29 de enero de 2021

"Enseña con autoridad"

2DOMINGO IV DEL T.O. -B- Dt 18,15-20/1 Cor 7,32-35/Mc 1,21-28

 

El domingo pasado veíamos a Jesús por los caminos de Galilea invitando a la conversión y a acoger la Buena Noticia de la Salvación. Hoy le encontramos una jornada de sábado en Cafarnaúm: entra en la sinagoga a enseñar y actúa realizando obras de salvación y sanación y todo ello muestra su identidad y su modo de actuar con "autoridad", sin autoritarismo, no como los letrados, escribas. Su autoridad brota de su entrega, de su servicio y de su amor. Su palabra anuncia Buena Nueva y toca el corazón. Los escribas saben mucho, enseñan bien la ley, pero una ley que esclaviza y que al endemoniado lo deja atado a su impureza. Jesús libera y sana, y da una nueva interpretación de la ley al hacer una curación en sábado. Jesús nos enseña que tiene autoridad porque da vida.

 

Quizás nunca como ahora sentimos ese vacío de autoridad y con asombro descubrimos niveles de corrupción insólitos, porque se aprovecha el puesto para el propio beneficio y porque se asocia con el crimen y la violencia. Asistimos hoy a una grave crisis de credibilidad de la autoridad y su palabra, en la vida política, social, económica, familiar y hasta religiosa. Y como se pierde la autoridad por no ir respaldada con hechos, se quiere imponer con gritos, amenazas, castigos y fuerza… "sólo porque yo mando".  A la luz de la autoridad de Jesús podemos plantearnos cómo pueden las palabras de un maestro, de un padre-madre, de un sacerdote o de un gobernante estar llenas de autoridad; purificar si la intención es servir o servirse… y recordar que mientras nuestras palabras no vayan respaldadas por el amor y por hechos que den vida, quedarán huecas y vacías, pero si van acompañadas por la coherencia de la acción serán, como las de Jesús, liberadoras y fuente de vida.

 

Jesús habla y su propia palabra trasforma la realidad de quienes le escuchan. El mal del endemoniado sale de él tras escuchar la Palabra de Jesús.  La liberación del endemoniado habla claramente de un mensaje regenerador, de una buena noticia que crea una nueva vida al que le escucha.   El Evangelio muestra la lucha entre el Hijo de Dios y el Príncipe de las tinieblas…, derrotado..., pero con gran poder, un poder capaz de desbordarnos, superarnos... El demonio es visto como el instigador del mal en el mundo, no tanto como el productor del mal, pues, aunque tienta e instiga..., el mal brota del corazón del hombre. Jesús mismo en la última Cena ruega "No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno" y en el Padre nuestro también pedimos que nos libres del mal (Malino)". 

 

No se puede banalizar el misterio de la iniquidad (mal) que existe en el mundo... tampoco se puede desesperar frente al mal... la fuerza del mal ha sido vencida por Cristo y en él, por nosotros... pero, al mismo tiempo, tenemos la necesidad de luchar contra todo lo que esclaviza al hombre en las tinieblas del pecado...  La expulsión de los demonios es un signo del poder de Dios, de la era mesiánica, pero en un sentido más amplio se extiende a la oscura presencia del mal y del maligno en el corazón del hombre y de la sociedad.... Sin trucos, magias o adivinaciones...con la fuerza de la palabra y la Autoridad que le viene del Padre, sin buscar espectacularidad que pueda llevar a instrumentalizar a Dios, buscando la pureza de espíritu en la fe y en la vida santa.

 

Esa vida que pide Pablo para su comunidad: cada uno según su camino y situación (casado, célibe, dedicado a la familia, a la educación, a la caridad…). Lo importante es que no falten hombres y mujeres orantes, comprometidos con la palabra y vida, con el Amor, de principios claros y fuertes para no acabar pensando como los demás. La comunidad creyente necesita todas las fuerzas de cada uno de sus miembros. Que así sea con la Gracia de Dios.

