24 de febrero de 2023

"No solo de pan vive el hombre..."

DOMINGO I DE CUARESMA -A- Gn 2,7;3,1-7 / Rom 5, 12-19 / Mt 4, 1-11

 

El relato de las tentaciones pone a prueba su forma de vivir de Jesús: su unión íntima con el Padre y la misión confiada; la tentación es ejercerla mediante un poder mágico que no deje duda sobre su divinidad o desde el poder y el dominio.  Al rechazarlas Jesús deja claro que su mesianismo lo realizará desde el abajamiento, la solidaridad, el servicio, la misericordia… y nos recuerda que ese es el camino.

 

Nos fijamos hoy en la primera tentación, de una importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre: "Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". No hará de su propio pan un absoluto; no pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.

 

Nuestras necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan material. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad. Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la satisfacción de nuestros deseos; vivir obsesionados por un bienestar siempre mayor o hacer del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas. Nos engañamos si pensamos que ese es el único camino que hay que seguir hacia el progreso y la liberación.  Cuando se busca solo la satisfacción de los deseos materiales se cae en el vacío, el sin sentido, el absurdo de la vida que conduce desgraciadamente a muchas formas de suicidio espiritual, moral y físico.

 

La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no solo de bienestar vive el ser humano. También los hombres y mujeres de hoy necesitamos cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar nuestra conciencia con responsabilidad, abrirnos al Misterio último de la vida con esperanza. El peligro del mal es que se nos muestra disfrazado de bien, de algo sumamente deseable: ser como Dios, tener conocimiento, poder, prestigio, decidir por nosotros mismos…. El de las cosas a corto plazo sin abrirnos a lo verdaderamente importante…

 

"El cristiano, al igual que cualquier otro hombre reside en un territorio limítrofe entre el bien y el mal", una criatura "siempre al borde del abismo". En el "humano Adán estamos todos": no podemos negar la abundante historia humana de pecado, pero tampoco podemos negar la sobreabundante historia de "gracia que han escrito y siguen escribiendo muchos hombres y mujeres y que pasa inadvertida". Y sobre todo no podemos olvidar que nuestra llamada es a ser hombres y mujeres que, asumiendo su realidad finita, creada, mortal, se abren al misterio de Dios para ser transformadas, divinizadas, por el mismo Dios. "No solo de pan vive el hombre". Que así sea con Su Gracia.

 

17 de febrero de 2023

"Sed santos..."

VII DOMINGO TO –A- Lev 19, 1-2.17-18/ 1 Cor 3, 16-23 7 Mt 5, 38-48 

Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y sigue explicándonos la nueva ley que va mucho más allá del mero cumplimiento exterior.  Lo hace mediante algunas antítesis entre la justicia imperfecta de los escribas y los fariseos y la más alta justicia del Reino de Dios:

. La primera antítesis se refiere a la venganza. «Habéis oído que se os dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo os digo: ...si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra» (Mt 5,38-39). No sólo no se debe devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien.  Ciertamente no se trata de consentir al mal ni de prohibir la legítima defensa contra la injusticia, el abuso o la violencia. De hecho, a veces es solo con una defensa enérgica que cierta violencia puede y debe ser rechazada. Lo que Jesús quiere enseñarnos ante todo con esas palabras es la clara distinción que debemos hacer entre justicia y venganza. Se nos permite buscar justicia; es nuestro deber practicar la justicia. En cambio, se nos prohíbe vengarnos o fomentar la venganza de cualquier manera, como una expresión de odio y de violencia.

. La segunda antítesis se refiere a los enemigos: «Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Yo, en cambio, os digo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (vv. 43-44). A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades y en el mundo. Jesús nos invita a una visión superior y magnánima, similar a la del Padre Celestial, por la cual, incluso en el enemigo y a pesar de ser un enemigo, el cristiano sabe descubrir y apreciar aspectos positivos, dignos de estima y dignos de ser amados: primero, y, sobre todo, la persona misma del enemigo, creada como tal a imagen de Dios, incluso si, en la actualidad, está oscurecida por una conducta indigna.

Refiriéndose a este evangelio el papa Francisco dice: "Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad es la misericordia, que Él ha tenido y tiene cada día con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Esto es lo que el Señor nos pide".

Solo "Dios es santo"; nosotros somos pecadores fortalecidos y redimidos por su Gracia. Solo desde esta conciencia clara podemos acercarnos al cumplimiento de estos preceptos cuyo fundamento último está, como recuerda el Antiguo Testamento, en ese Dios "bueno y compasivo, lento a la ira y grande en el amor"; un Dios "piadoso" porque "él sabe de qué estamos formados, recuerda que somos polvo". Por eso el "no odiar, guardar rencor, buscar venganza… amar, perdonar, curar…", nacen de la santidad de Dios que va siempre "más allá".

A nosotros nos toca dejarnos transformar, purificar, convertir, modelar por la fuerza del Espíritu Santo como nos ha recordado San Pablo: "Sois templo de Dios...; santo es el templo de Dios, que sois vosotros» (cf. 1 Co 3,16-17). En este templo, nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la bondad, del perdón, del servicio, la de hacer el bien…  en una palabra, la liturgia del amor. Que así sea con la Gracia de Dios. 

10 de febrero de 2023

"Pero yo os digo..."

