31 de diciembre de 2020

"Encontraron a María y a José y al niño acostado..."

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS - Nm 6, 22-27 / Gal 4, 4-7 / Lc 2, 16-21

. Qué seguridad nos da comenzar el año escuchando la fórmula de Bendición que Dios enseña a Moisés. Es la "bendición sacerdotal" con la que Aarón y sus hijos han de bendecir al pueblo de Israel en nombre de Dios. Esta bendición es todo un compromiso divino de cercanía y providencia, de protección, iluminando su Rostro sobre nosotros, "sobre ti, en ti".  Invoquemos con fe el Nombre de Dios, como lo hacía Israel, empezando el año con buen pie en la tierra firme del amor de Dios y del amor a Dios.

. El evangelio que proclamamos en esta Solemnidad es la continuación de aquel de la Misa de Nochebuena. Entonces, a los pastores se les anunció el nacimiento del Salvador: "Hoy en la ciudad de David os ha nacido el Salvador", y ahora, estos pastores, van corriendo a comprobarlo y: "encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre". Se admiran de lo "que han visto y oído" y lo cuentan y comunican a todos, mientras María, por su parte, "guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón".   

. La Navidad acontece en el corazón de aquel que tiene ojos grandes, para admirar y dejarse seducir a la vez, por tan humilde y sublime Presencia. María interioriza este Misterio inefable y lo tamiza a la luz de Dios que habla en el corazón, verdadero pesebre, donde el Emmanuel quiere encontrar sitio y recostarse, quedarse. En María, la Virgen contemplativa, está la clave para vivir la Navidad como misterio permanente de la Presencia y acción de Dios en nuestra vida.

. El evangelio termina señalando el hecho trascendental que acontecía en las casas hebreas a los ocho días del nacimiento de un niño: su circuncisión, el signo de pertenencia al pueblo de Israel, y la imposición del nombre que determinaría la misión de la criatura durante toda su vida. Siguiendo las indicaciones dadas por el ángel, el Niño es llamado "Jesús": "Dios salva, Salvador". Esa será su misión, salvar y reconciliarnos con Dios; para eso "ha puesto su tienda entre nosotros".

. En este día se celebra la 54ª Jornada Mundial de la Paz. El Papa Francisco en su Mensaje titulado: "La cultura del cuidado como camino de la paz", recuerda que "para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día", es muy importante proponer la educación para el cuidado mutuo que "nace en la familia, núcleo natural y fundamental de la sociedad, donde se aprende a vivir en relación y en respeto mutuo. Sin embargo, es necesario poner a la familia en condiciones de cumplir esta tarea vital e indispensable".

.  Y añade que, en este tiempo, "en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la 'brújula' de los principios sociales fundamentales, pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común", para 'formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros'". No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás; de construir sobre "egos omnipotentes"; no nos acostumbremos a desviar la mirada del otro; hagamos el esfuerzo de intentar construir cada día una comunidad de hermanos que se acogen, se respetan, se cuidan y quieren.

. Como nos ha recordado S. Pablo, en el misterio de su Hijo "nacido de una Mujer", en nuestra carne para salvarla, y nacido "bajo la Ley" inaugurando el tiempo de la gracia, Dios nos ha hecho sus hijos de adopción, enviándonos el mismo Espíritu de su Hijo "que clama Abba".   Gracias al misterio de la maternidad divina de María, Dios nos ha hecho partícipes en la filiación de su Hijo al modo de adopción.  En Cristo nos perdona, nos hace "hijos" y "herederos" como el Hijo. Esa ha sido su amorosa voluntad para con nosotros. Amén. 

24 de diciembre de 2020

"...revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad...."

LA SAGRADA FAMILIA – Eclo 3, 2-6.12-14/Col 3, 12-21/Lc 2, 22-40

 

. "Crear "hogar" en definitiva «es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos utilitarios o funcionales, unidos de tal manera que sintamos la vida un poco más humana. Crear hogares, "casas de comunión", es permitir que la profecía tome cuerpo y haga nuestras horas y días menos inhóspitos, menos indiferentes y anónimos. Es tejer lazos que se construyen con gestos sencillos, cotidianos y que todos podemos realizar. Un hogar necesita de la colaboración de todos. Nadie puede ser indiferente o ajeno, ya que cada uno es piedra necesaria en su construcción. Y eso implica pedirle al Señor que nos regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, de aprender a perdonarse; aprender todos los días a volver a empezar… todas las veces que sean necesarias. Crear lazos fuertes exige de la confianza que se alimenta todos los días de la paciencia y el perdón. Y así se produce el milagro de experimentar que aquí se nace de nuevo (…) porque sentimos actuante la caricia de Dios que nos posibilita soñar el mundo más humano y, por tanto, más divino». (ChV, 217)

