24 de diciembre de 2023

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande..."

2023. Nochebuena-B- Misa de medianoche: Is 9, 2-7/Tito 2, 11-14/Lc 2,1-14

 

 

. "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande…" hay algo en la Navidad que habla de la incesante novedad del mundo, de la posibilidad de estrenarlo e iluminarlo de nuevo… cuando ya lo creíamos marchito y caduco… del asombro…

 

"Señor, ¿cómo entender el misterio de Belén?

Al Dios de los ejércitos puedo temerle.

Al Dios de los filósofos, admirarle.

Al Dios de los teólogos, comprenderle.

Al Dios de los reyes, envidiarle.

Hasta al Dios de los buenos, seguirle…

Pero el Dios hecho niño, fragilidad, indefensión, sólo sí, sólo, -gracias, Señor- le puedo… AMAR.

 

Esta es la "novedad" de la Nochebuena, la "luz" en medio del mundo que camina en oscuridad, el "florecer" lento pero real de los árboles caducos en invierno…

 

 

El Niño Dios nos enseña a ser sencillos y humildes. Nosotros queremos ser poderosos; hacer cosas grandes. Nos encanta construir torres elevadas hasta el cielo. Deseamos ser dioses, comiendo la "fruta apetitosa" del paraíso, ignorando el mandato divino. Pero el Dios verdadero bajó hasta noso­tros despojándose de gloria y de poder. Se hizo niño. Nos enseñó los caminos de la humildad y del servicio, de la esperanza y de la fraternidad. Son éstos y no otros los caminos que nos divinizan, que nos introducen directamente en el Misterio del amor de Dios.

 

Esta santa noche encontraremos, como decía el ángel, "un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre"; también a María y a José, sus padres. Son como un retrato de la familia divina. Y son el fermento de una humanidad nueva, entrañable y solidaria, gozosa, abierta y acogedora. La clave está en cómo recibimos nosotros la llegada en toda su humildad del Niño-Dios. De Aquel que, en palabras de San Agustín: "se hace hombre para divinizarnos a nosotros", por el camino del amor.

 

El Niño Dios nos enseña a ser humanos. Jesús se revistió de la naturaleza humana. Hoy viene a nosotros y podemos descubrirle en nuestros hermanos, en los hombres y mujeres de nuestro mundo. Muchas veces no le queremos ver cuando llama a nuestra puerta, le rechazamos como fueron también rechazados José y María en Belén. Este es el gran drama del hombre: el rechazo de Dios y del hermano. Es significativo ver cómo tuvieron que ir fuera de los muros de la ciudad, cómo los primeros que se dieron cuenta del nacimiento de su hijo fueron los excluidos de aquella época, los pastores, que eran mal vistos porque no podían participar del culto como los demás y vivían al margen. Su trono fue un pesebre, su palacio un establo, su compañía un buey y una mula… ¡Por algo quiso Dios que fuera así! El vino a darnos una lección de humanidad.

 

 

 

 

Dios es comunicación, comunidad, comunión. Dios no es solitario; Dios es familia. Dios es Trinidad. Por eso, lo más esencial del hombre es su capacidad de apertura y común unión. Necesitamos, para ser verdaderamente humanos, unos de los otros; sin los otros no sabríamos nada de nosotros mismos, ni siquiera nuestro nombre; los otros me vacían y me dan plenitud, nos abren nuevos horizontes, nos hacen felices. El "otro" es mi hermano.

 

El niño nos trae la paz.  Él es nuestra paz. Por eso esta Noche, Noche de "Paz en la tierra", recordamos a quienes viven en medio de conflictos y guerras (hoy, en la tierra de Jesús).  A miles de cristianos y personas de buena voluntad en los campos de refugiados…  les espera una Navidad bastante similar a la primera Navidad de la historia: desplazados de sus hogares, a la intemperie en tiendas de campaña, sometidos a las bajas temperaturas… pero ellos encenderán sus velas y celebrarán el triunfo de la vida frente a la barbarie; ellos son capaces de mantener la esperanza, la que no defrauda, porque está anclada en la fe en Jesucristo, "Dios con nosotros".

