19 de agosto de 2023

"Mujer, qué grande es tu fe..."

XX T.O. –A-  Is 56, 1.6-7; Rom 11, 13-15.29-32; Mt 15, 21-28

La Palabra de Dios nos invita hoy a abrir el corazón a la universalidad, a derribar fronteras y a superar todo tipo de exclusiones y discriminaciones. Hay que vencer los prejuicios y los obstáculos que tan frecuentemente nos separan y enfrentan a los seres humanos. El mensaje es claro en las tres lecturas: promover relaciones de apertura, de solidaridad y de acogida generosa. Lo que realmente cuenta son dos actitudes profundamente humanas: la fe y el amor, que merecen la misericordia de Dios con todos.

En este sentido, en la primera lectura, Isaías se ha hecho eco del deseo de Dios de reunir a sus hijos dispersos para que todos encuentren acogida en su presencia. Según la legislación antigua plasmada en el Deuteronomio ni los extranjeros ni los eunucos podían pertenecer a la asamblea del pueblo de Israel. Eran discriminados por su sangre o por su condición. El profeta se decanta claramente hacia la acogida si cumplen la condición de amar al Señor, servirle, guardar el sábado y perseverar en la alianza. En el fondo está diciendo que lo importante es la fe en Dios, no el origen ni la condición, ni la raza. A la vez, ha señalado que es preciso quitar de en medio todo aquello que impide la pronta llegada de la salvación de Dios. Por eso, el Profeta ha exhortado a guardar el derecho y a practicar la justicia como base de unas nuevas relaciones humanas. Las injusticias son, también hoy, el gran obstáculo para la convivencia y para la construcción de un "mundo nuevo".

Y, en esta línea, el evangelio nos ha mostrado que en Jesús todos tenemos sitio, los de lejos y los de cerca, sea cual sea nuestra procedencia, creencias, cultura y formas de vida. La mujer cananea, "mujer", extranjera, estaba convencida de que Jesús podía curar a su hija; la mueve la fe en Jesús y el amor a su propia hija. Y Jesús, que al principio se muestra reticente e incluso duro ("Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel"- "No está bien tomar el pan de los hijos y dárselo a los perritos"), responde a la petición insistente y también clara de la mujer que no se calla ("Tienes razón, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los amos"). La extraordinaria fe que ella manifiesta, su ferviente súplica y el hecho de ponerse ante Jesús con la humildad de quien todo lo espera de él, logra vencer las reticencias iniciales, y Jesús le concede, no las "migajas" que caen de la mesa, como ella esperaba, sino el pan del reino que se reparte con esplendidez a quienes tienen fe: "que se cumpla lo que deseas".

Nosotros sabemos que sólo Jesús puede hacer que nuestra vida cambie. Él siempre está cerca; es necesario acercarse y gritar si hace falta. Su Presencia abre horizontes nuevos de vida. Todo lo que viene de Él es don y regalo de Dios nuestro Padre cuya voluntad es la salvación de todas las personas. Nadie está excluido. Sólo espera un "si" de nuestra parte: el "sí" de la fe audaz, adulta, madura, perseverante y llena de confianza. Es la fe que acoge su Palabra.  Todos cabemos en el corazón de Dios y en la vida de la Iglesia, también los gentiles, como nos ha recordado San Pablo "alcanzan la misericordia". Mantengamos por ello una actitud abierta, derribando las barreras que nos dividen y hacen tanto mal y manteniendo el esfuerzo por vivir siempre en la obediencia a la palabra, en la verdad y el amor a Dios que es siempre amor al hermano, acogida fraterna. Que así sea con la Gracia de Dios.  

14 de agosto de 2023

"Me felicitarán todas las generaciones..."

2023. ASUNCIÓN DE LA VIRGEN – Ap 11, 19ª; 12, 1-6ª.10ab- 1 Cor 15, 20-27ª-Lc 1, 39-56

. Esta fiesta de la Asunción de la Virgen nos hace redescubrir y afianzar nuestra vocación cristiana. Somos ciudadanos de este mundo, empeñados y comprometidos en hacer realidad el Reino de Dios, pero aspiramos a vivir su plenitud en la casa del Padre, llegar a la meta, al encuentro definitivo con Dios. De hecho, esta fiesta de nuestra Madre hace referencia a la Resurrección de Jesucristo.  Su victoria sobre la muerte es también la victoria de cada uno de los creyentes, en primer lugar, de la Virgen, primera discípula de Jesús, "modelo de vida y de seguimiento" para todos nosotros.

. Somos ciudadanos del cielo. Nuestra vida no se acaba aquí. Superada nuestra condición mortal, esperamos llegar a la plenitud. Allí donde está Jesús, con María, esperamos estar también nosotros. No se trata de querer saber el cómo ni el cuándo. Lo importante es fiarnos plenamente de Jesús y dejar a Dios ser Dios, como nos enseña María con su entrega confiada: "Hágase en mí según tu Palabra" y su disposición de servicio: "Se puso en camino…".