. La familia es esencial para construir el presente y el futuro. Pensar el mundo desde la familia es volver a humanizar la sociedad que las ideologías del "yo" han puesto al borde del abismo. Nuestro mundo debe pasar de construirse sobre "egos omnipotentes" y comenzar a pensar al ser humano en sus vínculos y relaciones; hacerlo no es quitar importancia a la libertad personal ni reducir sus derechos sino, por el contrario, cuidar de ellos integralmente. La persona es relación y, en la relación, el cuidado de la familia, de la amistad, creación… se encuentra a sí misma y puede crecer y robustecerse "llena sabiduría". 

. La familia humana, cristiana, basada en el amor y el respeto, sostenida por la Gracia del matrimonio, refuerza los vínculos de unión entre todos sus miembros, sostiene cada vida de cada uno en su etapa de crecimiento y madurez, se construye cada día con la aportación de todos, alimenta los sueños y las esperanzas… y lo hace desde la fidelidad de cada día, los gestos de ternura, el perdón, la vivencia y transmisión de la fe y de las virtudes y valores que iluminan la vida en todas las circunstancias.  La familia es auténtica escuela de vida en la que se aprende, por experiencia, a reconocer a Jesús en el otro, en cuantos nos rodean, especialmente los más necesitados, como Simón y Ana.  Formar, construir, cuidar la familia es un trabajo artesanal que vale la pena realizar por el bien de la persona y de la sociedad; una "preciosa joya" (S. J. Manyanet) del mundo que descubre en Nazaret el designio de Dios sobre ella.

. El papa Benedicto XVI en el EMF de Valencia, cuando se refirió a los abuelos como «un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones». Y el Papa Francisco: «la falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que solo cuentan nuestros intereses individuales. Así, «objeto de descarte no es solo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos». Vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus. No tenían que morir así».

. Los ancianos son un verdadero tesoro para la Iglesia y para la sociedad. En la tradición de la Iglesia hay todo un bagaje de sabiduría que siempre ha sido la base de una cultura de cercanía a los ancianos, una disposición al acompañamiento afectuoso y solidario en la parte final de la vida, cuidándolos, curándolos: "Porque la compasión hacia el padre no será olvidada".

. Y acabo con San Pablo que nos ofrece un programa perfecto de comunidad, que nosotros podemos aplicar a la familia: comprensión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, perdón, agradecimiento, paz… Todas estas actitudes son la base de una vida en familia cristiana. Todas estas actitudes se pueden resumir en una única palabra: amor-Nazaret. Que así sea con la Gracia de Dios.

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande..."

Nochebuena-Misa de Vísperas/medianoche: Is 9, 2-7/Tito 2, 11-14/Lc 2,1-14

 

. "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una Luz grande…". Apenas ha iniciado el invierno. Árboles desnudos de hojas, frío, mañanas y atardeceres helados, menos luz… y, sin embargo, hay algo en la Navidad que habla de la incesante novedad del mundo, de la posibilidad de estrenarlo e iluminarlo de nuevo… cuando ya lo creíamos marchito y caduco…

 

. Es verdad que añoramos y rememoramos el paraíso de la infancia, que aumenta el sentimiento por la ausencia de las personas que amamos y ya no están o el dolor por las rupturas familiares, por no poder encontramos físicamente… por no poder dar un abrazo, curiosamente, porque nos queremos…. Pero la situación que estamos viviendo ha de ayudarnos a valorar más las cosas importantes de la vida, a nuestros seres queridos, a dar gracias por ellos, expresarles nuestro amor, a cuidarnos pese a renunciar a reunirnos…

 

. "No temáis: os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo…". Jesús se presenta de nuevo ante un mundo azotado por la pandemia que ha traído muerte, sufrimiento, soledad, ansiedad… ¿cómo encontrar ese camino hacia Belén en este momento de la humanidad con millones de personas infectadas, tantos muertos, miles encerrados en sus casas…y los efectos sociales de la crisis económica y social? ¿Cómo comunicar la buena noticia y revivirla de forma amable?

