23 de julio de 2021

"El Hijo del hombre no ha venido a ser servido"

. SANTIAGO APÓSTOL-Hch 4, 33; 5, 12.27-33; 2 Cor 4, 7-15; Mt 20, 20-28

En este domingo celebramos a Santiago, apóstol, patrono de España. Él fue, según cuenta la tradición, quien trajo la fe cristiana a nuestras tierras. Tenerle como patrono implica tomarle como ejemplo de vida evangélica y confiar que interceda por nosotros. Este año, al caer en domingo la fiesta del Apóstol, se ha declarado como Año Santo. Un año santo atípico por la situación que estamos viviendo. No obstante, personas de todo el mundo han reiniciado nuevamente la peregrinación al sepulcro del Santo en Compostela. La peregrinación ha sido desde muy antiguo un símbolo empleado para significar un reencuentro con uno mismo, y ha servido para unir diferentes pueblos. En Europa el Camino de Santiago ha significado mucho en nuestra historia, ha conformado nuestro modo de vivir la fe evangélica y, más allá de las motivaciones, pervive una búsqueda de espiritualidad y de encuentro con los más noble de nuestro ser.

La Palabra de Dios proclamada en esta fiesta nos ofrece a las comunidades cristianas de España una luz para reflexionar en nuestra vivencia de la fe que recibimos de los apóstoles. La historia evoluciona y los hombres y mujeres de cada época hemos de saber vivir nuestra fe, que no cambia, en el contexto de una realidad familiar, social, cultural que cambia muy rápido pero que pide ser iluminada por la Luz que nos viene del Evangelio transmitido por los Apóstoles. Sabemos que Santiago fue uno de los tres apóstoles más íntimos del Señor. Junto a su hermano Juan, son llamados "hijos del trueno" por su manera de ser, impetuosa; se movían por intereses muy humanos como el honor, el primer puesto…  Jesús les fue puliendo, les hizo entender que lo primero es el servicio, dar la vida…  y ellos, después de la Resurrección demostraron que "podían beber del cáliz", del que bebió el mismo Jesús en la cruz.  De hecho, Santiago fue el primero de los apóstoles que entregó su vida.

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos dice claramente que "los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor". Tanto es así que se enfrentaron a grandes dificultades, incluso con las autoridades, tanto religiosas como políticas de su tiempo. Ellos, consecuentes con la transformación que habían experimentado en sus vidas, fueron capaces de proclamar: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Y se presentaban como testigos de "Jesús a quien vosotros matasteis…" Por eso, "el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan".  Esta es la verdadera tradición que nos viene directamente de la Palabra revelada.  Es verdad que como escuchamos en la segunda lectura los apóstoles eran personas de carne y hueso, igual que nosotros, con sus grandezas y debilidades. San Pablo nos ayuda a poner los pies en el suelo. A los Corintios les advierte: "Este tesoro (la fe apostólica) lo llevamos en vasijas de barro…". Somos limitados y por eso hemos de reconocer: "…que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros." Esto es lo que ha de movernos a actuar "por causa de Jesús".

Vivir es caminar, dar pasos, marchar hacia el futuro. Lo dijo de forma bella Jorge Manrique en sus famosas Coplas: "Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos, así que cuando morimos descansamos". Quien peregrina largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta tierra. Hoy somos invitados a reforzar las raíces apostólicas de nuestra fe apostólica. La conciencia de nuestra debilidad ayuda a hacer visible la acción de Dios. Nos recuerda que la vida es una peregrinación; no tenemos aquí la morada permanente, nada nos llevaremos…. Que no sea el gozo de haber vivido plenamente…. Priorizando la entrega y poniendo nuestras vidas al servicio de Dios, del Bien, de la Verdad…de los hermanos… y a ser agradecidos por el don de la fe recibida y transmitida de generación en generación… procuremos ser cristianos de nuestro tiempo, sin miedo, y buscando los medios adecuados para que nuestro testimonio y nuestra palabra sean comprensibles y cautivadores para la sociedad de hoy. Que así sea con la Gracia de Dios.

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