 

"Gloria de Dios en lo alto del cielo" y "paz en la tierra".  Cristo se nos da, y con ello nos da su paz. Nos la da para que la llevemos como luz que ilumine los corazones llenos de odio; para que seamos pacificadores y contribuyamos así al entendimiento y la justicia entre todos.  Es tanto como rezar por un milagro, pero los milagros existen y,  como dice el poeta (Lope de Vega), "efectos son del amor/ de su infinito poder". Esta noche está permitido soñar porque el Dios y Señor de la historia nos muestra su amor infinito en Jesús, nacido en Belén para darnos vida, vida eterna. ¡Feliz Navidad!

 

23 de diciembre de 2023

"Hágase en mí..."

. DOMINGO IV ADV. -B- 2Sm 7,1-5.8-11.17/Rom 16,25-27/Lc 1,26-38 B

Escuchamos el evangelio de la Anunciación con el fin de iluminar el misterio de la Natividad del Señor y poder acogerlo con alegría. La Virgen elegida para ser la Madre del Mesías; injertada en la historia de salvación del pueblo de Dios que quiere acogerlo, lo espera. La salvación tiene siempre que ver con personas concretas en momentos determinados, tejida de palabras y obras, silencios, esperas, preguntas, inquietudes… tiene que ver con nuestra historia.

María es elegida para ser templo de Dios, arca de la nueva alianza…. Su Hijo concebido por obra del Espíritu Santo establecerá su morada en ella, inmaculada. ¡Alégrate!...  se nos invita a alegrarnos de la iniciativa de Dios que viene ahora a través de cada persona y acontecimiento… que un día vendrá en la gloria para llevar a plenitud toda la creación.

Dios nos elige a cada uno de nosotros para llevar a cabo su obra, su historia de amor infinito al mundo; edifica su templo con "piedras vivas", elegidas por amor para formar parte de la construcción de su casa, de su morada entre los hombres. Siempre podemos preguntarnos: "¿Cómo será eso?  ¿cómo yo puedo ser morada de Dios?". Solo el espíritu puede hacer esta obra en nosotros; el mismo espíritu que cubrió a María con su sombra es el que nos cubre a nosotros para que nuestra vida puede engendrar paz y dar a luz a Cristo en el mundo.

¿Y qué se nos pide?:

. Nuestro "Fiat", "Hágase en mí según tu palabra".  El Señor quiere encontrarse con cada corazón para llevarlo de vida y de esperanza y lo hace a través de nuestra frágil humanidad…

. No perder el sentido de lo sagrado, de lo divino, del Misterio que rodea nuestra vida en cada momento. Algunos niegan este Misterio es porque no encaja en sus mentes y dicen que es irracional; no encaja en su corazón en dónde sólo cabe él solito; no encaja en su voluntad porque este misterio pide mucho cambio de vida y dicen que es fastidioso.

. Abrir los oídos del alma, dejarnos poseer por él, como María: Creer. Creer es mucho más que entender. Es más, es ir más allá del entender, fiándonos de la Palabra de Dios que no engaña, ni decepciona. Creer es tender el cheque en blanco a Dios para que escriba lo que Él quiera, porque siempre será para nuestra salvación y felicidad.

. Nos dice san Agustín: "Llena de fe concibió a Cristo en su mente antes que en su seno, al responder: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí lo que dices" (Lc 1,35)".  "En el alma la fe, y en el vientre Cristo". 

. Y se os pide vivir este Misterio y según este Misterio, que no puede quedar sólo a nivel intelectual y afectivo. Tiene que invadir, tocar y transformar nuestra vida. Vivir de acuerdo con lo que se cree, no permitir rupturas entre lo que se vive y se cree, este es el núcleo más íntimo de la coherencia y fidelidad.

Que así sea con la Gracia de Dios.