. Ella, la llena de gracia, que espera el nacimiento de su hijo no se cierra en sí misma, sino que abre los ojos y el corazón a las necesidades de los demás. Como vemos hoy en el Evangelio, se pone en camino a prisa con los brazos abiertos para ayudar a quien le necesita. Su actitud es una actitud generosa de disponibilidad y de servicio. La caridad es, de hecho, el origen y el final del camino cristiano; es el "amor en acción", en gestos de ayuda, acogida, abrazo… Comentando esta escena el Papa Francisco dice: "la Virgen que sale corriendo, cada vez que hay un problema, cada vez que la invocamos, no tarda, viene, se apura. Se apura para estar cerca de nosotros, se apura porque es Madre".

. En el encuentro de María e Isabel, ambas están viviendo una experiencia extraordinaria, una experiencia de fe y cada una de ellas siente un profundo agradecimiento a la acción de Dios. Isabel era estéril y la acción del Espíritu Santo la ha hecho fecunda. María es Virgen y la acción del Espíritu Santo ha hecho posible que se esté gestando en sus entrañas al Hijo de Dios. Por eso existe una complicidad especial entre ellas. Ellas lo saben y se sienten amadas de un modo especial por Dios.

. Han sido escogidas para hacer posible la llegada al mundo de la salvación. Isabel dará a luz a la Voz y María dará a luz a la Palabra. Por eso, Isabel al escuchar el saludo de María, se le remueve las entrañas y saluda a María con una bendición "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre"; reconoce su pequeñez y la grandeza de María. Alaba la fe de María y le llama dichosa por haber creído en la promesa de Dios.

. De la alegría de la fe nace el Magnificat, un canto de alabanza que hacemos nuestro, generación tras generación y que nos recuerda que el futuro, el porvenir, pertenece a Dios, está en sus manos... Y no vence el dragón, que representa las fuerzas del mal, del que habla hoy la primera lectura, que parecen invencibles sino la mujer que cree, espera, confía y, aunque parezca indefensa, nos lo muestran la primera lectura y el evangelio, es más fuerte porque Dios es más fuerte, porque el Amor, aunque sea vulnerable, es siempre es más fuerte. Que así sea con la Gracia de Dios. 

11 de agosto de 2023

"Ánimo, soy yo. No tengáis miedo"

XIX TO – A- Rey 19, 9.11-13ª/Rom 9, 1-5/Mt 14, 22-33

 

. Son numerosas las ocasiones en que los evangelistas nos repiten que Jesús se retiraba a solas a orar. Un gesto vale más que mil palabras. Con ello nos enseña también a nosotros la necesidad que tenemos de esa oración silenciosa, de ese estar con el Padre a solas, sabiendo que nos ama y nos cuida. Sin una vida profunda de oración, nuestra existencia será como esa barca zarandeada por las olas, alborotada por cualquier dificultad, sin raíces, sin estabilidad.

 

. El que ora de verdad va alimentando su vida de fe, va echando raíces en Dios. La oración le da ojos para conocer a Jesús y descubrirle en todo, incluso en medio de las dificultades, del sufrimiento y de las pruebas: "Verdaderamente eres Hijo de Dios". La falta de oración, en cambio, hace que se sienta a Jesús como un "fantasma", como "alguien o algo" irreal; el que no ora es un hombre de poca fe, duda y hasta acaba perdiendo la confianza total en la Presencia y la acción del Señor.

 

. El que trata de manera íntima y familiar con Dios experimenta la seguridad de saberse acompañado, de saberse protegido por un amor que es más fuerte que el dolor y que la muerte. El que no ora se siente solo. El que ora descubre la Presencia del Dios que pasa como brisa suave (Elías); la cercanía de Cristo en medio de la tempestad y experimenta la fuerza de sus palabras: "¡Ánimo! Soy yo, no temáis". Es necesario volver a descubrir la dicha de la oración: escucha, diálogo, presencia, contemplación…. Cristo no quiere siervos, sino amigos que vivan en íntima familiaridad con Él.

 

. Vientos que me hacen tambalear: superficialidad, ruido, inconstancia, miedo, dudas, mares agitados forman parte del paisaje de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. En estas situaciones no es fácil reconocer la Presencia del Señor ni su cercanía. Sin embargo, Él está, no nos deja; se identifica: "Soy yo" y da la orden de siempre: "No tengáis miedo". El Papa al concluir la Misa de envío de los jóvenes en la JMJ de Lisboa: Queridos jóvenes, quisiera mirar a los ojos a cada uno de ustedes y decirles: no tengan miedo. No tengan miedo. Es más, les digo algo muy hermoso, ya no soy yo, es Jesús mismo quien los está mirando en este momento. Nos está mirando. Él los conoce, conoce el corazón de cada uno de ustedes, conoce la vida de cada uno de ustedes, conoce las alegrías, conoce las tristezas, los éxitos y los fracasos, conoce el corazón de ustedes. Lee vuestros corazones y Él hoy les dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: "No tengan miedo". Anímense, "no tengan miedo".

