3 de febrero de 2023

"Sois luz-sois sal".

. "Sois luz. Sois sal", dice Jesús. No "debéis ser luz; debéis ser sal", sino "Sois". Estas afirmaciones de Jesús se insertan en el sermón de la montaña (Bienaventuranzas del domingo pasado). Jesús enseña a sus discípulos y, sin excluir el concepto del deber, designa una condición normal y estable del discípulo: ser sal y ser luz.

. De la sal se destaca que por sí sola, aislada, poco puede servir. Su arte radica en disolverse, en llegar a ser nada, para dar el toque de sabor al todo, para preservar de la corrupción, sin perder la identidad, el propio ser. Una aplicación en nuestra vida es lo que los maestros de espiritualidad piden:  vaciarse de uno mismo para dejar entrar a Dios y permitir que Él nos purifique interiormente y para dar cabida en nuestro corazón también a los hermanos. Pero no olvidemos: ni mucha sal, ni poca sal… presencia en medio del mundo sin perder la capacidad de dar "sabor", de dar vida, de ser fermento moral, personas virtuosas, que aprenden y enseñan a vivir con gusto la vida, en las circunstancias y relaciones ordinarias, las de cada día.

. De la luz podríamos decir lo mismo:  oculta debajo del celemín, encerrada en sí, nada puede hacer. Su valor esencial reside en el testimonio de las obras como recuerda Jesús: "Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y alaben a nuestro Padre que está en los cielos". Y, como ocurre con la sal, ni tanta luz que deslumbre y ciegue, ni tan poca que nos haga caminar a oscuras a tientas… Nuestras obras deben mostrar el amor misericordioso de Dios por cada uno de nosotros, por todo lo creado. Los cristianos, "fieles discípulo de Cristo Maestro", y asumiendo siempre nuestra fragilidad, debemos iluminar con el ejemplo, con las virtudes, con esas "bellas obras", precisamente porque somos seguidores de Aquel que se autodefine: como "luz del mundo" (Jn 8, 12). Hace dos días celebrábamos la fiesta de la Candelaria, cuyo nombre exacto es el de "Presentación del Señor". Al llevar al Niño al templo, fue saludado proféticamente por el anciano Simeón como "luz para alumbrar a las naciones" (Lc 2, 32).

 

. Isaías también explica qué significa "brillar": cuando la luz que está en el hombre – "tu luz" - se eleva como el amanecer (cf. Is 58, 8). Esto sucede a través de buenas obras, con las cuales la bondad del Señor penetra al creyente y resplandece hacia afuera. Es lo mismo que hemos rezado en el salmo: "En medio de las tinieblas el justo brilla como una luz". Ojalá seamos todos personas luminosas, que llevamos luz, que siempre damos luz. Una luz que no es nuestra, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús para iluminar el sentido de nuestra vida. 

 

. Termino con una espléndida oración del cardenal Newman sobre el texto de hoy: "Quédate conmigo Señor y comenzaré a iluminar como tú iluminas; comenzaré a dar luz de tal forma que pueda ser luz para otros. Señor Jesucristo, la luz será toda tuya; nada de ella será mía. Ningún mérito es mío; tú te mostrarás a través de mí a los otros. Haz que yo te glorifique, como te agrada a ti, dando luz a todos los que están a mí alrededor. Dales luz, así como también a mí, ilumínales conmigo y a través de mí...Haz que predique, sin predicar; no mediante palabras, sino por medio de mi vida, mediante la fuerza oculta y el influjo acogedor de mi quehacer...".

. Predicar,  sin predicar: esa es la luz hoy tan necesaria. "Caminad, pues, como hijos de la luz" (Ef 5, 8)

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