31 de diciembre de 2021

"El Señor te Bendiga y te proteja..."

MARÍA, MADRE DE DIOS - C-  Nm 6,22-27 / Gal 4, 4-7 / Lc 2, 16-21-JMPAZ

. No es casual que comenzamos el año con la fiesta de María Madre de Dios. Tiene un especial significado dedicarle la primera celebración litúrgica del año. Ella es la única que jamás defraudó ni a Dios ni a los hombres; ella también pasó por el mundo no solo haciendo el bien, sino comunicando a todos el Bien que llevaba en sus brazos. Su maternidad convirtió a María en fuente de bendición para todos nosotros. Nos dice san Pablo: «envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción… así que ya no eres esclavo, sino hijo». María fue el instrumento para que la encarnación de Dios tenga la consecuencia más importante para nosotros: Que somos hijos de Dios no es algo meramente jurídico, afecta a lo más profundo de nuestro ser y nos hace objeto de la bendición de Dios.

No son realidades fáciles de comprender. María recibió el testimonio de alegría de los pastores y lo meditaba en su corazón. Nosotros necesitamos dejar que el misterio de Dios hecho hombre nos inunde y nos transforme, conservar estas cosas y meditarlas. Dios es sorprendente. Estamos, como María, llamados a dejarnos sorprender por Él y, como los pastores, a «dar gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído, tal como les habían dicho». San Francisco de Asís decía: "Nosotros concebimos a Cristo cuando le amamos con sinceridad de corazón y con rectitud de conciencia, y le damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo".

. También hoy se celebra el día la Jornada Mundial de la Paz. El año pasado su mensaje nos llamó a una "cultura del cuidado" para erradicar la cultura de la indiferencia, el descarte y la confrontación, a menudo imperante hoy en día donde está a flor de piel una cierta agresividad que se expresa de mil formas diferentes (gestos, palabras, silencios…). Este año, el tema es "Educación, trabajo, diálogo entre generaciones: herramientas para construir una paz duradera". Son tres contextos también de gran actualidad que el papa identifica y  sobre los que invita a reflexionar y actuar,  buscando los medios más adecuados para  construir una paz duradera en la familia, la sociedad… un futuro mejor para todas las generaciones.

. Termina su Mensaje: "Mientras intentamos unir los esfuerzos para salir de la pandemia, quisiera renovar mi agradecimiento a cuantos se han comprometido y continúan dedicándose con generosidad y responsabilidad a garantizar la instrucción, la seguridad y la tutela de los derechos, para ofrecer la atención médica, para facilitar el encuentro entre familiares y enfermos, para brindar ayuda económica a las personas indigentes o que han perdido el trabajo.  Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz".

. Dios nos ayuda en la tarea. Son también para nosotros las palabras de fortaleza y bendición que de parte de Él transmitió Moisés para que los sacerdotes bendijeran al pueblo: "El Señor te bendiga y te proteja (te dé toda clase de dones y te guarde ante las adversidades). Ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor (deseo de que Dios nos otorgue su gracia, sus beneficios). El Señor se fije en ti y te conceda la paz (el mayor fruto de la bendición y la expresión más plena de los bienes que nos ofrece la salvación de Dios)". Es tarea grande y nada fácil lo que espera Dios de nosotros a lo largo de este año. Y que siempre nos preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz. Que así sea con la Gracia de Dios.

25 de diciembre de 2021

"Y el Verbo se hizo carne..."

. NAVIDAD – C- Is 52, 7-10-Hb 1, 1-6-Jn 1, 1-18

. La noche se cerraba entre el asombro y la expectación que nos regalaba el contemplar a un Dios que se acercaba con tal premura, sencillez y ternura al ser humano. Un Dios que buscaba encontrarse con el hombre de ayer y de hoy, simplemente en lo humano, en lo histórico, en lo cotidiano del vivir, para desde ahí, llevarnos a comprender más y mejor a Dios y a ser parte de Él con más conciencia de hijos.  El acontecimiento desborda la expectativa de quien ejercitaba la espera y la esperanza. Contemplamos un misterio, la Vida haciéndose hermana nuestra en un recién nacido. La luz del nacimiento del Redentor ilumina nuestros ojos y educa nuestra mirada en ese ser capaces de acoger el misterio.

. Hoy, en este día santo de Navidad, nos sorprende la liturgia de la Palabra de la Iglesia con un texto, no muy apegado a lo entrañable o a lo romántico de lo "esperable por Navidad". En este día santo de Navidad se nos ofrece a la consideración el prólogo del cuarto evangelio. Compendio de toda la Buena Noticia, de la voluntad de Dios, de la inconsistencia humana que se debate, a lo largo de la historia, entre vivir, acoger y ser luz, o cerrar la puerta del corazón a la luz de la Vida.

La condición de filiación - pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre (Jn 1,12) - o dicho con palabras más coloquiales, la fuerza de la posibilidad de vivirse en la relación con Dios y en la existencia humana como hijos, supone un desafío al eterno anhelo de lo humano. Vivir como regalo, sabiéndose acompañado, custodiado… en relación condicionada por el amor incondicional, en fraternidad con los demás hombres y mujeres del mundo, que hoy y siempre, han acogido la luz.

Las palabras toman cuerpo. La Palabra se encarna. Ya no hay quimera, ilusión o fantasía. De Dios nunca podremos decir que su Palabra fuera campana hueca o címbalo que aturde. Dios no se quiere lejos de aquello que ama. Dios se quiere en la historia. Dios se quiere encontrar y dejarse encontrar en sus propios hijos. Dios se hace historia entrelazando lo humano y lo divino en ese punto de sutura que es el Hijo del hombre, el Cristo, el Ungido de Dios.

Ha nacido y está en medio de nosotros. Es Dios—con todo su poder y majestad—, que se ha hecho Niño, para que, viéndole, nos elevemos a las cosas divinas. Por tanto, nos toca a nosotros, a cada uno aquí y ahora, creer en su amor. Ya que como dice san Agustín: ¿Por qué razón sobre toda razón, se encarnó el Verbo, sino para manifestarnos su amor? En definitiva, Dios se ha encarnado, se ha hecho Niño para estar junto a nosotros. Y lo ha hecho por puro amor al ser humano; y porque el amor tiende siempre, de natural, a la unión con lo amado.

De ahí que nuestro mejor tributo en este día de Navidad sea creer en su amor: Hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene (1Jn 4,16). Además, será esta fe, esta inclinación de nuestra mente, corazón y voluntad al amor de Dios, el principio de nuestra propia felicidad. Postrados ante Él, adorémosle en silencio, dejémonos mirar por el Amor…

El misterio de la Navidad nos recuerda que no estamos solos en el mundo; que alguien nos acompaña en el desfiladero de la muerte. El Dios de Jesús en Belén es Emmanuel, compartiendo nuestro nacer y existir, vivir y morir. Por eso son posibles y gozosas la alegría y la esperanza. Feliz Navidad.

11 de diciembre de 2021

"Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?"

III DOM. DE ADVIENTO -C-  Sof 3,14-18a/Fil 4,4-7/Lc 3,10-18 

"La gozosa alegría de la salvación": Así describe el profeta Sofonías en la primera lectura, con acentos de especial ternura, la experiencia de Dios en medio de su pueblo como signo de esperanza salvadora. Es la alegría y júbilo de un pueblo pobre y humildeel pequeño resto de los fieles a la alianza que confían en Dios a pesar del generalizado entorno en que viven de despreocupación religiosa, involucrado incluso en la idolatría y en toda suerte de injusticias.  Es así como este profeta del s. VII a.C. se eleva como testigo del Dios de los humildes y los sencillos, a los que nunca abandona como desconocidos. El pequeño grupo adherido a su fe religiosa constituye para el profeta el mejor símbolo y estandarte de la presencia del Señor en medio de su pueblo, dispuesto a reivindicar su justicia salvadora para con los más indefensos. La salvación de Dios hunde sus raíces en su amor imperecedero a la humanidad.