22 de enero de 2021

"Os haré pescadores de hombres"

. III Dom TO-B- Jon 3,1-5.10 , Sal 25 , 1Co 7, 29-31 , Mc 1, 14-20

 

. Domingo de la Palabra:  con el motu proprio "Aperuit illis", el papa Francisco instituía el Domingo de la Palabra, el III domingo del TO. Se pone el acento en la centralidad de la Palabra en la liturgia, un tesoro ofrecido a todos durante siglos que hay que conocer y amar. Escuchar, leer, meditar la Palabra nos ayuda en la búsqueda de la verdad de Dios y de la verdad de nuestra vida y existencia. La Sagrada Escritura es como un diálogo entre Dios y las personas hecho de palabras, gestos, silencios… el sentido de la vida es un don que puede ser acogido en el diálogo con Dios, en las historias y plegarias de la Biblia…La Palabra es luz, fuerza, ayuda en los momentos de oscuridad; es respuesta, propuesta, pregunta también, para superar la tristeza, el desánimo, la resignación… y dejar que la Luz interior ilumine de nuevo el corazón.

 

. Hoy empezamos el evangelio de Marcos. En el texto encontramos dos apartados:  resumen del mensaje de Jesús y llamada de los discípulos. La primera actividad de Jesús en Galilea fue proclamar el evangelio de Dios, en un sentido teológico y en tono indicativo ("Se ha cumplido el plazo; está cerca el Reino) y en un sentido antropológico propuesto en imperativo ("Convertíos y creed en el evangelio").  El reino empieza con Cristo y se va encarnando en la trama oscura e incierta de nuestra historia… a la intervención de Dios debe responder el compromiso humano que es siempre un cambio de actitud, de mentalidad, de fe y adhesión a Cristo que salva. Jesús llama a dos parejas de hermanos para que colaboren en su proyecto y ellos corresponden haciendo del camino de Jesús su propio camino, comenzando el itinerario de todo discípulo.

 

. Pablo, seguidor de Jesús, llama también a un cambio inminente de vida ("El momento es apremiante", escribe a la comunidad). Para él, el cristiano se casa, posee, se alegra y llora como cualquier otra persona, pero sitúa todo ello en el horizonte de la fe y la esperanza en la venida próxima del Señor. Esta esperanza le llevará a no arredrarse ante las persecuciones, a ser libre frente al pecado, sea personal o social, que tienta, esclaviza, destruye. Para un cristiano, el amor matrimonial, el tener, los motivos de gozo o tristeza se ponen al servicio del bien mayor que es el Reino de Dios, por eso, la actitud es la de comprometerse en el mundo para que nuestra historia sea cada día más la historia de Dios.

 

. "Os haré pescadores de hombres" es una metáfora de la misión del cristiano. Es la misión para la vida plena: hacer personas libres, amantes de la verdad, habitadas por el Espíritu del Padre y de Jesús, constructoras de paz, cercanas a los más débiles... capaces de ofrecer un sentido, una mirada creyente a cuanto estamos viviendo. Ser discípulo de Jesús, siempre y hoy también, significa responder a su llamada, seguirlo, vincularse a su persona, dejarse acompañar por Él, compartir su mismo distinto en fidelidad y disponibilidad, colaborar en su misma misión. El Señor nos llama y nos hará "pescadores de hombres". Seguimos caminando… Que así sea con la Gracia de Dios.

15 de enero de 2021

"Venid y veréis..."

II. DOM II TO-B- 1Sam 3,3b.10-19/1 Cor 6,13c-15a.17-20/Jn 1, 35-42:

 

Juan nos muestra cómo se inició el pequeño grupo de seguidores de Jesús. Todo parece casual. El Bautista dice a quienes le acompañan: «Este es el Cordero de Dios». Los discípulos sin entender gran cosa comienzan a «seguir a Jesús» … caminan en un silencio roto por Jesús con una pregunta: «¿Qué buscáis?». «Maestro, responden, ¿dónde vives?».  No buscan conocer nuevas doctrinas; quieren aprender un modo nuevo de vivir…. «Venid y lo veréis». Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis información de fuera. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a quiénes me dedico, por qué vivo así.

 

Más que explicar: mostrar. Más que hablar o teorizar tanto sobre la fe mostremos la belleza y la felicidad que nacen del creer, la serenidad, el compromiso, la lucha, la paz que nacen de la experiencia y confianza en el Señor;  más que hablar o teorizar sobre la familia mostremos la belleza de la familia cristiana; más que hablar y teorizar tanto  de la vocación religiosa, mostremos la alegría de ser consagrados…Es necesario experimentar un verdadero contacto con Jesús en la oración, el silencio, la misericordia, la generosidad, la escucha… solo así nuestra comunidad podrá engendrar nuevos creyentes. El encuentro con el Señor llena de gozo el corazón de las personas y nos pone en caminos nuevos para la vida. Sentir la cercanía del Señor, disfrutar de su paz es un regalo maravilloso de Dios.  Pero hay que abrir el oído como Samuel en la sencilla narración de su vocación que hemos escuchado: "Habla Señor que tu siervo escucha".  Nuestras dudas, crisis, búsquedas, silencios quedan reflejados en esta petición.  Y hay que responder llenos de confianza, sin temor: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad".