 

. "Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales, lo acostó en un pesebre porque no había sitio en la posada". Nos tenemos que abrir a un Dios siempre distinto y siempre mayor de lo que esperamos, que se hace presente en lo profundo, lo más interior de la vida y la historia, en el corazón… Se puede encender la luz de Jesús, tímida y frágil, marginal, pero que ninguna oscuridad puede apagar porque es la Luz de la Vida, la Luz de la esperanza.

 

. Navidad enseña que el "milagro" de refundar nuestra vida es posible como Dios Creador "refundó" la suya haciéndose "niño" …. Adorar a Dios exige agacharse, entrar en una cueva, reparar en la fragilidad de un niño, de la vida… y descubrir que no hay felicidad sin la aceptación plena de lo que somos; y lo que somos, incluye a la dimensión espiritual que se abre al Misterio. No se puede expulsar a Dios del horizonte vital; hacerlo es perdernos…. Chesterton decía: "Quitad lo sobrenatural y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural".

 

. Si Dios viene a nuestro encuentro es para que podamos caminar hacia Él, y, aún en nuestra dispersión, podamos encontrarle; si nos mira es para que podamos verle; si nos escucha es para que sepamos que estamos siendo atendidos; si extiende sus brazos hacia nosotros es para que aprendamos a abrazarnos de nuevo. Y si nace cada año es para que podamos renacer y descubrir en sus ojos la generosidad y la ternura, aclarar nuestra visión de la vida y las cosas; construir el pesebre donde aún podamos reinventarnos: las dos manos abiertas son un pesebre; la misericordia y el perdón son el calor del pesebre y en una vida que se abre a la fraternidad habita, incluso sin saberlo, en el misterio eterno de la Navidad.

 

. Esta Navidad ciertamente está siendo diferente: con ausencias amargas, menos ruidos, menos agitada… más humilde, sencilla y esto nos permitirá recuperar nuestra fragilidad y al hacerlo nos atreveremos a entrar en la cueva donde Dios espera…. A recuperar solo lo que merece la pena, ese espacio interior donde el silencio, la contemplación, la sencillez y el asombro nos ayudan a descubrir a Dios en la mitad de todo esto… Algo nuevo, bueno, hermoso, verdadero puede brotar en estos momentos: "un niño es la esperanza del mundo".

 

. "Se ha manifestado la gloria de Dios". Por ello llevemos una vida santa, sobria, religiosa. Si nos hiere la amargura, creamos firmemente en todas las personas que todavía trabajan para el bien: en su humildad está la semilla de un mundo nuevo. Cultivemos el asombro. Vivamos, amemos, soñemos, creamos... Y, con la gracia de Dios, no desesperemos nunca: "Nos ha nacido un Salvador". Este es el milagro que salva al mundo.  Que así sea con su Gracia. 

19 de diciembre de 2020

"Hágase en mi..."

DOMINGO IV ADV. -B- 2Sm 7,1-5.8-11.17/Rom 16,25-27/Lc 1,26-38

. La primera lectura nos anuncia la promesa: "… yo suscitaré descendencia tuya después de ti… Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo". Esta promesa de futuro se mantendrá en el tiempo y en la interpretación de la historia: Dios enviará un descendiente "de la casa de David". El cumplimiento de esta promesa pasa por la "obediencia en la fe", como ha dicho San Pablo en la segunda lectura, por la "humildad de la esclava" como ha dicho S. Lucas en el evangelio. Los profetas, Juan el Bautista ponen en tensión la esperanza, hacen levantar la mirada hacia ese futuro que es de Dios y se cumple no imponiéndose desde fuera, sin dar oportunidad a la palabra humana, sino desde dentro, desde la aceptación de María y de toda persona humana: "Hágase en mí según tu palabra". Ella es la "puerta" por la que Jesús entra en carne en la historia, la que culmina el tiempo de espera que culmina en la revelación de Jesucristo.