La alegría de la fe no la reserva el Señor para el futuro. El Dios de la historia la quiere ya desde ahora, aunque aparezca entretejida de gozos y de tristezas. Como la vivió Jesús, manso y humilde de corazón, encarnando en la ambigüedad de este mundo la justicia del Reino. ¡Nada hay más ajeno a la alegría que la evasión y el repliegue sobre uno mismo! Es cierto que estamos salvados en esperanza (Rm 8,24), pues solo Dios tiene las riendas de nuestro destino. Pero no es menos cierto que la esperanza se cultiva en las pruebas de una convivencia despierta y solícita, reflejo de la armonía de la creación. Es ahí donde saboreamos la verdadera alegría de los hijos de Dios poniendo en primer término los derechos más fundamentales de las personas.

La exhortación comunitaria de Pablo en este bello fragmento no se contenta con una invitación al gozo en el Señor.  Va más allá, hasta convertirse en un doble e insistente imperativo: estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad alegres. Esta alegría en el Señor, que impregna toda la carta, la quiere también el Apóstol como actitud referente en la vida de su comunidad predilecta llevando a gala el trato afable y exquisito con los demás. Actitud presidida por un criterio claro de actuación de un profundo humanismo: "Tomad en consideración todo lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de limpio, de amable, de laudable, de virtuoso y de encomiable".

En el fondo, es lo que responde Juan a quienes le preguntan "¿Qué tenemos que hacer?".   Su respuesta, adaptada a la realidad concreta de cada grupo, resulta clara y contundente: a la gente, le pide solidaridad con los necesitados; a los cobradores de impuestos y a los soldados, que sean leales y honestos en el desempeño justo del servicio para el que han sido constituidos. Son ejemplos sencillos y plásticos de aquel entonces que contraponen el comportamiento evangélico a la actitud inhumana de quienes sólo viven para medrar a costa de los demás.

Jesús quería para los discípulos, sus amigos, la alegría completa (Jn 15,11). El gozo de saberse queridos, como él, por el Padre Dios. Una alegría no sustentada en vanas y pasajeras satisfacciones personales, sino edificada sobre la misma flaqueza y debilidad humana. Y es que la alegría del Espíritu entra en el corazón que se abre por la fe al misterio pascual de la Vida en la muerte. La fiesta puede organizarse, la alegría no. Es un Don de Dios en el que ya no cabe temor alguno. Que así sea con la Gracia de Dios.

7 de diciembre de 2021

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Génesis 3, 9-15.20; Efesios 1,3-6.11-12; Lucas 1,26-38

El relato del Génesis resulta fascinante.  La serpiente acusa a Dios de mentir, mientras embauca a Eva con sus argucias. A su vez, Eva enreda a Adán haciéndole partícipe del embrollo.  Adán escurre el bulto arguyendo varias excusas. Finalmente reconoce que ha sido víctima de un engaño sin asumir su responsabilidad.  El trasfondo de todo ello es una desconfianza absoluta respecto del Creador, una actitud de rebeldía latente que distorsiona la visión de la realidad, interfiere en la relación con Dios generando falsos temores y suspicacias. El ser humano no se deja hacer, no es dócil a la acción del Creador.  Quiere ir a lo suyo y se deja engañar por quien no quiere su bien. Engaños, prepotencia…

El relato bíblico contrapone a esta actitud de recelo la respuesta de María. Ella no se deja llevar por el miedo ni las dudas y se pone a disposición de Dios. A pesar de ser consciente de sus limitaciones, se fía de Él, de su bondad y de su poder. Sabe que no quiere ningún mal para ella ni para la humanidad y que "para Dios nada hay imposible". Dejarnos hacer con la profunda certeza de que el Señor quiere lo mejor para nosotros., nos ama de verdad.

María va a ser la mujer atenta y fiel a la Palabra de Dios. Ella, después de entender y meditar esa Palabra en su interior dijo siempre SI a Dios con todas sus consecuencias. María conforma toda su vida a los planes de Dios, le obedece en todo como una esclava, por eso su conducta estará limpia de todo pecado, el mal original de nuestros primeros padres no causará mella en su persona: será Inmaculada desde su Concepción. María nos mueve hoy a renovar el sí de nuestra fe que neutraliza el pecado en nosotros y nos hace optar con firmeza por la belleza que nos trae Cristo y por ser agentes de la misma en medio del mundo. Belleza imperecedera, la de un corazón firme en el Señor, lleno de amor, vida, gracia, verdad, justicia, paz, bondad…en definitiva, la santidad verdadera que rejuvenece y vitaliza.

Nosotros no hemos nacido inmaculados como, por singular privilegio de Dios, nació Ella; es más, el mal anida en nosotros en todas las fibras y en todas las formas. Estamos llenos de «arrugas» que hay que estirar y de «manchas» que hay que lavar. Es en esta labor de purificación y de recuperación de la imagen de Dios en la que María está ante nosotros como poderosa llamada, abogada de gracia, que nos acompaña a Cristo, modelo suyo y nuestro, único Mediador, para para que seamos sus hijos, sus herederos, su alabanza.

 Papa Francisco en Atenas: «pidamos la gracia de creer que con Dios las cosas cambian, que Él cura nuestros miedos, sana nuestras heridas, transforma los lugares áridos en manantiales de agua. Pidamos la gracia de la esperanza. Porque la esperanza reanima la fe y reaviva la caridad. Porque los desiertos del mundo hoy están sedientos de esperanza. Y mientras este encuentro nos renueva en la esperanza y en la alegría de Jesús, y yo gozo estando con ustedes, pidamos a nuestra Madre Santísima que nos ayude a ser, como ella, testigos de esperanza, sembradores de alegría a nuestro alrededor, no sólo cuando estamos contentos y estamos juntos, sino cada día, en los desiertos donde vivimos. Porque es allí que, con la gracia de Dios, nuestra vida está llamada a convertirse y a florecer». Que así sea con la Gracia de Dios.

4 de diciembre de 2021

"Preparad el camino del Señor..."

II DOMINGO ADVIENTO -C-  Bar 5,1-9/Fip 1,4.6-8.11/Lc 3,1-6

 

. El Papa Francisco en Chipre nos ha recordado que: «Se necesitan cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que con gestos y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la oscuridad; cristianos que siembren brotes de Evangelio en los áridos campos de la cotidianidad, que lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza». Renovar la confianza en Jesús, que «escucha el grito de nuestras cegueras» y que «quiere tocar nuestros ojos y nuestro corazón», «atraernos hacia la luz, hacernos renacer y renovarnos interiormente».

Es lo que la palabra nos recuerda hoy. Por un lado, Lucas nos sitúa con precisión histórica el momento en que la Palabra vino a Juan Bautista… para enseñarnos que la palabra va siempre acogida en un contexto personal, histórico, familiar, cultural determinado y que, en este contexto, debe ser proclamada. El cristianismo ha sido siempre y lo es en su naturaleza profundamente realista y su Luz (fe y la confianza en el Señor) ilumina cada momento de la vida.

 

Y por otro escuchamos a Juan recorriendo pueblos y aldeas predicando la conversión del corazón, un cambio de mentalidad que se traduce en obras y gestos concretos que faciliten su Presencia en medio de nosotros:  es necesario rebajar las montañas del orgullo y la prepotencia; rellenar los abismos del abatimiento y el desánimo; que los terrenos escabrosos de nuestras idas y venidas de nuestro estado de ánimo se conviertan en un valle apacible, tranquilo.

¡El Señor ya viene! Llamados a ser personas de esperanza, capaces de cambiar el mundo, buena noticia en las situaciones duras, de exilio… de hacer realidad la misericordia, la salvación de Dios. Esa predicación sigue siendo necesaria en nuestros días. Todos necesitamos  esta actitud de conversión permanente; no somos perfectos; nadie lo es… por eso, cuando seguimos caminando proyectamos luz y esperanza…  a los demás.