. VI DOMINGO TO – A-  Eclo 16, 6-21 / 1 Cor 2, 6-10 / Mt 5, 17-37

"Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Ante los hombres está la vida y la muerte y a cada uno  le dará lo que prefiera".  (Eclo 15, 1). "No he venido a abolir la ley sino a dar plenitud". Por eso afirma: "Habéis oído que se dijo a los antiguos… pero yo os digo": no es el mínimo de la ley antigua (que o es poco) sino el máximo; no es la letra sino el espíritu que anima la ley. La plenitud de la ley está en el amor, a Dios y a los hermanos. Infinita exigencia y, al mismo tiempo, infinita misericordia e infinito amor.

. "No matarás": es no odiar, menospreciar, hacer daño, insultar… pero es, sobre todo, procurar la comunión, tratar al otro como hermano, respetar el don de la vida, cuidarla en nosotros y en quienes nos rodean, dar vida e incluso más, dar la vida para que otros vivan.

. "No cometerás adulterio": aprender a mirar a la persona, no como objeto para satisfacer nuestros deseos, sino como alguien lleno de dignidad, llamado a la eternidad como templo que es de Dios; una mirada que aprecia la belleza sin degradarla en modo alguno.

. "No jurarás en falso": cuidando las palabras y su valor extraordinario para expresar la honestidad de la vida, la sinceridad y transparencia, la veracidad de los propios pensamientos y actos. No hay camino verdadero de comunión, amistad y encuentro personal si la comunicación no es verdadera… y no es necesario invocar el nombre de Dios para justificar nuestras acciones si nuestras palabras son sinceras y nacen de un corazón y de un pensamiento puro.

La clave de este evangelio es la referencia a la reconciliación con el hermano. Es Jesús quien nos lo recuerda: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja la ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano". La reconciliación con el hermano es expresión de la reconciliación con Dios y con uno mismo y este es el culto que Dios nos pide.

En definitiva, que el cumplimiento de la letra de la ley, en sí misma, no nos salva; lo que nos salva es cumplir la ley en su plenitud, es decir, que la ley sea siempre expresión de mi amor a Dios y al prójimo. Que así sea con la Gracia de Dios.

3 de febrero de 2023

"Sois luz-sois sal".

. "Sois luz. Sois sal", dice Jesús. No "debéis ser luz; debéis ser sal", sino "Sois". Estas afirmaciones de Jesús se insertan en el sermón de la montaña (Bienaventuranzas del domingo pasado). Jesús enseña a sus discípulos y, sin excluir el concepto del deber, designa una condición normal y estable del discípulo: ser sal y ser luz.

. De la sal se destaca que por sí sola, aislada, poco puede servir. Su arte radica en disolverse, en llegar a ser nada, para dar el toque de sabor al todo, para preservar de la corrupción, sin perder la identidad, el propio ser. Una aplicación en nuestra vida es lo que los maestros de espiritualidad piden:  vaciarse de uno mismo para dejar entrar a Dios y permitir que Él nos purifique interiormente y para dar cabida en nuestro corazón también a los hermanos. Pero no olvidemos: ni mucha sal, ni poca sal… presencia en medio del mundo sin perder la capacidad de dar "sabor", de dar vida, de ser fermento moral, personas virtuosas, que aprenden y enseñan a vivir con gusto la vida, en las circunstancias y relaciones ordinarias, las de cada día.

. De la luz podríamos decir lo mismo:  oculta debajo del celemín, encerrada en sí, nada puede hacer. Su valor esencial reside en el testimonio de las obras como recuerda Jesús: "Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y alaben a nuestro Padre que está en los cielos". Y, como ocurre con la sal, ni tanta luz que deslumbre y ciegue, ni tan poca que nos haga caminar a oscuras a tientas… Nuestras obras deben mostrar el amor misericordioso de Dios por cada uno de nosotros, por todo lo creado. Los cristianos, "fieles discípulo de Cristo Maestro", y asumiendo siempre nuestra fragilidad, debemos iluminar con el ejemplo, con las virtudes, con esas "bellas obras", precisamente porque somos seguidores de Aquel que se autodefine: como "luz del mundo" (Jn 8, 12). Hace dos días celebrábamos la fiesta de la Candelaria, cuyo nombre exacto es el de "Presentación del Señor". Al llevar al Niño al templo, fue saludado proféticamente por el anciano Simeón como "luz para alumbrar a las naciones" (Lc 2, 32).

 

. Isaías también explica qué significa "brillar": cuando la luz que está en el hombre – "tu luz" - se eleva como el amanecer (cf. Is 58, 8). Esto sucede a través de buenas obras, con las cuales la bondad del Señor penetra al creyente y resplandece hacia afuera. Es lo mismo que hemos rezado en el salmo: "En medio de las tinieblas el justo brilla como una luz". Ojalá seamos todos personas luminosas, que llevamos luz, que siempre damos luz. Una luz que no es nuestra, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús para iluminar el sentido de nuestra vida. 

 

. Termino con una espléndida oración del cardenal Newman sobre el texto de hoy: "Quédate conmigo Señor y comenzaré a iluminar como tú iluminas; comenzaré a dar luz de tal forma que pueda ser luz para otros. Señor Jesucristo, la luz será toda tuya; nada de ella será mía. Ningún mérito es mío; tú te mostrarás a través de mí a los otros. Haz que yo te glorifique, como te agrada a ti, dando luz a todos los que están a mí alrededor. Dales luz, así como también a mí, ilumínales conmigo y a través de mí...Haz que predique, sin predicar; no mediante palabras, sino por medio de mi vida, mediante la fuerza oculta y el influjo acogedor de mi quehacer...".

. Predicar,  sin predicar: esa es la luz hoy tan necesaria. "Caminad, pues, como hijos de la luz" (Ef 5, 8)