4 de diciembre de 2020

"Preparad el camino del Señor..."

. II DOMINGO ADVIENTO -B- Is 40,1-11/2P 3,8-14/Mc 1,-8 

. El evangelio nos presenta a Juan, el último de los profetas que enlaza el NT con la tradición profética más veraz del pueblo de la alianza. Su profunda convicción de no ser él el Mesías (a pesar del éxito aparente y de contar con discípulos) nos transmite una lección de humildad. No somos la Palabra sino la voz, el instrumento, el lapicerito en las manos de Dios, como decía la Madre Teresa de Calcuta. Voz con la que Él puede hacer oír su Palabra en el corazón de la humanidad. Juan es profeta del y en el desierto. Este hecho marca unos rasgos distintivos que pueden sernos útiles ya que indican actitudes fundamentales en nuestro modo de ser y hacer, como discípulos de Cristo.

. Que Juan sea profeta del desierto implica que huye de las masas, de las modas, de lo políticamente correcto, en definitiva, huye de ese perverso arte de querer contentar a todos, aunque sea a costa de vivir un sucedáneo de Evangelio.  Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto, es, en sí mismo, un acto de amor extremo a la verdad y por la verdad que, dicha en medio de la nada, tiene en sí misma el valor del todo, sin adornos que la ocultan o desfiguran. Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto subraya que prefiere a decir las cosas limpias de todo ruido, interés o distracción colateral. La verdad va emparejada a la nitidez, a la belleza en lo que se dice y en cómo se dice y también va unida a la denuncia del pecado, la injusticia, el mal… no para humillar, sino para salvar, levantar... desde el desierto de la propia fragilidad y la esperanza de hacer florecer y crecer la vida.

. Una voz grita: en el desierto preparadle un camino al Señor. No se trata, por lo tanto, de una voz que grita donde nadie puede oír, sino de un grito que nos invita a descubrir cómo en los desiertos de nuestra vida podemos hallar el lugar propicio para preparar el camino del Señor, para tomar conciencia, vaciados de muchas cosas superfluas, de que la gloria habita en nuestro interior, pues somos hijos en el Hijo de Dios. Ese "algo de Dios en el corazón humano" solo se descubre con toda su belleza en muchos de nuestros desiertos y soledades... cuando, en la lógica humana no cabe esperar nada, Dios consuela, "nos lleva en su pecho", espera, porque ama, "todo el tiempo que sea necesario". A nosotros solo se nos pide acrecentar la esperanza desde la confianza en la promesa y fidelidad de Dios.

. Para que esto sea posible, es verdad, que hay que tener la predisposición y la voluntad necesarias: como nos dice el profeta Isaías: si no rebajamos las montañas del orgullo, alzamos las hondonadas del abatimiento, aplanamos las cordilleras de autosuficiencia y nivelamos el terreno escabroso de la desconfianza, no veremos al Señor que viene como un pastor que cuida de su rebaño. Es necesario eliminar los obstáculos para ir por el camino del encuentro con el Señor y con el hermano que vienen: frente a los prejuicios, conocimiento; frente a la ignorancia, formación; frente a la indiferencia, compasión; frente a la comodidad, compromiso; frente al egoísmo, amor…

. En la Carta de Pedro hemos leído: "Nosotros, confiados en la Promesa del Señor, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra en que habite la justicia". Es una llamada a la confianza plena en que Dios no ha abandonado la historia de la humanidad ni la abandonará pese a su aparente silencio; ese "cielo nuevo y tierra nueva" ha comenzado y sigue presente en los avatares de esta historia nuestra en formas de relaciones fraternas, de defensa de la dignidad de la persona humana y de solidaridad entre los hombres y los pueblos. No podemos caer en la banalidad de un tiempo vacío. Valoremos los aspectos positivos de nuestra vida…para así corregir los caminos errados, sin olvidar nunca que Dios tiene paciencia con nosotros porque quiere nuestra salvación. La felicidad, nos ha recordado Pedro, no es hacer lo que queramos sin Dios, sino encontrar la paz en Él. Que así sea con Su Gracia.

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