A veces los prejuicios, las falsas expectativas, los miedos pueden empañar nuestra visión de la realidad y esto nos impide ver los destellos del resplandor y de la luz de Dios escondida casi siempre en las vicisitudes más ordinarias de la existencia. Por ello es necesaria esta actitud de conversión, de estar atentos, de purificación. Necesitamos humildad, coraje, serenidad para estar en disposición de acoger a un Dios que viene a nuestro encuentro, que quiere renovar nuestro corazón y nuestra vida. Esa es nuestra responsabilidad creyente, una responsabilidad que significa que, si la cumplimos, proyectaremos a nuestro alrededor la esperanza de que otro mundo es posible y de que las cosas pueden ser de otra manera… conforme al plan de Dios.

Este camino se prepara cada día en el interior, en el corazón… Y rezar unos por otros. Orar, sobre todo, por la perseverancia de la Iglesia en este tiempo de difícil esperanza, tal y como Pablo recuerda en la carta a los Filipenses: "Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios". Amén

 

26 de noviembre de 2021

"Estad, pues, despiertos..."

I DOMINGO ADVIENTO -C- Jer 33,14-16/Tes 3,12-4,2/Lc 21,25-28.34

 

Los seres humanos siempre estamos a la espera de algo. Por ejemplo, tenemos la esperanza de superar la pandemia y tener salud, mantener el trabajo o encontrarlo, obtener resultados excelentes en los estudios o proyectos, de hallar la persona amada, de alcanzar la plena realización de nuestras vidas. Desde esta perspectiva, podemos decir que «el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza» (B XVI). Pero, la virtud de la esperanza nunca debe confundirse con el optimismo humano, que es una actitud más relacionada con el estado de ánimo.

 

Benedicto XVI, en la carta encíclica Spe Salvi, propone tres "lugares" para el aprendizaje y el ejercicio de la esperanza cristiana que corre el riesgo de ser debilitada por el miedo, el fatalismo, materialismo o el consumismo exagerado, la incertidumbre del futuro. El primer "lugar" es la oración. En el diálogo íntimo y personal con Dios experimentamos la realidad y la cercanía de un Padre que escucha y nos habla. El contacto frecuente con el Señor, en la oración, reaviva y renueva nuestra esperanza porque nos acercamos con la convicción de que Dios siempre atiende nuestras súplicas y está dispuesto a ayudarnos, pues «cuando no puedo hablar con ninguno (…) siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (…) Él puede ayudarme».

 

El segundo "lugar" es la rectitud del obrar y el sufrimiento. El dolor y los padecimientos, tanto físicos como morales, son realidades connaturales a nuestra existencia humana. Cuando las tribulaciones se aceptan, no con una vana resignación, sino con fe y esperanza encontramos un camino de maduración y purificación. Desde esta óptica, el sufrimiento adquiere un auténtico sentido sólo a la luz del misterio de Cristo y, así mismo, los padecimientos se pueden enfrentar con realismo y sin desesperación. Y, en tercer "lugar" está la reflexión constante sobre el juicio final. En este sentido, la realidad del juicio nos ayuda a ordenar la vida presente de cara al futuro, a la eternidad. La Palabra de hoy ilumina esta reflexión invitándonos a levantarnos, a no tener miedo, pues se acerca nuestra liberación y el juicio de Dios.

 

¿Cuál debe ser nuestra preocupación entonces? Lo ha dicho claramente la segunda lectura: "que el Señor os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, para que cuando vuelva acompañado de sus santos, os presentéis irreprensibles ante Dios, nuestro Padre". En esta línea, escucharemos en el prefacio, que luego proclamaremos, que el Señor glorioso que vendrá al final de los tiempos, "viene ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino".

 

La esperanza es Jesús en persona, es su fuerza de liberar y volver a hacer nueva cada vida, de purificar y ordenar nuestras acciones hacia Dios, fuente perfecta del amor y la plenitud que puede colmar plenamente nuestros anhelos.  "Mi esperanza, decía Benedicto XVI, no soy yo, ni las cosas, es Dios". ¡Ven Señor Jesús!, Ven a nuestro corazón y al corazón del mundo. Amén

20 de noviembre de 2021

"Tú lo dices, soy rey..."

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO -B- Dn 7,13-14/Ap 1,5-8/Jn 18,33-37

 

. Pilato y Jesús representan dos concepciones contrapuestas del rey y de la realeza. Pilato no puede concebir otro rey ni otro reino que un hombre con poder absoluto como el emperador Tiberio o por lo menos con poder limitado a un territorio y a unos súbditos, como Herodes el Grande. Jesús, sin embargo, habla de un reino que no es de este mundo, que no proviene de los hombres sino de Dios. Pilato piensa en un reino que se funda sobre un poder que se impone por la fuerza del ejército, mientras que Jesús tiene en mente un reino impuesto no por la fuerza militar (en ese caso "mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos"), sino por la fuerza de la verdad y del amor. Pilato no puede concebir de ninguna manera un rey que es condenado a muerte por sus mismos súbditos sin que oponga resistencia, y Jesús está convencido y seguro de que sobre el madero de la cruz va a instaurar de modo definitivo y perfecto su misterioso reino. Para Pilato decir que alguien reina después de muerto es un contrasentido y un absurdo, para Jesús, sin embargo, está perfectamente claro que es la más verdadera realidad, porque la muerte no puede destruir el reino del espíritu.

 

. A Pilato, representante del sistema imperial de Roma, le preocupa el poder, a Jesús, un reo indefenso, la verdad. Dos concepciones diferentes del reino, que siguen presentes en la historia.  El reino de Jesús es un reino en el que se cumple lo que los profetas de siglos anteriores habían prometido de parte de Dios; goza de una gran singularidad: no es de este mundo, pero está presente en este mundo, aunque no se vea porque pertenece al reino del espíritu.  En un momento del diálogo con Pilato Jesús proclama con solemnidad: «Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz». Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad, y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos. Por eso Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella.  Se define como "testigo de la verdad" de Dios que Él encarna y nos invita a escuchar su voz para "ser de la verdad". Por eso Jesús es un rey totalmente libre y nosotros también: el mundo no tiene poder sobre él ni debería tenerlo sobre nosotros.  La paradoja consiste en que esta naturaleza se hace visible en la Pasión, allí donde somos débiles, heridos, enfermos..., es entonces cuando se manifiesta un espacio que nadie puede dañar: nuestra dignidad real que nace de la filiación divina.

 

. Jesús no es rey del espacio, sino del tiempo. El texto del Apocalipsis nos revela que Jesús, el primogénito de entre los muertos, es "alfa y omega", principio y fin, el que da sentido a la historia.  Es "el que es, el que era y el que viene"; "aquel que nos amó" y "nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre". Más aún: el que "nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre".  De esta manera, los cristianos participamos de la misión real de Jesús; somos una comunidad soberana y libre, no esclavos de nada ni de nadie; que visibiliza la realeza de Cristo no mediante el poder, el prestigio o el esplendor sino mediante la lucha por la justicia, por la reconciliación y por la paz en el mundo. Somos "testigos" de la verdad llamados a vivir el evangelio y a comunicar y compartir, no imponer, esta experiencia de vida; tampoco a controlar la fe de los demás, pero sí a contagiar el amor por la verdad con nuestra vida santa, a poner en todas partes la verdad de Jesús. No olvidemos la lección de la historia: por muy poderosos que parezcan los imperios son efímeros, caen. Por eso, ojalá que solo ante Dios nos arrodillemos. Que así sea con la Gracia de Dios.

