2 de enero de 2021

"Y la Palabra se hizo carne..."

. DOMINGO 2 DE NAVIDAD - Ecl 24, 12.8-12 / Ef 1, 3-6.15-18 / Jn 1, 1-18

 

. "La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros". Si Dios ha asumido nuestra condición humana significa que Dios ama al mundo, apuesta por el hombre; la persona tiene una extraordinaria dignidad. Por eso la tarea evangelizadora consiste en anunciar y hacer presente de forma creíble la amistad cordial de Dios con toda criatura. La evangelización no nacerá del recelo, del desprecio o la condena del ser humano actual, sino de una comunidad cristiana que ama al hombre con sus contradicciones y miserias, con sus resistencias y su pecado. Si Dios ha acampado entre nosotros, el encuentro con Dios sucede en el mundo. Dios está cercano, puede ser sentido, escuchado en el silencio y en el barullo. Él está presente en nuestra vida y los acontecimientos de nuestra historia por eso la experiencia humana es ya experiencia de Dios, el rostro humano es ya rostro de Dios. Dios nos ha amado profundamente y como prueba de su amor nos envía a su Hijo: verdadera fe.

. Desde la perspectiva de la Encarnación el mundo es lugar santo, la persona, toda persona, sea débil, humilde, olvidada, despreciable..., vale más que todo el oro del mundo, porque esa persona es sagrario de Dios. Esta es la gran novedad, inconcebible según los criterios humanos, absurda y escandalosa para tantos, del Dios que se ha encarnado de esta forma oculta, misteriosa. El Evangelio habla de Jesús como "luz verdadera" que viene al mundo, luz que "brilla en las tinieblas" y que "las tinieblas no la vencieron" (Jn 1,9.5).  Los testigos brillan con la luz de Jesús, no tienen luz propia. La Iglesia tampoco tiene luz propia; por eso los antiguos padres llamaron a la Iglesia "el misterio de la luna". Al igual que la luna no tiene luz propia, los testigos no tienen luz propia, son capaces de tomar la luz de Jesús y reflejarla.  Muchos son acusados falsamente y maltratados, pero en las tinieblas del odio, de la discriminación "que no le reconocen ni le reciben", hacen brillar la luz de Jesús: rezan por los que le están matando y los perdonan, como Jesús en la cruz.

. Hoy, siguen llevando luz a las tinieblas: las personas que responden al mal con el bien, que no ceden a la violencia y la mentira, sino que rompen la espiral del odio con la mansedumbre del amor. Estos testigos iluminan el alba de Dios en las noches del mundo. Pero, ¿cómo se convierte uno en testigo? Imitando a Jesús, tomando luz de Jesús. Este es el camino para todo cristiano. Y ciertamente vale la pena hacerlo, aunque a veces parece que no se cambia nada ni a nadie. Esta es una semilla de conversión para muchas personas.  Es una prueba de que los gestos de amor cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona. Muchos santos ocultos, testigos ocultos de vida, cambian la historia con pequeños gestos de amor, pequeñas cosas que abren la puerta, abren la ventana a la luz de Jesús. También nosotros podemos transformar el mal en bien todos los días, como sugiere un hermoso proverbio que dice: "Haz como la palmera, le tiran piedras y deja caer dátiles".

. San Pablo nos ha recordado que en Cristo hemos sido elegidos por Dios para ser "santos e intachables ante él por el amor", que la vida cristiana se configura con la unión a Cristo, con la vivencia de la filiación divina, con la gratitud propia de quien se sabe elegido, aunque no se considere digno. Nuestro Dios y la salvación que él nos regala son así: manifestación de su ser que es amor. Estamos llamados a compartir la divinidad de Aquel que eligió participar de la condición humana. Que así sea con su Gracia.

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