la realidad. La situación descrita por la parábola es insólita: el propietario, tal como acordado con los primeros, paga por igual a todos independientemente del tiempo de trabajo realizado. Seguramente no busca rentabilidad económica sino ofrecer trabajo a cuantos más mejor. De hecho, provoca un conflicto cuando los últimos en llegar, que son los primeros en cobrar, reciben lo que se había apalabrado con los primeros que, lógicamente, esperan más al ver lo que han recibido los últimos. Una indignación lógica. Se siente perjudicados…

. La enseñanza: Dios no se rige por los patrones de la justicia humana. La justicia de Dios, según la Biblia, está ligada a la Alianza hecha con su pueblo.  Es inseparable de su misericordia y de su fidelidad que busca el bien, la salvación del pueblo, de la persona, no su fracaso. Por eso el mayor don que nos da es él mismo: conocerle, descubrirle en nuestra vida, trabajar en la viña (Reino). Dios es siempre mayor que nosotros en su amor, misericordia, en sus caminos. Conocer, amar, aceptar su amor, sea en el momento de la vida que sea, -unos antes, otros después-, es la paga; recibir el don de la fe en esta vida y la esperanza en la vida futura, la salvación eterna. Esto es un motivo de gozo tanto si lo hemos recibido desde pequeños y lo hemos mantenido con fidelidad a lo largo de la vida, hasta el final, como si lo hemos recibido en el atardecer de nuestra existencia y nos ha llenado de luz y de gozo.

. "Todo santo tiene un pasado; todo pecador tiene un futuro", aunque lo descubra en el último suspiro. Todos los que estamos aquí esta tarde hemos sido llamados e invitados a ir a la viña, a trabajar por el Reino; cada uno en un momento determinado de su vida y cada uno dispuesto a dar lo mejor de sí mismo… y todos recibiremos la paga de la salvación y el amor de Dios. La fe no es una ideología; es un don, un encuentro personal con el Dios que nos ha mostrado Jesucristo en su vida, evangelio, parábolas; es un acto de confianza en Aquel que nos ha llamado, invitado a trabajar por el Reino, a transformar nuestra historia, a dignificar nuestra vida, a ofrecer la salvación del pecado, del mal… siempre con una mirada trascendente, que va más allá de nuestros límites…

. Pablo, escribe desde la prisión, y les dice a los filipenses que lo único importante, mientras vivimos aquí, es que nuestra vida esté al servicio de Dios, en beneficio de los hermanos; lo más importante no es vivir o no vivir sin más, sino vivir o no vivir "una vida digna del evangelio de Cristo"; si es así, la muerte es el encuentro definitivo con Cristo, por eso, dice, "es una ganancia".  Que así sea con la Gracia de Dios.

12 de septiembre de 2020

"No tiene compasión de su semejante ¿y pide perdón de sus pecados?"

2020.  XXIV TO A - Ecl 27, 30-28, 7 / Rom 14, 7-9 / Mt 18, 21-35

. El tema de la liturgia de hoy es de una sorprendente actualidad. En nuestro mundo abundan expresiones de rechazo e intolerancia. Las denuncias por delitos de odio (según datos del Ministerio del Interior) aumentan de año en año. Abundan los delitos de xenofobia, racismo y violencia doméstica. Desde las tribunas políticas se predica la intolerancia y se lanzan falsedades sobre colectivos no deseados (por ejemplo, los inmigrantes). Los cristianos estamos llamados a "ir contra corriente", y a contrarrestar las olas de violencia e intolerancia con hechos y palabras de acogida, comprensión, misericordia y perdón. Eclesiástico en la primera lectura nos advierte: "no tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?

. El perdón es una de las modalidades del amor. Una de sus más exigentes. Porque en la convivencia humana en general, y en las distintas formas de convivencia familiar o comunitaria, pueden surgir problemas, malentendidos, discusiones e incluso ofensas entre las personas. En este caso, un cristiano está llamado a la reconciliación. Y el camino de la reconciliación pasa por el reconocimiento del propio pecado y/o por el perdón al ofensor. San Pablo exhortaba a los cristianos al perdón mutuo, siendo Cristo la clave de este perdón: "como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros" (Col 3,13), pero, no solo, el Señor, en la cruz, e se convierte en el abogado defensor de sus asesinos: "perdónales, porque no saben lo que hacen". El perdón es un vínculo que une Dios y los hermanos.

. A Jesús le formulan una pregunta sobre los límites del perdón: ¿cuántas veces hay que perdonar? Pregunta muy lógica y muy humana.  Jesús responde que, para sus seguidores, el perdón no tiene límites, puesto que hay que perdonar siempre y en toda circunstancia. No es fácil el perdón, como tampoco es fácil el amor. Pero hace feliz. El auténtico amor y el auténtico perdón son gratuitos. Por eso su alcance es universal. Lo que tiene precio es siempre limitado y el amor, como el perdón, no tiene límites. Y lo más interesante: el perdón no es un favor que hacemos el ofensor, es un bien que nos hacemos a nosotros. El primer beneficiario del perdón es el que perdona. Rencor, odio, indiferencia… u otras emociones negativas destruyen: que no se "instalen" en el corazón, son un "veneno" que lleva a la amargura, el resentimiento; que "hacen daño" a uno mismo y al entorno…

. Del mismo modo que en la parábola del hijo pródigo, la mirada debe ir dirigida al Padre, que es punto de referencia, no los hijos, lo mismo ocurre con la parábola que hoy hemos escuchado. El protagonista no es ninguno de los dos siervos. Nuestra mirada debe dirigirse al verdadero protagonista, que es el rey. Un rey que perdona "lo que no está en los papeles", que perdona incondicionalmente al que no puede pagarle de ninguna manera. Este rey debe atraer nuestra mirada. En él podemos ver al Dios que en Jesucristo se revela, un Dios que perdona sin condiciones, que acoge a los pecadores, Dios de misericordia y de bondad.

. El perdón, como el amor, necesitan ser acogidos, para producir su efecto transformador. Y cuando son acogidos, cuando se transmiten. El siervo llamado inicuo es que no ha sabido acoger el perdón, por eso es incapaz de transmitirlo, compartirlo.  Por eso, en la oración de Jesús se nos recuerda que, para ser de verdad perdonados, para que el perdón nos cambie y produzca efectos transformadores, necesitamos perdonar nosotros también a los que nos ofenden. Al hacerlo nos identificamos con el Padre celestial. A él tenemos que mirar, a este rey de la parábola que lo representa, para identificarnos con él. Acuérdate de los mandamientos, de la Alianza, de "cómo eres amado y perdonado" y "pasa por alto la ofensa", perdona de corazón a tu hermano. Que así sea con la Gracia de Dios.