. Es el Espíritu de Dios quien lleva la iniciativa y dirige los hilos de la historia, si bien sirviéndose de personas atentas y dóciles a su llamada (Juan el Bautista, María, Isabel, Zacarías, el anciano Simeón). En otras palabras, una historia enmarcada en la trascendencia insondable de un Dios necesitado de la colaboración humana para llevar a cabo sus providentes designios. Es en el encuentro amistoso en la interioridad, no en el fastuoso templo que quería construirle David (1ª lectura), donde Dios encuentra su casa, como ocurrió con María. Ella, envuelta y transfigurada por el Misterio, convertida en auténtica "tienda del encuentro" en la que Dios renueva su Alianza con los hombres, dispuesta y decidida a dar un sí gozoso y esperanzado a la propuesta del mensajero divino. Con temor y temblor, desbordados por el misterio, pero con la indefectible confianza de quien asiente a la Palabra de un Dios fiel a sus promesas. Es la actitud reflexiva y contemplativa de María, acogiendo la palabra del ángel, la que le permite fecundar el fruto de sus entrañas.  

. El Papa Benedicto XVI escribe en su encíclica "Spe salvi":

"… La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)(49). Y añade: "Por ti, por tu «sí», la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho «sí»: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) (50)

 

María es la imagen de la Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza al mundo por los montes y valles de la historia. Esperanza que es gozo y es también sufrimiento. La vida es camino y meta, un viaje, a veces entre borrascas que pueden tener el nombre de coronavirus o de otras pandemias con las que convivimos a diario y que tanto daño hacen.  Un viaje donde las verdaderas estrellas que nos guían son personas que irradian luz y esperanza hasta llegar a quien es Luz por antonomasia: Jesucristo que puso su tienda entre nosotros aquella noche de Navidad. Caminamos en la esperanza; Dios va a nuestro lado, en nuestro corazón,  por eso la vida se abre paso, vemos la Luz al final del túnel. Que así sea con la Gracia de Dios. 

16 de diciembre de 2020

S. José Manyanet

2020. FIESTA DEL P. FUNDADOR – SAN ANDRÉS, 16.12.2020

Gn 12, 1-4-Salmo 11-1 Jn 1-4-Mc 3, 20-21.31-35

Estimada comunidad religiosa, parroquial, educativa, amigos todos "hijos e hijas espirituales de San José Manyanet":

. ¿Quiénes son mi madre, mi padre…? Buscan la voluntad de Dios y la cumplen…".

. Somos la familia de Jesús; somos Nazaret universal, abierto a todos los hombres y mujeres del mundo; queremos escuchar, entender, aceptar, cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas y hacerlo como hermanos, como familia, como comunidad…. Vivimos una situación incierta. Sentimos nuestra fragilidad, vulnerabilidad como personas; si alguna vez nos "creímos dioses" experimentamos ahora nuestra mortalidad y contingencia…y, sin embargo, mantenemos viva nuestra fe y nuestra esperanza, porque descubrirnos, en la humildad, la verdad de lo que somos, en la realidad de nuestra familia y de nuestra historia y esto ¡nos hace grandes!

 

. En ocasiones tenemos que pasar el camino del desierto; dejar la comodidad y los espacios de confort y seguridad en los que nos encontrábamos cómodos y salir a una realidad nueva, "una tierra que te mostraré".  Ponerse en camino no es fácil, dejar atrás todas las seguridades tampoco, ver con incerteza el futuro asusta… y es humano que así sea, como es también humano no rendirse, caminar, sacrificarse, luchar, soñar y vislumbrar ya una tierra nueva y mejor para todos…  La humanidad ha logrado metas extraordinarias gracias a haber conservado la esperanza, y grandes cosas logra realizar Dios en el hombre cuando la esperanza se mantiene viva dentro de él, porque la misma hunde sus raíces en la fe y es reflejo de un corazón abierto, de un corazón que cree. Por ello es posible «esperar contra toda esperanza», gracias a la predisposición del hombre y el actuar de Dios.

 

. Donde estamos viviendo la vida, ahí… mantenemos la esperanza. No nos rendimos a la noche. Recordamos que el primer enemigo a derrotar no es el virus, no está fuera, está dentro de nosotros. Es necesario rechazar pensamientos oscuros, amargos… confiar en Dios, en su Espíritu que mueve todo hacia el bien; es necesario construir puentes, abrir veredas, alzar la mirada…. la fe y la esperanza avanzan juntas. Dios no defrauda. Toda lucha tiene sentido. Al final nos espera no un naufragio, sino Dios, la vida, la eterna primavera, "un niño que nace…".