12 de noviembre de 2021

"... mis palabras no pasarán"

. DOMINGO XXXIII T. O. -B- Dan 12,1-3/Heb 10,11-14.18/Mc 13,24

 

Cada cierto tiempo suelen surgir voces fundamentalistas pregonando catástrofes de lo más fantasiosas como señal de la proximidad del fin del mundo. Voces que activan con atractivo implacable el morbo todavía presente en amplios sectores de la sociedad. Acostumbran a escarbar en ciertas inquietudes religiosas, ancladas en lo más profundo del ser humano, sobre el cuándo y cómo del final de la historia humana. Inquietudes que suelen irrumpir sobre todo en momentos de graves crisis sociales, cuando se masca cierta tensión colectiva, cuando el virus de la excitación apocalíptica corre el riesgo de extenderse como una pandemia.

La Biblia no entiende de ciencias naturales ni históricas, no alecciona sobre el movimiento de los astros ni ayuda a leer el horóscopo del destino humano. Ahora bien, el lenguaje bíblico, como en el evangelio de hoy, se reviste de metáforas, de símbolos y de signos para introducirnos en el santuario íntimo de nuestras relaciones personales con el Dios de la alianza. Cuando el hombre sufre las pruebas y tribulaciones de la vida tiene la sensación de que el cielo se le cae encima: que "el sol se oscurece, que la luna se oculta y que las estrellas se desploman". No sólo el hombre, también el creyente ha de transitar en más de una ocasión por trances oscuros en los que el Reino de Dios sufre violencia y dolores de parto.

Mientras el hombre sea hombre seguirá preguntándose sobre su futuro. Pero ¿por qué ha de hacerlo bajo el temor y el miedo a signos catastróficos? No es ése ciertamente el horizonte motivador y esperanzador de Jesús, el horizonte del Dios de la vida. El evangelio nos remite a una lectura confiada de ese combate, personificado en las fuerzas del bien y del mal, que tiene lugar en el seno de todo discípulo de Jesús. Combate en el que el Hijo del hombre ya ha triunfado y que desciende ahora de entre las nubes para tomar posesión de su Reino. Reino al que convoca por medio de sus ángeles a todos los hijos dispersos para compartir plenamente el decisivo comienzo de la nueva humanidad.

Mientras tanto y, desde el realismo de la vida, sabemos también que mientras el mundo exista no dejarán de suceder los signos de los que habla Jesús, fruto de la locura y de la barbarie de los hombres: guerras, odio, desolación y muerte. Es la cara oscura del pecado que asola la tierra y muchas veces, sumerge a los creyentes en la duda sobre la victoria final. Es preciso velar, resistir la tentación del sueño, porque la palabra de Cristo -eso es lo cierto- no dejará de cumplirse, como las yemas de la higuera que anuncian el verano. Esta es la verdad definitiva: el cielo y la tierra pasarán, las palabras de Cristo no pasarán. Y estas palabras nos sitúan sabiamente ante la esperanza para tiempos difíciles, sembrados de pruebas a superar, pero confiados siempre en el Dios de la promesa.

 

El futuro está en manos de Dios ("Y mañana Dios dirá…", decimos en lenguaje coloquial). Sin embargo, nosotros, debemos construirlo, no desde la angustia o el miedo, sino viviendo el presente que está en nuestras manos con una actitud vigilante, positiva, esperanzadora. Para nosotros, creyentes, el final de la historia no es catástrofe sino salvación para los elegidos, el acontecimiento último de la historia de la salvación. Para eso Cristo murió en la cruz, "ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio" y ahora, junto al Padre, nos espera para darnos, cuando Él quiera, el abrazo de la comunión definitiva y perfecta, del amor. Que así sea con su Gracia.

30 de octubre de 2021

"Amará a Dios... y al prójimo como a ti mismo".

DOMINGO XXXI TO -B- Dt 6,2-6/ He 7,23-28/Mc 12, 28b-34

Para la tradición bíblica, el so-fer ("escriba") gozaba de prestigio intelectual en Israel, ya que estaba consagrado a estudiar, interpretar y aplicar la Ley. Su intervención en cuestiones de legislación civil, religiosa y ritual le daba autoridad y respeto. La pregunta que dirige a Jesús no versa sobre su conocimiento o desconocimiento de la Ley, sino sobre la forma cómo enseña, interpreta y aplica la Ley. Seguramente el escriba se siente cuestionado por la autoridad y la libertad de Jesús frente a la Ley, a las tradiciones y a las instituciones judías, por conocer la fuente de la autoridad y de la libertad de Jesús.

Jesús no es un transgresor ni un evasor de la Ley. Lo revolucionario de la actitud de Jesús radica en que en su observancia de la Ley se combinan su libertad, su fidelidad y su compromiso con el Padre, con el Reino y con aquellos que el sistema margina. La libertad, la fidelidad y el compromiso de Jesús están potenciados por la misma Ley que invita a amar a Dios (cf. Dt 6,5) y al prójimo (cf. Lv 19,18).

La respuesta de Jesús al escriba revela el espíritu más profundo de la Ley: no hay santidad real sin un amor exclusivo, total y preferente a Dios, y que, al mismo tiempo, se traduzca en un amor solidario y comprometido con prójimo. Sin un amor real y concreto por el prójimo (que es imagen de Dios), todo intento de amor a Dios se reduce al plano de las ideas, de las intenciones y de los discursos. Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26-27) para que toda búsqueda de Dios comience por el rostro y el corazón del prójimo. En su misterio más profundo, cada persona puede revelar a Dios. En este sentido, el prójimo tiene una función mediadora: es la forma concreta de visibilizar el amor a Dios. El prójimo es un punto de encuentro con Dios en la historia.   

Sin abolir la Ley, ni los mandamientos, ni los preceptos, Jesús centraliza el espíritu de la Ley en un único mandamiento con dos aspectos necesariamente complementarios. El amor al prójimo siempre será el criterio de credibilidad del amor a Dios. En términos del autor de 1 Jn: "El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?" (1 Jn 4,20). Una religiosidad sin solidaridad y una espiritualidad sin caridad son realidades autorreferenciales y vacías. Una verdadera religiosidad y una auténtica espiritualidad hacen que la experiencia de Dios se traduzca en gestos concretos de amor, perdón y cercanía. Estos gestos hacen visible y posible el Reino de Dios. Y esto, se afirma, vale más "que todos los holocaustos y sacrificios", recordando las palabras de los profetas ("Misericordia quiero y no sacrificios", había dicho Oseas criticando el culto exterior vacío de amor).

La Ley tiene la función de orientar el corazón hacia Dios y hacia el prójimo. Pero también tiene la función de iluminar la libertad para que el culto a Dios sea "en espíritu y en verdad" (cf. Jn 4, 23); y para que el vínculo con el prójimo sea de una fraternidad en la caridad y la dignidad. Elegir amar a Dios es elegir amar al prójimo. Sólo así, el Reino se hace presente en la historia y en el corazón humano. El amor es la Ley del Reino. Amar a Dios; amar al prójimo como a uno mismo… no son dos amores, ni tres… es uno que solo llega a ser pleno al crecer en las tres dimensiones. Que así sea con la Gracia de Dios.

23 de octubre de 2021

"¿Qué quieres que haga por ti"?

