17 de febrero de 2023

"Sed santos..."

VII DOMINGO TO –A- Lev 19, 1-2.17-18/ 1 Cor 3, 16-23 7 Mt 5, 38-48 

Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y sigue explicándonos la nueva ley que va mucho más allá del mero cumplimiento exterior.  Lo hace mediante algunas antítesis entre la justicia imperfecta de los escribas y los fariseos y la más alta justicia del Reino de Dios:

. La primera antítesis se refiere a la venganza. «Habéis oído que se os dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo os digo: ...si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra» (Mt 5,38-39). No sólo no se debe devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien.  Ciertamente no se trata de consentir al mal ni de prohibir la legítima defensa contra la injusticia, el abuso o la violencia. De hecho, a veces es solo con una defensa enérgica que cierta violencia puede y debe ser rechazada. Lo que Jesús quiere enseñarnos ante todo con esas palabras es la clara distinción que debemos hacer entre justicia y venganza. Se nos permite buscar justicia; es nuestro deber practicar la justicia. En cambio, se nos prohíbe vengarnos o fomentar la venganza de cualquier manera, como una expresión de odio y de violencia.

. La segunda antítesis se refiere a los enemigos: «Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Yo, en cambio, os digo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (vv. 43-44). A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades y en el mundo. Jesús nos invita a una visión superior y magnánima, similar a la del Padre Celestial, por la cual, incluso en el enemigo y a pesar de ser un enemigo, el cristiano sabe descubrir y apreciar aspectos positivos, dignos de estima y dignos de ser amados: primero, y, sobre todo, la persona misma del enemigo, creada como tal a imagen de Dios, incluso si, en la actualidad, está oscurecida por una conducta indigna.

Refiriéndose a este evangelio el papa Francisco dice: "Jesús no ha venido para enseñarnos los buenos modales, las formas de cortesía. Para esto no era necesario que bajara del cielo y muriera en la cruz. Cristo vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad es la misericordia, que Él ha tenido y tiene cada día con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Esto es lo que el Señor nos pide".

Solo "Dios es santo"; nosotros somos pecadores fortalecidos y redimidos por su Gracia. Solo desde esta conciencia clara podemos acercarnos al cumplimiento de estos preceptos cuyo fundamento último está, como recuerda el Antiguo Testamento, en ese Dios "bueno y compasivo, lento a la ira y grande en el amor"; un Dios "piadoso" porque "él sabe de qué estamos formados, recuerda que somos polvo". Por eso el "no odiar, guardar rencor, buscar venganza… amar, perdonar, curar…", nacen de la santidad de Dios que va siempre "más allá".

A nosotros nos toca dejarnos transformar, purificar, convertir, modelar por la fuerza del Espíritu Santo como nos ha recordado San Pablo: "Sois templo de Dios...; santo es el templo de Dios, que sois vosotros» (cf. 1 Co 3,16-17). En este templo, nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la bondad, del perdón, del servicio, la de hacer el bien…  en una palabra, la liturgia del amor. Que así sea con la Gracia de Dios. 

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