 

No es fácil decir con pocas palabras lo que los seres humanos buscamos en nuestro corazón. Llevamos dentro muchas pobrezas, muchos fracasos, muchas ganas de vivir en paz con nosotros mismos, muchos sueños sobre nuestro mundo, muchos deseos de disfrutar del amor de Dios y de salir de nuestras oscuridades íntimas. Seguro que aquellos jóvenes tenían el corazón lleno de esperanzas: buscaban alguien que les enseñara lo decisivo de la vida, con quien convivir, que les iluminara. Sabemos que tras el encuentro con Jesús sus vidas fueron por otros caminos (Simón-Pedro). Parece que es imposible disfrutar del encuentro con el Señor sin que se produzcan cambios profundos en nosotros.

Precisamente Pablo en la carta a los Corintios destaca el compromiso total que, para la persona entera, cuerpo y espíritu, supone la vocación cristiana nacida del encuentro con Cristo y vivida en la fe y el compromiso del seguimiento. Pablo acentúa fuertemente la dignidad del cuerpo (rechazando la fornicación: concubinato, adulterio; el estilo de vida pagano...). Para el cristiano esta dignidad radica en el hecho de su incorporación a Cristo por el bautismo -la fe-, de suerte que se hace miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo. He aquí el fundamento de una ética cristiana del cuerpo. Su raíz está en la vocación cristiana que abarca a toda la persona, y dignifica profundamente el cuerpo -no lo banaliza-, poniéndolo al servicio de Dios.

 

Ojalá, como los discípulos, podamos decir con gozo: "Hemos encontrado al Mesías" y nos quedemos con Él. Él, seguro, se queda con nosotros: "Cuando todos te abandonan Dios sigue contigo" (Gandhi).  Que así sea con la Gracia de Dios.

9 de enero de 2021

"La caña cascada no la quebrará..."

2021. BAUTISMO DEL SEÑOR -B-  Is 42,1-4.6-7/Hch 10,34-38/Mc 1,6-11

 

. Isaías en su poema describe el estilo del siervo de Dios, nuevo profeta: "no gritará, no voceará por las calles, la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante (rescoldo) no lo apagará... El Señor te ha llamado para que abras los ojos al ciego, saques a los cautivos...". El Elegido de Dios trabajará en favor del derecho y la justicia y lo hará no con la violencia, gritos o agresividad, sino con suavidad y firmeza. La caña que está a punto de romperse no la acabará de romper, al contrario, la ayudará a mantenerse en pie. Así es como lo anuncia Isaías y así es también como retrata a Jesús Pedro en la carta que hemos escuchado: "Jesús de Nazaret, ungido por la fuerza del Espíritu, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos... porque Dios estaba con él". Con una sencillez impresionante resume en muy pocas palabras la misión de Jesús y su naturaleza:" pasó haciendo el bien". Es el estilo que le caracterizó toda su vida y en toda su actividad: firme y claro sí, pero siempre comprensivo y servicial, sobre todo con los más débiles y necesitados.

 

. El bautismo de Jesús nos recuerda también el nuestro. Todos nosotros hemos recibido el baño del agua y del Espíritu que nos ha hecho hijos de Dios y miembros de la comunidad de la Iglesia. Y lo hemos recibido para cumplir en nuestra vida la misión de ser testigos de Dios en medio del mundo; para vivir en la verdad de la vida y mostrar los valores del evangelio. Y para hacerlo con el mismo estilo de Jesús: no con la espada en la mano sino desde una actitud pacífica, de generosidad y, si es necesario, con la entrega de nosotros mismos; haciendo el bien que podamos con esos gestos sencillos que tanta importancia tienen en la vida cristiana; recordando que todos somos "Hijos amados y predilectos del Padre"-"Que él nos amó primero";   poniendo esperanza en los corazones acorralados por el miedo o la soledad con entrañas de misericordia.   El bautismo, también para nosotros, no ha sido una meta, sino el comienzo de una vida. El final no sabemos cuándo llegará, pero, mientras tanto, cada día (cada domingo) vamos escuchando la Palabra Dios, creyendo en su mensaje de   salvación, alimentándonos con su Cuerpo y con su Sangre, sacramentos de su presencia y cercanía, para reafirmar nuestra fe. Y todo ello nos ayuda en el compromiso de anunciar la Buena Noticia que llevamos en el corazón.  Toda nuestra vida, en el fondo, es un continuo bautismo, un continuo morir a nuestro hombre viejo, para resurgir, como Cristo, a una vida nueva.