. DOMINGO XXX - T.O. -B- Jer 31,7-9/Heb 5,1-6/Mc 10,46-52 - DOMUND

 

Domund 2021:  El Señor nos convoca a sentirnos parte activa de la misión.  La hermana Gloria Narváez, secuestrada en Mali por un grupo terrorista vinculado a Al Qaeda, colombiana, religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, de 59 años, misionera en África desde 2002, liberada hace quince días. Marcas de la piel, aspecto demacrado son signos visibles del secuestro en un punto perdido del desierto entre Mali y Burkina Fasso donde domina el yihadismo.  "Había trabajado en diferentes colegios de Ecuador, Perú, Suiza… pero ella buscaba estar con los abandonados del mundo. Era consciente de los peligros, pero era fiel a su misión. Ayudaba a las mujeres y a los niños a salir adelante, les enseñaba a leer, a sumar, a restar y también les curaba en un centro de salud. En 2017 la comunidad fue atacada por hombres armados con cuchillos y machetes… enfrentada a ellos les dijo que era la mayor de todas, se la llevaron y la vendieron a los yihadistas. Los testimonios hablan de la "la trataron más o menos bien, respetaron su dignidad de mujer y el hecho de ser religiosa".  Mientras tanto curaba a sus propios captores yihadistas que estaban enfermos. Tiene un corazón grande y bueno. Se ganó su cariño". Mantuvo siempre "Coraje y valentía" en sus cuatro años y ocho meses de secuestro

 

Recuerda el Papa que "con su testimonio de vida" los misioneros nos ayudan "a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio". No podemos reservar al Señor "para nosotros mismos", aludiendo al lema de este año: "Cuenta lo que has visto y oído". Los primeros cristianos iniciaron su vida de fe "en un ambiente hostil y complicado", sufriendo persecuciones y amenazas, pero no les llevó "a replegarse". Ellos transformaron los inconvenientes, contradicciones, dificultades en oportunidades para la misión. Siempre podemos y debemos ser testimonios de nuestra esperanza. Todos podemos compartir el anuncio esperanzador de Jesús e impulsar o ayudar en las iniciativas que promueven la fraternidad, también aquí, "tierra de misión". Siempre es un error pensar que otras épocas fueron mejores para el anuncia. Esta es nuestra época y aquí teneos que ser instrumentos y mensajeros de reconciliación y compasión. Es el mensaje de la palabra de hoy en jeremías y el Evangelio: confianza total en la misericordia de Diosa no obstante nuestras carencias y fuerza para superar las barreras que nos impiden acercarnos al Señor…

Caminar junto a los hermanos los caminos de la vida; abrir el corazón, y escuchar "cordialmente", con paciencia, sin cansarnos; hacerse prójimo, anticiparse ("¿Qué quieres que haga por ti?"); testimoniar en nombre de Jesús ("Anda, levántate, que te llama"). El camino de fe termina en el Evangelio de una manera hermosa y sorprendente, con Jesús que dice: «Anda, tu fe te ha salvado» (v. 52). Y, sin embargo, Bartimeo no hizo profesiones de fe, no hizo ninguna obra; solo pidió compasión. Sentirse necesitados de salvación es el comienzo de la fe. Es el camino más directo para encontrar a Jesús. La fe que salvó a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo, en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, que nos hace a todos verdaderos misioneros, capaces de mostrar la alegría de nuestras vidas: Jesús. Que así sea con su Gracia.

 

16 de octubre de 2021

"Vosotros nada de eso"

DOMINGO XXIX –B- Is 53,10-11/Heb 4,14-16/ Mc 10,35-45

El fin de semana pasado el Papa dio inicio a los trabajos del Sínodo programado para octubre de 2023 en Roma. Hoy se inicia en las diócesis, fase local; después será la nacional, continental y por último la universal en Roma. La idea es caminar juntos hacia una "Una Iglesia cercana, de la escucha… participación de todos los bautizados. Caminar juntos… Desde la realidad de los que formamos la comunidad se nos invita al "Compromiso y servicio" que nacen de la fe. La comunidad parroquial celebra la fe, transmite la fe, se compromete por la fe, cada uno según su propia vocación y con una actitud de servicio. "Líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, con mucho pasado y poco futuro" (Francisco).

Querer prevalecer sobre las demás personas es algo que el ser humano deja entrever frecuentemente y es fuente de sufrimiento inútil y contrario a lo que hizo Jesucristo en su vida:  él sí que estaba por encima de la humanidad y, sin embargo, esta condición suya no la utilizó como privilegio personal; no solo, la dejó de lado y se humilló a sí mismo "pasando por uno de tantos"; mostrando que el camino a seguir es el de la humildad y el servicio a las demás personas. Esta actitud está al alcance de nuestras posibilidades y es fuente de serenidad.

Jesús subraya la diferencia radical diferencia entre sus seguidores y los de otras instituciones humanas en las que se busca el poder, el prestigio y se trepa para conseguir los primeros puestos: "Vosotros nada de eso".  La responsabilidad en el campo cristiano se identifica con la capacidad de ponerse al lado de los hermanos, en actitud de escucha y acogida, buscando el bien del otro y compartiendo la alegría de su crecimiento humano. Acompañar, compartir, iluminar desde la sencillez del día a día. La clave de la autoridad, eclesiástica como civil, está en el servicio, no en deslumbrar con el poder.  

 

El signo de Jesús "probado en todo exactamente como nosotros menos en el pecado" (como hemos escuchado en la carta a los Hebreos) es entregar la vida hasta la muerte por amor a todos, un amor que transforma el dolor y el sufrimiento en salvación.   Precisamente esta relación entre sufrimiento, entrega y salvación es uno de los misterios de nuestra fe. El sacrificio en la cruz fue necesario para nuestra redención; entregar la vida es el camino para ser fecundos, para encontrar la vida y vivir eternamente.

Teresa de Calcuta, beatificada este domingo por Juan Pablo II, quien en una bella oración expresaba este pensamiento: "¿Lo que me hace más feliz? Ser útil a los demás". Ella, que dio su vida en servicio de los más pobres de los pobres recomendaba a sus monjas que había que "dar sí, pero con alegría". La vida cristiana no conoce más camino que el servicio a las demás personas, el «único» camino, sencillamente porque es el que ha recorrido Jesucristo y el que nos ha enseñado a quienes acogemos su invitación para seguir sus pasos y gozar siempre de su compañía. Que así sea con la Gracia de Dios.

9 de octubre de 2021

"... y luego, ven y sígueme"

XXVIII TO-B – Sab 7, 7-11; Hb  4, 12-13;  Mc 10, 17-30

Este fin de semana se inicia en Roma y, el próximo domingo, día 17, en todas las diócesis de la Iglesia el camino sinodal ("caminar juntos") que a lo largo de dos años invitará a reflexionar a todos y cada uno de los cristianos acerca de la realidad de la Iglesia y de los desafíos que debe afrontar hoy y en el futuro. El camino culminará en octubre de 2023 con la celebración del Sínodo en Roma. El lema es: "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión". Tendremos ocasión, si lo deseamos, de hacer nuestras propias reflexiones y propuestas, pero el evangelio de hoy nos pone una pregunta que es siempre fundamental para el discernimiento y la vida: "Maestro bueno ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?"

No es una pregunta retórica sobre el futuro que nos espera sino sobre cómo vivir el presente que nos prepara para ese futuro, cómo vivir hoy y en circunstancias actuales nuestra fe en medio del mundo, particularmente en nuestro entorno occidental (secularización, abusos, pérdida de fe, indiferencia frente al hecho religioso…). La cuestión acerca del qué hacer (en el orden de la fe, las responsabilidades, la familia…) es la que nos ayuda a ordenar el conjunto de nuestras prioridades. Y, precisamente hoy, la primera lectura nos ofrece uno de los pensamientos más bellos sobre el don y la necesidad de la sabiduría en la vida. En texto  recuerda que lo que hace a los seres humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la que compartimos la vida misma de Dios. Este don, que enseña a gobernar a los reyes, que hace "divinos" a los hombres, es la riqueza más alta. Con ella se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la existencia.