 

. "Un Nazaret en cada hogar" es un hogar para construir día a día, levantándonos, obrando la paz entre los hombres y mujeres, la armonía en la familia… sin dejar que nada nos paralice los pasos,  ayudando y dejándonos ayudar… amando a las personas una a una, por lo que son… cada una tiene su propia historia que contar…. Siendo responsables de este mundo y de la vida de cada persona, de cada "niño-a" confiado nuestras manos. La vida no cesa… y cada día se nos pide el valor de la entrega, del sacrifico, de la generosidad, de la enseñanza y el ejemplo; el amor y el coraje de la verdad y esos ideales que nos engrandecen como familia, educadores, maestros, padres…

. San José Manyanet (M. Encarnación, los Mártires, Siervo de Dios P. Morera…) se pusieron en camino dejando al lado  cualquier comodidad, sufrieron miedos e incertidumbres… y se mantuvieron en actitud de escucha, búsqueda  y respondieron a la voluntad de Dios sobre ellos, se mantuvieron firmes en el seguimiento del Maestro… y desde la fidelidad, transformaron sus vidas y la sociedad viviendo los valores genuinos del Evangelio, la familia, la educación… comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida sencillo, humano, nazareno, compasivo. Mostrándonos con sus palabras y obras que lo vivieron, sintieron, contemplaron, experimentaron…

. Como ellos, compartamos lo que vivimos, también los sueños de un mundo que todavía no se ve pero que viene y vendrá en Jesús de Nazaret, nacido para darnos vida, luz, salvación.  "Ánimo, pues y adelante", decía S. José Manyanet. Con la Gracia de Dios todo es posible.

 

13 de diciembre de 2020

SAN JOSÉ MANYANET-16.12.2020

2020. FIESTA DEL P. FUNDADOR – SAN ANDRÉS, 16.12.2020

Gn 12, 1-4-Salmo 11-1 Jn 1-4-Mc 3, 20-21.31-35

Estimada comunidad religiosa, parroquial, educativa, amigos todos "hijos e hijas espirituales de San José Manyanet": ¿Quiénes son mi madre, mi padre…? Buscan la voluntad de Dios y la cumplen…".

. Somos la familia de Jesús; somos Nazaret universal, abierto a todos los hombres y mujeres del mundo; buscamos escuchar, entender, aceptar, cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas y hacerlo como hermanos, como familia, como comunidad…. Vivimos una situación incierta. Sentimos nuestra fragilidad, vulnerabilidad como personas; si alguna vez nos "creímos dioses" experimentamos ahora nuestra mortalidad y contingencia… y, sin embargo, mantenemos viva nuestra fe y nuestra esperanza, porque descubrirnos, en la humildad, la  verdad de lo que somos, en la realidad de nuestra familia y de nuestra historia y esto nos hace grandes!

 

. En ocasiones tenemos que pasar el camino del desierto; dejar la comodidad y los espacios de confort y seguridad en los que nos encontrábamos cómodos y salir a una realidad nueva, "una tierra que te mostraré".  Ponerse en camino no es fácil, dejar atrás todas las seguridades tampoco, ver con incerteza el futuro asusta… y es humano que así sea, como es también humano no rendirse, caminar, sacrificarse, luchar, soñar y vislumbrar ya una tierra nueva y mejor para todos…  La humanidad ha logrado metas extraordinarias gracias a haber conservado la esperanza, y grandes cosas logra realizar Dios en el hombre cuando la esperanza se mantiene viva dentro de él, porque la misma hunde sus raíces en la fe y es reflejo de un corazón abierto, de un corazón que cree. Por ello es posible «esperar contra toda esperanza», gracias a la predisposición del hombre y el actuar de Dios.

 

. Donde estamos viviendo la vida, ahí… mantenemos la esperanza. No nos rendimos a la noche. Recordamos que el primer enemigo a derrotar no es el virus, no está fuera, está dentro de nosotros. Es necesario rechazar pensamientos oscuros, amargos… confiar en Dios, en su Espíritu que mueve todo hacia el bien; es necesario construir puentes, abrir veredas, alzar la mirada…. la fe y la esperanza avanzan juntas. Dios no defrauda. Toda lucha tiene sentido. Al final nos espera no un naufragio, sino Dios, la vida, la eterna primavera, "un niño que nace…".