 

. La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al estilo de Jesús. Pensamos en estrategias y recetas pastorales, pero también en cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de Jesús. La secularización creciente es un hecho ante el cual hemos de preguntarnos cómo renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que la Palabra pueda iluminar los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en el corazón. Nos asusta el futuro, la frialdad del mal en todas sus formas… y necesitamos, antes de elaborar respuestas, transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad. Estar bautizados en nombre de Jesús debe ser hoy, para nosotros, motivo de gozo, crecimiento y responsabilidad: "Tú eres mi hijo amado, mi predilecto".  Que así sea con la Gracia de Dios.

5 de enero de 2021

"Ellos... se pusieron en camino"

EPIFANÍA –B- Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3ª.5-6; Mt 2, 1-12

En estos días de Navidad vamos haciendo memoria de cómo Dios se va manifestando: a José y María, a los pastores, a los ancianos Simeón y Ana, a los magos de oriente… Cada uno de estos encuentros nos ofrece, al menos, dos aspectos a considerar:  el modo en el que Dios se revela y la forma en la que responden cada una de las personas implicadas.  En este día de la «Epifanía del Señor» la liturgia se centra en la revelación de Dios a los que no pertenecen al pueblo judío, a los que no son del pueblo de la Alianza. El profeta Isaías dice que «los pueblos caminarán a tu luz.. llegan tus hijos desde lejos»; san Pablo en la carta a los Efesios que «los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, partícipes de la misma Promesa» y en el evangelio son unos Magos de Oriente los que llegaron y «adoraron al niño». Todo ello nos habla de la universalidad de la salvación: Jesús, el Mesías, ha venido para todos los pueblos.

Esta es la lección de Dios:  no es propiedad de nadie o, en palabras de S. Juan: "es más grande que nuestro corazón". El pueblo judío creía que la salvación era sólo para él, y hoy tienen la misma tentación muchos cristianos, católicos o no. Dios viene a nuestro mundo para todos los pueblos y todas las personas. Somos nosotros quienes ponemos fronteras y diferencias, quienes distinguimos entre «los nuestros» y «los otros», entre los «de aquí» y los «extranjeros».

La última carta del Papa Francisco, «Fratelli tutti» sobre la fraternidad y la amistad social, no cita los textos de la liturgia de hoy, pero el punto de partida es lo que hoy celebramos: solo en la conciencia de ser todos hijos de un mismo Padre podremos fundar la hermandad que posibilite transformar nuestro mundo. Hacernos conscientes de que Dios ha elegido a «todos», es lo que nos puede ayudar a plantearnos el modo de responderle con nuestra fe, con nuestro modo de vivir.

Los "magos" en la cultura oriental del tiempo de Jesús podrían tener equivalencia en nuestro lenguaje a personas "sabias", "estudiosas", que buscan, se interrogan…  honestamente sobre la realidad, el mundo. Una sabiduría que consiste:

. En ser capaces de levantar la mirada hacia lo alto, más allá de lo inmediato que llena la vida (ocupaciones, pequeñas cosas de cada día, luces, regalos…); y de distinguir la luz de Dios entre todas las luces que brillan… para lo que hace falta tiempo, silencio, paciencia, confianza…

. En poner en su vida una buena dosis de valentía como para ponerse en camino siguiendo esa luz-estrella, confiando en su guía, desprendiéndose de seguridades y costumbres que les atan, y abriéndose a las gentes y pueblos que el camino les ofrece.

. En tener la humildad necesaria para preguntar y pedir ayuda cuando pierden el rastro de la estrella; y, cuando llegan, tener la capacidad de reconocer el origen de la luz, aunque contradiga sus expectativas.

. En adorar, o sea, reconocer el misterio de amor recibido gratuitamente, aceptar la propia incapacidad para corresponder a un don de tal magnitud, y, aun así, ofrecer lo que tienen y son.