Las personas sin "vida interior" prefieren el oro, la plata y las piedras preciosas; el dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá aprendido un sentido distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del hambre; del sufrimiento y la desesperación. Con ella vienen riquezas, valoraciones y sentimientos que no se pueden comprar con todo el oro del mundo. Porque la verdadera sabiduría enseña a tener y vivir con dignidad; a juzgar y obrar rectamente; a no dejarnos confundir ni engañar por las apariencias o lo inmediato. La sabiduría nos enseña a ordenar la propia vida con un sentido, a orientarla hacia una meta.  La sabiduría y su compañera inseparable, la prudencia pertenecen al ámbito divino por eso hay que pedirlas...  Frente a la sabiduría quedan relegados el poder (cetros y tronos), la riqueza (piedras preciosas, oro y plata) y salud (belleza, vida en general). A su lado estas realidades son nada, un poco de arena, lodo…

Esa sabiduría de la vida, de la experiencia nos enseña también, y el evangelio lo recuerda, que, en la vida, no es suficiente una hoja de servicios inmaculada… la respuesta de Jesús: "Una cosa te falta…" es una invitación a la confianza y abandono total en sus manos. Y eso es siempre lo más difícil. Buenas personas pueden ser tanto los creyentes de cualquier religión como los que no profesan ninguna. Jesús invita a ir más allá de la bondad; a una relación de amistad con El que se va profundizando a lo largo de la vida y que ofrece criterios para cultivar tanto la relación filial con Dios como la relación fraternal y solidaria con los demás seres humanos. En esta impactante escena, tanto el "joven" rico como Jesús han pasado de la alegría a la decepción. El joven por sentirse incapaz de abandonar sus seguridades y Jesús por haber recibido una vez más, una respuesta negativa por parte del joven que representa esa parte enorme de la humanidad de ayer y de hoy que sigue confiando su futuro y su felicidad a las riquezas, al tener y poseer. "¡Qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!".

Jesús estaba interesado en enseñar que la salvación, la felicidad, el futuro del hombre, no está garantizado sólo por la economía, las posesiones o las riquezas que Jesús no condena en sí, sino cuando se acumulan en manos de unos pocos y se distribuyen injustamente.  El tesoro en el cielo y la paz en la tierra se adquieren con la generosidad, la solidaridad, la justicia.  Es un horizonte nuevo: entrar en el plan de Dios, asumir la libertad de los hijos de Dios, una libertad de espíritu que no se deja comprar por nada, y se encarna en la fraternidad que nos hace a cada cual corresponsables de la felicidad de los otros…. : "Os aseguro que quien deja casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura vida eterna". Que así sea con la Gracia de Dios.

2 de octubre de 2021

"Serán una sola carne..."

XXVII TO-B- DOMINGO XXVII -B-  Gn 2,18-24/Heb 2,9-11/Mc 10,2-16

. En el Evangelio, los fariseos le preguntan a Jesús sobre los motivos de repudio del varón a su mujer. Jesús no entra en las respuestas más o menos permisivas o rigoristas de los rabinos.  Recuerda, contra lo que permitía la ley de Moisés, el proyecto y voluntad originaria de Dios. Cita literalmente Gen 2,14: "serán una sola carne… lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Se trata de un proyecto de comunión personal, de igualdad entre el hombre y la mujer, de complementariedad y mutua entrega sin imposición ni sumisión, que contrasta con la situación de inferioridad que, en tiempos de Jesús, tenía la mujer respecto al hombre.

. De hecho, cuando Jesús rechaza el divorcio rompe una lanza a favor de la mujer en una cultura donde repudiarla era arbitrario y caprichoso por parte del varón. Un mensaje transgresor y liberador que rompe con la interpretación patriarcal y machista por la cual el hombre (que no la mujer) podía despedir a la mujer si se cumplían unos requisitos. Propone un estilo de vida alternativo que sueña, para las relaciones humanas, la calidad de los días de la creación. Jesús no ignora lo difícil de una relación de pareja o el clima insoportable al que pueden llegar ni el sufrimiento al que están sometidos, en esos casos, los hijos y los propios esposos. Pero vuelve sus ojos al proyecto originario de Dios. Proyecto que vivido en la fe se convierte en sacramento, signo vivo del amor fiel de Cristo a su Iglesia, que debe ser vivido con fidelidad, fecundidad y unidad entre los esposos.

. El papa Francisco convocó el año Amoris laetitia que estamos celebrando hasta junio 2022 en que se celebrará el Encuentro Mundial de las Familias en Roma y en las diferentes diócesis del mundo. Quiere recordar los dos Sínodos de la Familia celebrados en Roma en 2014 y 2015 y el mensaje final de los mismos: "La alegría del amor" publicada en 2016. El texto es un canto al amor, la transmisión de la vida, la preparación para el matrimonio, la educación, el acompañamiento pastoral de las familias y también aborda con realismo la situación de las personas divorciadas en la Iglesia.

. No se trata de poner en cuestión la visión cristiana del matrimonio, sino de ser fieles a ese Jesús que, al mismo tiempo que defiende la indisolubilidad del matrimonio, se hace presente a todo hombre o mujer ofreciendo su comprensión y su gracia precisamente a quien más las necesita. Este es el reto que el Papa Francisco plantea en la "Amoris laetitia". ¿Cómo mostrar a los divorciados la misericordia infinita de Dios a todo ser humano? ¿Cómo estar junto a ellos de manera cristiana? La comunidad cristiana no los debe marginar ni excluir de su seno. Al contrario, como dice San Juan Pablo II, se les ha de ayudar a «que no se consideren separados de la Iglesia pues pueden y deben, en cuanto bautizados, participar en su vida» (Familiaris Consortio, n. 84). No puede ser otra la postura de una Iglesia que proclama y se sabe ella misma aceptada por su Señor a pesar de sus errores y sus pecados.

. Hemos de recordar que los divorciados que se han vuelto a casar civilmente siguen siendo miembros de la Iglesia. No están excomulgados. Aunque algunos de sus derechos queden restringidos, forman parte de la comunidad y han de encontrar en los cristianos la solidaridad y comprensión que necesitan para vivir su difícil situación de manera humana y cristiana. La fidelidad es don de Dios y un signo vivo de la presencia del Reino. El mantenerla culmina "la alegría del amor" y el gozo del evangelio" (Papa Francisco).

. El divorcio no podrá ser nunca meta o ideal del matrimonio. Incluso el que no comparte la visión evangélica del matrimonio ha de reconocer que en todo amor verdadero se encierra una nostalgia de permanencia y una exigencia de fidelidad. Para el creyente el amor y fidelidad conyugal es un don de Dios y una tarea en la vida diaria. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor. Que así sea con la Gracia de Dios.

18 de septiembre de 2021

"¿Quién es el más importante...?

DOMINGO XXV DEL T.O. -B-  Sab 2,17-20/St 3,16-4,3/Mc 9,30-37

 

. ¿Quién es el más importante para Jesús? Un niño; aquel que tiene necesidad, quien se siente indefenso, la persona que sufre, está sola, abandonada… acoger a estas personas es acogerle a Él, es acoger al Padre.

 

. ¿Quién es el más importante para la Iglesia? Los hijos más necesitados de atención, cuidado… El Papa Francisco en Bratislava decía a los obispos, religiosos… : "La Iglesia debe ser humilde como era Jesús, que se despojó de todo, que se hizo pobre para enriquecernos (cf. 2 Co 8,9). Así vino a habitar entre nosotros y a curar nuestra humanidad herida. Sí, es hermosa una Iglesia humilde que no se separa del mundo y no mira la vida con desapego, sino que la habita desde dentro. Habitar desde dentro, no lo olvidemos: compartir, caminar juntos, acoger las preguntas y las expectativas de la gente. Esto nos ayuda a salir de la autorreferencialidad. El centro de la Iglesia —¿quién es el centro de la Iglesia? — no es la Iglesia, y cuando la Iglesia se mira a sí misma acaba como la mujer del Evangelio: encorvada, mirándose el ombligo (cf. Lc 13,10-13). El centro de la Iglesia no es ella misma. Salgamos de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por nuestras estructuras, por cómo nos mira la sociedad. Y esto al final nos llevará a una "teología del maquillaje", de cómo nos maquillamos mejor. Adentrémonos en cambio en la vida real, la vida real de la gente, y preguntémonos: ¿cuáles son las necesidades y las expectativas espirituales de nuestro pueblo? ¿Qué se espera de la Iglesia?"