 

. "Un Nazaret en cada hogar" es un hogar para construir día a día, levantándonos, obrando la paz entre los hombres y mujeres, la armonía en la familia… sin dejar que nada nos paralice los pasos, levantándonos siempre, ayudando y dejándonos ayudar… amando a las personas una a una, por lo que son… cada una tiene su propia historia que contar…. Siendo responsables de este mundo y de la vida de cada persona, de cada "niño-a" confiado nuestras manos. La vida no cesa… y cada día se nos pide el valor de la entrega, del sacrifico, de la generosidad, de la enseñanza y el ejemplo; el amor y el coraje de la verdad y esos ideales que nos engrandecen como familia, educadores, maestros, padres…

. San José Manyanet (M. Encarnación, los Mártires, Siervo de Dios P. Morera…) se pusieron en camino dejando al lado  cualquier comodidad, sufrieron miedos e incertidumbres… y se mantuvieron en actitud de escucha, búsqueda  y respondieron a la voluntad de Dios sobre ellos, se mantuvieron firmes en el seguimiento del Maestro… y desde la fidelidad, transformaron sus vidas y la sociedad viviendo los valores genuinos del Evangelio, la familia, la educación… comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida sencillo, humano, nazareno, compasivo. Mostrándonos con sus palabras y obras que lo vivieron, sintieron, contemplaron, experimentaron…

. Como ellos, compartamos lo que vivimos, también los sueños de un mundo que todavía no se ve pero que viene y vendrá en Jesús de Nazaret, nacido para darnos vida, luz, salvación.  "Ánimo, pues y adelante", decía S. José Manyanet. Con la Gracia de Dios todo es posible.

12 de diciembre de 2020

"...daba testimonio de la luz"

2020. III DOMINGO ADV -A-  Is 35,1-10/St 5,7-10/ Mt 11,2-11

.  Todos nosotros estamos llamados a compartir la luz y alegría, -que nacen del encuentro con Jesús, el Mesías-  para dar testimonio de claridad y esperanza a cuantos no encuentran ninguna razón para alegrarse.  Sin despreciar el valor de las satisfacciones humanas que son necesarias y buenas, la alegría cristiana es la del caminante, del que busca sin encontrar todavía, del que lucha sin haber conseguido el triunfo final, del insatisfecho porque no ha alcanzado la meta e incluso  del que está en tinieblas, pero sabe que no se ha apagado el sol, del que se levanta de nuevo después de haber caído..., en palabras de Isaías: "del que venda los corazones rotos, proclama a los prisioneros la libertad, dignifica al hombre abandonado…"

 

. Estamos llamados a ser testigos, como Juan, de la Luz y la Verdad. Esto nos pide en primer lugar, dejarnos iluminar interiormente por la Luz verdadera que es Cristo. Nosotros no somos la Luz, pero podemos proyectar la que hemos recibido en el Bautismo. En un mundo oscurecido donde se han borrado las fronteras entre el bien y el mal, del día y la noche, entre los verdugos que no se arrepientes de sus actos y las víctimas… esa es una buena tarea para el cristiano: ser testigo de luz con una vida iluminada por las buenas obras. Esta es la gran responsabilidad de todo creyente, la misión que se nos ha encomendado: preparar los caminos del Señor, cada uno por sus propias sendas, pero todos en la misma dirección. No podemos pactar jamás con la mediocridad ambiental en la que parece que "todo es lo mismo y vale lo mismo". Vivir en la Verdad, transparentar a Cristo Verdad, sin imposiciones porque la Luz y la Verdad no se imponen, pero con la conciencia clara de nuestra humilde misión.

 

. Alegría, luz… hombres y mujeres de fe en nuestros días y en medio de las situaciones que nos toca vivir. Alegría, luz que no vienen del exterior o de situaciones favorables (que ciertamente ayudan y ojalá siempre existieran): son un don de Dios que puede ser experimentado incluso en el dolor, el fracaso, la persecución, la oscuridad. El fundamento sólido de la alegría, de la Luz es la presencia de Dios en medio de nosotros, la salvación que él nos ofrece a pesar de todos nuestros fallos y miedos; es la victoria de Cristo que permanece viva en nuestra memoria y corazón: el pecado y la muerte fueron vencidos y con ellos las principales raíces de nuestra tristeza y oscuridad.  Dios es fiel y la vida y mi vida tienen sentido. Hombres y mujeres perseguidos por su fe, por su amor a la verdad, por su rectitud de conciencia, por no ceder al mal…

