2 de octubre de 2021

"Serán una sola carne..."

XXVII TO-B- DOMINGO XXVII -B-  Gn 2,18-24/Heb 2,9-11/Mc 10,2-16

. En el Evangelio, los fariseos le preguntan a Jesús sobre los motivos de repudio del varón a su mujer. Jesús no entra en las respuestas más o menos permisivas o rigoristas de los rabinos.  Recuerda, contra lo que permitía la ley de Moisés, el proyecto y voluntad originaria de Dios. Cita literalmente Gen 2,14: "serán una sola carne… lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Se trata de un proyecto de comunión personal, de igualdad entre el hombre y la mujer, de complementariedad y mutua entrega sin imposición ni sumisión, que contrasta con la situación de inferioridad que, en tiempos de Jesús, tenía la mujer respecto al hombre.

. De hecho, cuando Jesús rechaza el divorcio rompe una lanza a favor de la mujer en una cultura donde repudiarla era arbitrario y caprichoso por parte del varón. Un mensaje transgresor y liberador que rompe con la interpretación patriarcal y machista por la cual el hombre (que no la mujer) podía despedir a la mujer si se cumplían unos requisitos. Propone un estilo de vida alternativo que sueña, para las relaciones humanas, la calidad de los días de la creación. Jesús no ignora lo difícil de una relación de pareja o el clima insoportable al que pueden llegar ni el sufrimiento al que están sometidos, en esos casos, los hijos y los propios esposos. Pero vuelve sus ojos al proyecto originario de Dios. Proyecto que vivido en la fe se convierte en sacramento, signo vivo del amor fiel de Cristo a su Iglesia, que debe ser vivido con fidelidad, fecundidad y unidad entre los esposos.

. El papa Francisco convocó el año Amoris laetitia que estamos celebrando hasta junio 2022 en que se celebrará el Encuentro Mundial de las Familias en Roma y en las diferentes diócesis del mundo. Quiere recordar los dos Sínodos de la Familia celebrados en Roma en 2014 y 2015 y el mensaje final de los mismos: "La alegría del amor" publicada en 2016. El texto es un canto al amor, la transmisión de la vida, la preparación para el matrimonio, la educación, el acompañamiento pastoral de las familias y también aborda con realismo la situación de las personas divorciadas en la Iglesia.

. No se trata de poner en cuestión la visión cristiana del matrimonio, sino de ser fieles a ese Jesús que, al mismo tiempo que defiende la indisolubilidad del matrimonio, se hace presente a todo hombre o mujer ofreciendo su comprensión y su gracia precisamente a quien más las necesita. Este es el reto que el Papa Francisco plantea en la "Amoris laetitia". ¿Cómo mostrar a los divorciados la misericordia infinita de Dios a todo ser humano? ¿Cómo estar junto a ellos de manera cristiana? La comunidad cristiana no los debe marginar ni excluir de su seno. Al contrario, como dice San Juan Pablo II, se les ha de ayudar a «que no se consideren separados de la Iglesia pues pueden y deben, en cuanto bautizados, participar en su vida» (Familiaris Consortio, n. 84). No puede ser otra la postura de una Iglesia que proclama y se sabe ella misma aceptada por su Señor a pesar de sus errores y sus pecados.

. Hemos de recordar que los divorciados que se han vuelto a casar civilmente siguen siendo miembros de la Iglesia. No están excomulgados. Aunque algunos de sus derechos queden restringidos, forman parte de la comunidad y han de encontrar en los cristianos la solidaridad y comprensión que necesitan para vivir su difícil situación de manera humana y cristiana. La fidelidad es don de Dios y un signo vivo de la presencia del Reino. El mantenerla culmina "la alegría del amor" y el gozo del evangelio" (Papa Francisco).

. El divorcio no podrá ser nunca meta o ideal del matrimonio. Incluso el que no comparte la visión evangélica del matrimonio ha de reconocer que en todo amor verdadero se encierra una nostalgia de permanencia y una exigencia de fidelidad. Para el creyente el amor y fidelidad conyugal es un don de Dios y una tarea en la vida diaria. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor. Que así sea con la Gracia de Dios.

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