 

. ¿La clave?  Mantener la mirada en el Señor. Mientras Pedro tiene los ojos fijos en el Señor camina sobre el agua. Cuando aparta la mirada, se hunde. Y hacemos nuestra su oración en momentos de miedo y tinieblas porque Jesús siempre nos alarga la mano. Siempre. Todo el texto es una meditación sobre la Iglesia La imagen final de Jesús en la barca mientras todos le reconocen Hijo de Dios y se postran es la imagen más bonita de la Iglesia. Y Pedro, paradigma de la persona débil (negaciones) que no obstante todo ama a Jesús de corazón.  Como muchos de nosotros.

 

. El camino de la fe no excluye dudas ni miedo. Escribía San Agustín: "A muchos les impide ser fuertes su presunción de firmeza. Nadie logra de Dios la firmeza, sino quien en sí mismo reconoce su flaqueza... Contemplad el siglo como un mar, lo que cae bajo tus pies. Si amas al siglo, te engullirá. Sabe devorar a sus amadores, no soportarlos. Pero, cuando tu corazón fluctúa invoca la divinidad de Cristo... Dí: «¡Señor, perezco, sálvame!». Dí: «perezco», para que no perezcas. Porque solo te libra de la carne quien murió por ti en la carne» (Sermón 76,5-6). Pero es necesario mantener la mirada en el Señor. Que así sea con la Gracia de Dios.

5 de agosto de 2023

"Este es mi Hijo amado..."

DOMINGO XVIII TO-TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR-Dan 7, 9-10.13-14 - 2 Pe 1, 16-19 - Mt 17, 1-9

En el pasaje inmediatamente anterior al que hemos leído en esta fiesta de la Transfiguración Jesús anuncia su pasión y muerte.  Se avecinan días difíciles de vivir tanto para Él como para los discípulos. Y por eso se lleva a los tres discípulos más cercanos a la montaña, lugar de manifestación de Dios, para que hagan una experiencia que les quede dentro, les marque y les permita afrontar lo que vendrá.

En la montaña descubren a Jesús en toda su belleza y su Luz: es realmente el Hijo amado del Padre que he venido a culminar la Ley (Moisés) y los profetas (Elías). A su lado todo toma sentido y se siente una inmensa felicidad. Esta experiencia de Cristo transfigurado es como un adelanto de la glorificación final… experiencia de luz, de plenitud, de totalidad… en medio de un camino que nos es fácil de recorrer; momentos que quisiéramos eternos ("Es bueno estar aquí") y que un día lo serán, pero que en este mundo se alternan con otros momentos de oscuridad y sufrimiento que debemos saber afrontar con fe y coraje, como Jesús. La cruz asumida con amor, por amor, con confianza lleva siempre a la resurrección.

Este es siempre un mensaje de realismo y también de esperanza. ". No podemos quedarnos solo en las emociones, ciertamente necesarias, pero no suficientes. Es necesario "bajar de la montaña", volver allí donde está la vida concreta, las personas de cada día, las situaciones en las que nos movemos y en las que tenemos que "Escuchar" siempre al Señor. Su destino de muerte no es más que un camino hacia la gloria que les manifiesta anticipadamente a los suyos. Esa es la luz que ilumina el horizonte cristiano y que nutre la auténtica esperanza.

. Realidad y esperanza que la Iglesia está viviendo estos días en la JMJ que se celebra en Lisboa y concluirá este fin de semana. El Papa Francisco en sus mensajes y encuentros, dentro de un ambiente que podríamos llamar "de Tabor", de felicidad para miles de jóvenes en sus tiendas de campaña, recuerda a los jóvenes (y a todos) que es necesario "hacer creíble la fe a través de las decisiones, porque si la fe no genera estilos de vida convincentes, no hace fermentar la masa del mundo. No basta con que un cristiano esté convencido, debe ser convincente. Nuestras acciones están llamadas a reflejar la belleza del Evangelio".

Para ello, destacó la importancia de "recuperar el sentido de la encarnación" como "una de las tareas más importantes de los cristianos". Sin ella, dijo, "el cristianismo se convierte en una ideología; y la tentación de las ideologías "cristianas" es muy actual, es la encarnación la que nos permite asombrarnos por la belleza que Cristo revela a través de cada hermano y hermana, de cada hombre y mujer".

. Así, el Papa exhortó: "Este no es el momento de detenerse y rendirse, de amarrar el barco a la orilla o de mirar hacia atrás. No debemos escapar de este tiempo, sólo porque nos asusta, para refugiarnos en formas y estilos del pasado. ¡No! Este es el tiempo de gracia que el Señor nos concede para aventurarnos en el mar de la evangelización y la misión".

Una llamada clara a dejarnos "transfigurar" por Cristo, a vivir experiencias de adoración, de oración, de intimidad con el Señor; en ellas encontraremos la fuerza para seguir caminando, para transformar nuestra vida, mejorar nuestra familia y nuestras relaciones, para no estar encadenados a historias pasadas, aunque nos hayan hecho sufrir, para no perder la esperanza... Hay algo que construir, que llevar, que compartir. La frescura del evangelio de Jesús es permanente. Que así sea con la Gracia de Dios.