 

. Reflexionando sobre la alegría, escribe el Papa Francisco: "La alegría no es vivir de risa en risa. No, no es eso. La alegría no es ser divertido. No, tampoco es eso. Es otra cosa. La alegría cristiana es la paz. La paz que se encuentra en las raíces, la paz del corazón. La paz que sólo Dios nos puede dar. Esa es la alegría cristiana. Y no es fácil custodiar esa alegría". Se experimenta la alegría cuando se halla la armonía con uno mismo, en la experiencia del encuentro, la comunión con los demás, cuando se vive en presencia de Dios conocido y amado como bien supremo. Y cuando se acepta que alegría es siempre imperfecta, quebradiza… no hay dicha perfecta y esta conciencia es fuente de serenidad y de luz.

 

. "No apaguéis el Espíritu… Guardaos de toda forma de maldad…Quedaos con lo bueno", nos dice Pablo. La vida moral no es un añadido postizo, sino que acompaña la vida de fe y  la esperanza activa. Que así sea con la Gracia de Dios. 

7 de diciembre de 2020

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

"Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí". Adán oyó el ruido de Dios, la llamada de Dios y tuvo miedo. Hasta ese momento había estado disponible para el Señor, había obedecido siempre la voluntad de su Señor, y la voz de Dios había sido siempre para él una voz dulce y amiga. Nunca, hasta entonces, había tenido miedo al Señor, nunca se había tenido que esconder de él. Pecó porque dejó de fiarse de Dios, porque desconfió de la palabra y de la promesa de Dios y prefirió escuchar otras promesas orgullosas y egoístas. Y cuando Dios le echa en cara su orgullo y su vanidad, él intenta descargar su culpa en Eva y ésta en la serpiente. Pero no pensemos tan mal nosotros de nuestros primeros padres, porque nosotros nos comportamos demasiadas veces como fieles hijos suyos: escuchamos con demasiada frecuencia voces que halagan nuestra vanidad y, cuando nos equivocamos lamentablemente, echamos a otros las culpas de nuestros propios fallos y pecados. Recemos a María para que vuelva a nosotros, los desterrados, hijos de Eva, sus ojos misericordiosos.

"Hágase en mí según tu palabra". Es evidente que la santidad inmaculada de María fue un don gratuito de Dios, pero no es menos cierto que si la Virgen no hubiera abierto de par en par su corazón a Dios, no hubiera recibido la gracia plena que recibió. María fue pura y total disponibilidad a su Señor, aún en los momentos más oscuros y difíciles de su vida. Fue una disponibilidad libre y voluntaria, una entrega generosa y agradecida a la voluntad de Dios. Nosotros no hemos recibido la misma gracia plena y total de Dios que recibió María, porque nuestra misión en esta vida no es tan única e irrepetible como la de la Virgen Madre. Pero también a cada uno de nosotros Dios nos da toda la gracia que necesitamos para realizar la santidad a la que hemos sido llamados. De nosotros depende el aceptar o no la gracia que Dios nos da y hacerla fructificar en frutos de santidad. En esta fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nuestro propósito debe ser este: ponernos a disposición del Señor siempre, aún en los momentos más oscuros y difíciles de nuestra vida; ser pura disponibilidad, ofreciéndonos al Señor para se haga siempre en nosotros su voluntad y no la nuestra. Se lo pedimos así a la Virgen Inmaculada, maestra en disponibilidad para el Señor.

"Él nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor". La vocación de toda persona, como la de María, es la santidad. Debemos intentar siempre que nuestra conducta sea irreprochable y además debemos hacer esto por amor, no por intereses egoístas y calculados. A esto estamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Es siempre la voluntad de nuestro Padre Dios la que debemos buscar y cumplir, como hizo el mismo Cristo, aún en los momentos más duros de su vida, como hizo también la Virgen Inmaculada. El amor a Dios debe hacernos disponibles para Dios y el amor al prójimo debe hacernos disponibles para el prójimo. María Inmaculada fue irreprochable ante Dios por amor y por amor aceptó la misión que Dios, a través del ángel Gabriel, le encomendó. Porque ella se supo siempre esclava del Señor y, por eso, permitió, agradecida, que fuera la voluntad de su Señor la que dirigiera su vida, una vida junto a Dios, en Dios, no contra Dios. Que así sea con la Gracia de Dios.