 

. Esta actitud de acogida, servicio implica la disponibilidad a "ponerse en el lugar del otro", incluso "en el último lugar", de "ofrecer la propia vida para ganarla" en el servicio al hermano. No se trata de renunciar a los valores, cualidades, virtudes o compromisos que adornan a cada persona; no se trata de ponerse en el último lugar con los "brazos cruzados", indiferentes, sino de poner lo que somos al servicio del hermano, en la familia, la sociedad, la acción política… para el crecimiento personal y comunitario, con una actitud de escucha, cuidado fraterno, compartir… de mantener el corazón abierto a Dios, a los hermanos, a la realidad. El poder es el servicio: algo contracultural pero muy cierto.

 

. A todos, o a casi todos, nos gusta "salir en la foto". Jesús, sin embargo, nos ofrece una lección de servicialidad porque fue el primero en cumplirla. Toda su vida la vivió en actitud de entrega por los demás: "No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por los demás". Es una actitud que manifestará plásticamente cuando sus discípulos le vean ceñirse la toalla y arrodillarse ante ellos para lavarles los pies y en la cruz entregue su vida para la salvación del mundo.  Un camino, no de simple resignación o negación, sino de comunicación de vida y alegría, desde una actitud de generosidad y sencillez. Sabiendo acoger a todos pues así acogemos a Jesús.

 

. No llevan a ningún sitio la envidia que divide y produce tristeza, la calumnia, el rencor, la mentira, la soberbia o la fuerza. Tampoco encerrarnos en nosotros mismos porque esto empequeñece nuestras capacidades y nuestra misma vocación humana. El sabio escucha, el sabio medita, el sabio contempla, el sabio acoge, el sabio tiene presente a Dios que es quién le inspira su respuesta; no es su necesidad, ni su seguridad, ni su deseo, la razón de su vida.  El sabio sabe lo que es y significa la confianza, confiar, buscar la concordia. Que así sea con la Gracia de Dios.

11 de septiembre de 2021

"Tú eres el Mesías"

2021. XXIV T0 B – Is 50, 5-9-St 2, 14-18-Mc 8, 27-35

El domingo pasado veíamos cómo Jesús iba recorriendo Galilea "haciendo el bien", predicando con su palabra y sus obras la Buena Nueva del Reino. Hoy, en las cercanías de Cesárea de Filipo pregunta a sus discípulos y a Pedro acerca de lo que decían las gentes que lo seguían acerca de Él. Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Sabían que deberían hacerse una y otra vez esa pregunta que les hizo Jesús, tanto a esas primitivas comunidades como a nosotros y nuestras comunidades hoy. La pregunta: "Y vosotros ¿quién decís que soy", no es solo para que nos pronunciemos sobre su identidad sino también para que revisemos nuestra relación con él.

La respuesta de Pedro: "Tú eres el Mesías", el Enviado del Padre es exacta: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. Y nosotros somos invitados a acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios. Jesús ha de ser el centro de nuestra vida cotidiana y de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones. Parece que esto está muy claro:  Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él. Pero Jesús sabe que no es así. A aquellos discípulos y muy posiblemente a nosotros también, todavía les falta aprender algo muy importante. No sabían lo que significaba seguir a Jesús de cerca, compartir su Proyecto y su destino. Por ello Marcos dice que Jesús «empezó a instruirlos» que debía sufrir mucho. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que ellos tendrán que ir asimilando poco a poco. Desde el principio les habla «con toda claridad». No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento los acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al Reinado de Dios.

Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para «increparlo». Había sido el primero en confesarlo como Mesías y ahora era el primero en rechazarlo. Quería hacer ver a Jesús que lo que estaba diciendo era absurdo. No estaba dispuesto a que siguiera ese camino. Jesús había de cambiar. Y Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el Tentador del desierto que buscaba apartarlo de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos y «reprende» literalmente a Pedro. Quiere que todos escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No han de olvidarlas jamás: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga», que acepte el esfuerzo de vivir de acuerdo con sus enseñanzas y con sus obras.

Y es que seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomarla en serio. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, tenemos que estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al Reinado de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa. El Apóstol Juan insistirá en que "no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras" (lJn 15,1). Y en la segunda Lectura, el Apóstol Santiago nos decía que uno puede tener fe y otro obras, rechazando luego la fe sin obras ya que no es auténtica y verdadera fe cristiana, pues con las obras probamos nuestra fe, pero una fe sin triunfalismos y exclusiones de los que no la tienen.

Así pues. No es fácil intentar responder con sinceridad a la pregunta de Jesús. En realidad, ¿quién es Jesús para nosotros? Su persona nos ha llegado a través de veinte siglos de imágenes, fórmulas, devociones, experiencias, interpretaciones culturales... que van desvelando y velando al mismo tiempo su riqueza insondable. Pero, además, cada uno de nosotros vamos revistiendo a Jesús de lo que somos nosotros. Y proyectamos en él nuestros deseos, aspiraciones, intereses y limitaciones. Y casi sin darnos cuenta lo empequeñecemos y desfiguramos, incluso cuando tratamos de exaltarlo. Y es que solo seremos testigos creíbles: si nuestra pasión convence; si nuestro amor fascina; si nuestra justicia arriesga; si nuestra fe contagia; si nuestra vida apunta hacia Él. Que así sea con la Gracia de Dios.

4 de septiembre de 2021

"Ábrete..."

DOMINGO XXIII T.O. -B-  Is 35,4-7a/St 2,1-15/Mc 7,31-37

El ministerio profético es una de las realidades más características, y hasta conmovedora, de la experiencia religiosa en el pueblo de Israel. En muchas ocasiones vemos al profeta denunciando con fuerza y valentía admirables el olvido de la Alianza por parte del pueblo, acarreando con ello múltiples desprecios e injusticias a los más desvalidos a quienes el profeta pretender devolver a los ámbitos de la dignidad. En otras ocasiones, con sentimientos de ternura y compasión, el profeta anuncia consuelo y esperanza ante el abatimiento de sus contemporáneos. El texto de la primera lectura, del profeta Isaías (35, 4-7a), es un magnífico y elocuente ejemplo del profetismo de anuncio, consuelo y esperanza: "Sed fuertes, no temáis... Vuestro Dios viene en persona y os salvará"

Vemos cumplido este anuncio y esta promesa en el Evangelio del Señor Jesucristo. Su paso por el mundo haciendo el bien, su vida entregada por amor hasta la dramática muerte en cruz, su resurgimiento Vivo, Glorioso y Resucitado del poder de la muerte, son señal y realidad del cumplimiento de la promesa. El texto del Evangelio que hoy se nos ofrece (Mc 7, 31-37), transcurre por estos mismos derroteros de amor y salvación arrancando la admiración de los testigos:

"Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos"

Este bien hacer del Señor Jesucristo viene a nuestro encuentro e interroga nuestra vida de discípulos y seguidores suyos. ¿Estamos siendo una buena noticia para alguien? ¿Lo estamos siendo, particularmente, para los acallados por las circunstancias adversas de la vida, para los que se han quedado sin vista de horizontes de futuro?

Llevamos largos meses de vida sobresaltada, anómala, por la situación pandémica que asola al mundo, y está provocando tanto sufrimiento. Abatidos, nos vemos caminar y deambular cabizbajos, un tanto desorientados, con la amarga pregunta de: "¿Hasta cuándo?". A veces, incluso podemos tener la impresión de que la esperanza se desvaneció de nuestro corazón. Diversos temores nos circundan.

Y sin embargo la Palabra de Dios ha sido proclamada por nosotros y para nosotros. ¡Hasta el salmista alaba, confía, espera! Sabe que el Señor reina eternamente. ¡Somos testigos y portadores de esta esperanza!

Muchas realidades se han tambaleado a nuestros pies. Pero Él, el que porta Vida y Amor, está siempre ahí. Lo está hoy, en su Día, en medio de su Asamblea, y nos grita a cada uno de nosotros:

"Effetá. Ábrete": a la alegría, a la esperanza, a la dicha de ser justo, al esfuerzo siempre renovado de construir un mundo mejor, al susurro de todas las aspiraciones para hacer el bien, al gozo de ver en cualquier rostro una hermana o un hermano.