Estos hombres extraños son un buen modelo en el que mirarnos. Seguramente ninguno de nosotros somos magos, pero sí poseemos un poco de esa «gracia de Dios que nos ha dado» y que nos ayuda a crecer en su sabiduría.  Este es nuestro momento de la historia en el que se nos invita a: alzar nuestra mirada más allá del aquí y ahora; a reconocer la luz de Dios guiando el camino de muchos hombres y mujeres que se arriesgan a caminar dejando atrás sus seguridades; a salir de nuestra pequeñez y encontrar a otros hombres y mujeres que piensan, sienten o creen distinto de nosotros y así participar en el proyecto de Dios; es tiempo de asumir que Dios es misterio y que no podemos aprehenderlo del todo… pero sí confiar en él… y adorarlo y ofrecerlo lo que somos. Que así sea con la Gracia de Dios. 

2 de enero de 2021

"Y la Palabra se hizo carne..."

. DOMINGO 2 DE NAVIDAD - Ecl 24, 12.8-12 / Ef 1, 3-6.15-18 / Jn 1, 1-18

 

. "La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros". Si Dios ha asumido nuestra condición humana significa que Dios ama al mundo, apuesta por el hombre; la persona tiene una extraordinaria dignidad. Por eso la tarea evangelizadora consiste en anunciar y hacer presente de forma creíble la amistad cordial de Dios con toda criatura. La evangelización no nacerá del recelo, del desprecio o la condena del ser humano actual, sino de una comunidad cristiana que ama al hombre con sus contradicciones y miserias, con sus resistencias y su pecado. Si Dios ha acampado entre nosotros, el encuentro con Dios sucede en el mundo. Dios está cercano, puede ser sentido, escuchado en el silencio y en el barullo. Él está presente en nuestra vida y los acontecimientos de nuestra historia por eso la experiencia humana es ya experiencia de Dios, el rostro humano es ya rostro de Dios. Dios nos ha amado profundamente y como prueba de su amor nos envía a su Hijo: verdadera fe.

. Desde la perspectiva de la Encarnación el mundo es lugar santo, la persona, toda persona, sea débil, humilde, olvidada, despreciable..., vale más que todo el oro del mundo, porque esa persona es sagrario de Dios. Esta es la gran novedad, inconcebible según los criterios humanos, absurda y escandalosa para tantos, del Dios que se ha encarnado de esta forma oculta, misteriosa. El Evangelio habla de Jesús como "luz verdadera" que viene al mundo, luz que "brilla en las tinieblas" y que "las tinieblas no la vencieron" (Jn 1,9.5).  Los testigos brillan con la luz de Jesús, no tienen luz propia. La Iglesia tampoco tiene luz propia; por eso los antiguos padres llamaron a la Iglesia "el misterio de la luna". Al igual que la luna no tiene luz propia, los testigos no tienen luz propia, son capaces de tomar la luz de Jesús y reflejarla.  Muchos son acusados falsamente y maltratados, pero en las tinieblas del odio, de la discriminación "que no le reconocen ni le reciben", hacen brillar la luz de Jesús: rezan por los que le están matando y los perdonan, como Jesús en la cruz.

. Hoy, siguen llevando luz a las tinieblas: las personas que responden al mal con el bien, que no ceden a la violencia y la mentira, sino que rompen la espiral del odio con la mansedumbre del amor. Estos testigos iluminan el alba de Dios en las noches del mundo. Pero, ¿cómo se convierte uno en testigo? Imitando a Jesús, tomando luz de Jesús. Este es el camino para todo cristiano. Y ciertamente vale la pena hacerlo, aunque a veces parece que no se cambia nada ni a nadie. Esta es una semilla de conversión para muchas personas.  Es una prueba de que los gestos de amor cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona. Muchos santos ocultos, testigos ocultos de vida, cambian la historia con pequeños gestos de amor, pequeñas cosas que abren la puerta, abren la ventana a la luz de Jesús. También nosotros podemos transformar el mal en bien todos los días, como sugiere un hermoso proverbio que dice: "Haz como la palmera, le tiran piedras y deja caer dátiles".

. San Pablo nos ha recordado que en Cristo hemos sido elegidos por Dios para ser "santos e intachables ante él por el amor", que la vida cristiana se configura con la unión a Cristo, con la vivencia de la filiación divina, con la gratitud propia de quien se sabe elegido, aunque no se considere digno. Nuestro Dios y la salvación que él nos regala son así: manifestación de su ser que es amor. Estamos llamados a compartir la divinidad de Aquel que eligió participar de la condición humana. Que así sea con su Gracia.