4 de diciembre de 2020

"Preparad el camino del Señor..."

. II DOMINGO ADVIENTO -B- Is 40,1-11/2P 3,8-14/Mc 1,-8 

. El evangelio nos presenta a Juan, el último de los profetas que enlaza el NT con la tradición profética más veraz del pueblo de la alianza. Su profunda convicción de no ser él el Mesías (a pesar del éxito aparente y de contar con discípulos) nos transmite una lección de humildad. No somos la Palabra sino la voz, el instrumento, el lapicerito en las manos de Dios, como decía la Madre Teresa de Calcuta. Voz con la que Él puede hacer oír su Palabra en el corazón de la humanidad. Juan es profeta del y en el desierto. Este hecho marca unos rasgos distintivos que pueden sernos útiles ya que indican actitudes fundamentales en nuestro modo de ser y hacer, como discípulos de Cristo.

. Que Juan sea profeta del desierto implica que huye de las masas, de las modas, de lo políticamente correcto, en definitiva, huye de ese perverso arte de querer contentar a todos, aunque sea a costa de vivir un sucedáneo de Evangelio.  Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto, es, en sí mismo, un acto de amor extremo a la verdad y por la verdad que, dicha en medio de la nada, tiene en sí misma el valor del todo, sin adornos que la ocultan o desfiguran. Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto subraya que prefiere a decir las cosas limpias de todo ruido, interés o distracción colateral. La verdad va emparejada a la nitidez, a la belleza en lo que se dice y en cómo se dice y también va unida a la denuncia del pecado, la injusticia, el mal… no para humillar, sino para salvar, levantar... desde el desierto de la propia fragilidad y la esperanza de hacer florecer y crecer la vida.

. Una voz grita: en el desierto preparadle un camino al Señor. No se trata, por lo tanto, de una voz que grita donde nadie puede oír, sino de un grito que nos invita a descubrir cómo en los desiertos de nuestra vida podemos hallar el lugar propicio para preparar el camino del Señor, para tomar conciencia, vaciados de muchas cosas superfluas, de que la gloria habita en nuestro interior, pues somos hijos en el Hijo de Dios. Ese "algo de Dios en el corazón humano" solo se descubre con toda su belleza en muchos de nuestros desiertos y soledades... cuando, en la lógica humana no cabe esperar nada, Dios consuela, "nos lleva en su pecho", espera, porque ama, "todo el tiempo que sea necesario". A nosotros solo se nos pide acrecentar la esperanza desde la confianza en la promesa y fidelidad de Dios.

. Para que esto sea posible, es verdad, que hay que tener la predisposición y la voluntad necesarias: como nos dice el profeta Isaías: si no rebajamos las montañas del orgullo, alzamos las hondonadas del abatimiento, aplanamos las cordilleras de autosuficiencia y nivelamos el terreno escabroso de la desconfianza, no veremos al Señor que viene como un pastor que cuida de su rebaño. Es necesario eliminar los obstáculos para ir por el camino del encuentro con el Señor y con el hermano que vienen: frente a los prejuicios, conocimiento; frente a la ignorancia, formación; frente a la indiferencia, compasión; frente a la comodidad, compromiso; frente al egoísmo, amor…

. En la Carta de Pedro hemos leído: "Nosotros, confiados en la Promesa del Señor, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra en que habite la justicia". Es una llamada a la confianza plena en que Dios no ha abandonado la historia de la humanidad ni la abandonará pese a su aparente silencio; ese "cielo nuevo y tierra nueva" ha comenzado y sigue presente en los avatares de esta historia nuestra en formas de relaciones fraternas, de defensa de la dignidad de la persona humana y de solidaridad entre los hombres y los pueblos. No podemos caer en la banalidad de un tiempo vacío. Valoremos los aspectos positivos de nuestra vida…para así corregir los caminos errados, sin olvidar nunca que Dios tiene paciencia con nosotros porque quiere nuestra salvación. La felicidad, nos ha recordado Pedro, no es hacer lo que queramos sin Dios, sino encontrar la paz en Él. Que así sea con Su Gracia.