5 de enero de 2021

"Ellos... se pusieron en camino"

EPIFANÍA –B- Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3ª.5-6; Mt 2, 1-12

En estos días de Navidad vamos haciendo memoria de cómo Dios se va manifestando: a José y María, a los pastores, a los ancianos Simeón y Ana, a los magos de oriente… Cada uno de estos encuentros nos ofrece, al menos, dos aspectos a considerar:  el modo en el que Dios se revela y la forma en la que responden cada una de las personas implicadas.  En este día de la «Epifanía del Señor» la liturgia se centra en la revelación de Dios a los que no pertenecen al pueblo judío, a los que no son del pueblo de la Alianza. El profeta Isaías dice que «los pueblos caminarán a tu luz.. llegan tus hijos desde lejos»; san Pablo en la carta a los Efesios que «los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, partícipes de la misma Promesa» y en el evangelio son unos Magos de Oriente los que llegaron y «adoraron al niño». Todo ello nos habla de la universalidad de la salvación: Jesús, el Mesías, ha venido para todos los pueblos.

Esta es la lección de Dios:  no es propiedad de nadie o, en palabras de S. Juan: "es más grande que nuestro corazón". El pueblo judío creía que la salvación era sólo para él, y hoy tienen la misma tentación muchos cristianos, católicos o no. Dios viene a nuestro mundo para todos los pueblos y todas las personas. Somos nosotros quienes ponemos fronteras y diferencias, quienes distinguimos entre «los nuestros» y «los otros», entre los «de aquí» y los «extranjeros».

La última carta del Papa Francisco, «Fratelli tutti» sobre la fraternidad y la amistad social, no cita los textos de la liturgia de hoy, pero el punto de partida es lo que hoy celebramos: solo en la conciencia de ser todos hijos de un mismo Padre podremos fundar la hermandad que posibilite transformar nuestro mundo. Hacernos conscientes de que Dios ha elegido a «todos», es lo que nos puede ayudar a plantearnos el modo de responderle con nuestra fe, con nuestro modo de vivir.

Los "magos" en la cultura oriental del tiempo de Jesús podrían tener equivalencia en nuestro lenguaje a personas "sabias", "estudiosas", que buscan, se interrogan…  honestamente sobre la realidad, el mundo. Una sabiduría que consiste:

. En ser capaces de levantar la mirada hacia lo alto, más allá de lo inmediato que llena la vida (ocupaciones, pequeñas cosas de cada día, luces, regalos…); y de distinguir la luz de Dios entre todas las luces que brillan… para lo que hace falta tiempo, silencio, paciencia, confianza…

. En poner en su vida una buena dosis de valentía como para ponerse en camino siguiendo esa luz-estrella, confiando en su guía, desprendiéndose de seguridades y costumbres que les atan, y abriéndose a las gentes y pueblos que el camino les ofrece.

. En tener la humildad necesaria para preguntar y pedir ayuda cuando pierden el rastro de la estrella; y, cuando llegan, tener la capacidad de reconocer el origen de la luz, aunque contradiga sus expectativas.

. En adorar, o sea, reconocer el misterio de amor recibido gratuitamente, aceptar la propia incapacidad para corresponder a un don de tal magnitud, y, aun así, ofrecer lo que tienen y son.

Estos hombres extraños son un buen modelo en el que mirarnos. Seguramente ninguno de nosotros somos magos, pero sí poseemos un poco de esa «gracia de Dios que nos ha dado» y que nos ayuda a crecer en su sabiduría.  Este es nuestro momento de la historia en el que se nos invita a: alzar nuestra mirada más allá del aquí y ahora; a reconocer la luz de Dios guiando el camino de muchos hombres y mujeres que se arriesgan a caminar dejando atrás sus seguridades; a salir de nuestra pequeñez y encontrar a otros hombres y mujeres que piensan, sienten o creen distinto de nosotros y así participar en el proyecto de Dios; es tiempo de asumir que Dios es misterio y que no podemos aprehenderlo del todo… pero sí confiar en él… y adorarlo y ofrecerlo lo que somos. Que así sea con la Gracia de Dios. 

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