"Effetá. Ábrete": a la luz suave y acariciadora de quien, en medio de cualquier realidad de destrucción y muerte, se sabe y se siente llamado a la Vida-por-siempre-duradera.

Y, como nos ha recordado Santiago en su Carta, no siempre es fácil vernos libres de la acepción de personas, de cierto favoritismo… por eso debemos mirar y captar más allá de cualquier apariencia… Dios nos ha elegido para hacernos ricos en la fe. Que así sea con la Gracia de Dios.

28 de agosto de 2021

"... pero su corazón está lejos de mí"

Domingo XXII TO - Dt 4,1-2.6-8/St 1,17-18.21b-22.27/Mc 7,1-8.14-15.21-23

 

La Palabra nos invita hoy a escuchar-acoger la sabiduría de Dios que habla al corazón del hombre ("Escucha Israel..."), y, al mismo tiempo, es un lamento ante la superficialidad y distracción: "Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está muy lejos de mí", que conducen a un vacío interior que lleva a vivir falsamente la relación con Dios.

 

. Su subraya el valor de la interioridad, de la pureza del corazón como espacio de encuentro y de culto sincero a Dios. Ya lo escribía S. Agustín, eterno buscador de la verdad y de la autenticidad de la vida, cuya memoria se celebra hoy: "Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!. Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así, por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre esas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de Ti aquellas cosas que, si no estuvieran en Ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti". Agustín conoció, experimentó la presencia interior del Señor; se convirtió y fue santo. No importa lo pecador que haya sido un hombre cuando encuentra la hermosura interior de la relación con el Señor. A esto nos llama hoy, contra todos esos vacíos, de hacer consistir la religión en cosas exteriores.

 

. El mero cumplimiento del culto externo merece la dura descalificación de Isaías repetida por Jesús: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí". El culto, si no sale del corazón, del amor, se hace hipocresía. A Dios solo le agrada el culto vivido en el amor efectivo a Él y al prójimo, pues en eso consiste la verdadera religión, que es la fuente de la auténtica felicidad, de la santidad y de la salvación. La intención profunda, que brota del corazón, es la que hace grandes o perversas nuestras obras, palabras, culto, alegrías, penas y nuestra misma persona. Todo lo que Dios ha creado es bueno. Nuestro corazón, con sus intenciones, puede consagrar la bondad de las cosas en función del amor a Dios y al prójimo; o pervertirlas con el egoísmo, la hipocresía, la idolatría, que brotan del corazón y expulsan de la vida al Dios del amor, de la libertad, de la alegría, de la salvación.

 

. El apóstol Santiago es el hombre práctico que dice a los cristianos convertidos del judaísmo, precisamente, con todas estas tradiciones de los fariseos: "¡Mucho cuidado! No hagáis consistir su religión sólo en cosas teóricas". Si una religión está vacía de obras, no entrareis en el reino de los cielos. Ya lo dijo el Señor: "No es el que dice: ¡Señor!, ¡Señor!  el que entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos."  Y pone dos ejemplos: "Visitar a las viudas y a los huérfanos, y conservarse limpio en el mundo". Esta es la verdadera religión.  

 

. Acojamos la verdad y la revelación de Dios que nos muestra Jesús, antes que las tradiciones de los hombres, que necesarias e importantes para configurar nuestro ser social y cultura, pueden, sin embargo, llegar a ocultar la razón de las mismas o el sentido original del mensaje que está detrás. Cristo, la Palabra revelada de Dios, su mensaje e invitación a la pureza interior, está antes que las tradiciones de lavarse las manos, de no tocar muertos, de huir de los leprosos… o de cualquier otra que oculte su Rostro en los hermanos. Que así sea con la Gracia de Dios.  

23 de julio de 2021

"El Hijo del hombre no ha venido a ser servido"

. SANTIAGO APÓSTOL-Hch 4, 33; 5, 12.27-33; 2 Cor 4, 7-15; Mt 20, 20-28

En este domingo celebramos a Santiago, apóstol, patrono de España. Él fue, según cuenta la tradición, quien trajo la fe cristiana a nuestras tierras. Tenerle como patrono implica tomarle como ejemplo de vida evangélica y confiar que interceda por nosotros. Este año, al caer en domingo la fiesta del Apóstol, se ha declarado como Año Santo. Un año santo atípico por la situación que estamos viviendo. No obstante, personas de todo el mundo han reiniciado nuevamente la peregrinación al sepulcro del Santo en Compostela. La peregrinación ha sido desde muy antiguo un símbolo empleado para significar un reencuentro con uno mismo, y ha servido para unir diferentes pueblos. En Europa el Camino de Santiago ha significado mucho en nuestra historia, ha conformado nuestro modo de vivir la fe evangélica y, más allá de las motivaciones, pervive una búsqueda de espiritualidad y de encuentro con los más noble de nuestro ser.

La Palabra de Dios proclamada en esta fiesta nos ofrece a las comunidades cristianas de España una luz para reflexionar en nuestra vivencia de la fe que recibimos de los apóstoles. La historia evoluciona y los hombres y mujeres de cada época hemos de saber vivir nuestra fe, que no cambia, en el contexto de una realidad familiar, social, cultural que cambia muy rápido pero que pide ser iluminada por la Luz que nos viene del Evangelio transmitido por los Apóstoles. Sabemos que Santiago fue uno de los tres apóstoles más íntimos del Señor. Junto a su hermano Juan, son llamados "hijos del trueno" por su manera de ser, impetuosa; se movían por intereses muy humanos como el honor, el primer puesto…  Jesús les fue puliendo, les hizo entender que lo primero es el servicio, dar la vida…  y ellos, después de la Resurrección demostraron que "podían beber del cáliz", del que bebió el mismo Jesús en la cruz.  De hecho, Santiago fue el primero de los apóstoles que entregó su vida.

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos dice claramente que "los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor". Tanto es así que se enfrentaron a grandes dificultades, incluso con las autoridades, tanto religiosas como políticas de su tiempo. Ellos, consecuentes con la transformación que habían experimentado en sus vidas, fueron capaces de proclamar: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Y se presentaban como testigos de "Jesús a quien vosotros matasteis…" Por eso, "el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan".  Esta es la verdadera tradición que nos viene directamente de la Palabra revelada.  Es verdad que como escuchamos en la segunda lectura los apóstoles eran personas de carne y hueso, igual que nosotros, con sus grandezas y debilidades. San Pablo nos ayuda a poner los pies en el suelo. A los Corintios les advierte: "Este tesoro (la fe apostólica) lo llevamos en vasijas de barro…". Somos limitados y por eso hemos de reconocer: "…que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros." Esto es lo que ha de movernos a actuar "por causa de Jesús".

Vivir es caminar, dar pasos, marchar hacia el futuro. Lo dijo de forma bella Jorge Manrique en sus famosas Coplas: "Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos, así que cuando morimos descansamos". Quien peregrina largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta tierra. Hoy somos invitados a reforzar las raíces apostólicas de nuestra fe apostólica. La conciencia de nuestra debilidad ayuda a hacer visible la acción de Dios. Nos recuerda que la vida es una peregrinación; no tenemos aquí la morada permanente, nada nos llevaremos…. Que no sea el gozo de haber vivido plenamente…. Priorizando la entrega y poniendo nuestras vidas al servicio de Dios, del Bien, de la Verdad…de los hermanos… y a ser agradecidos por el don de la fe recibida y transmitida de generación en generación… procuremos ser cristianos de nuestro tiempo, sin miedo, y buscando los medios adecuados para que nuestro testimonio y nuestra palabra sean comprensibles y cautivadores para la sociedad de hoy. Que así sea con la Gracia de Dios.