11 de julio de 2021

"Él nos eligió antes de la creación del mundo..."

2021. XV TO –B-  Am 7, 12-15 /  Ef 1, 3-14  /  Mc 6, 7-13

Jesús ha llamado a sus seguidores más cercanos, es decir, a los Doce y los envía con instrucciones bien precisas acerca de cómo deben ir a predicar por los pueblos y aldeas de aquella Galilea del siglo I. Lo mismo hizo Dios con el profeta Amós: lo llamó y envió a profetizar... Esta es la vocación de toda persona bautizada. El discípulo de Jesús está llamado a ser misionero, destinado a ser enviado, a ponerse en camino, a compartir con sus hermanos y hermanas la Buena Noticia. Esto exige una respuesta, y también la renuncia a ciertas comodidades y seguridades. El discípulo es enviado solo con lo imprescindible para el camino, debe confiar completamente en quien lo envía: es cierto que necesitamos "cosas, instrumentos" que nos ofrecen cierta seguridad pero la confianza no está en las "cosas" sino en el Señor que nos llama y envía.

Según el Evangelio de Marcos, Jesús envía a los Doce con "autoridad" sobre los "espíritus inmundos" y a predicar la conversión. De alguna manera el evangelista nos muestra que la autoridad sobre los espíritus inmundos es llamar a la conversión. El ejercicio de la autoridad empieza siempre por una actitud permanente de conversión precisamente para evitar que esta autoridad se convierta en dominio o poder sobre las personas o las conciencias. Invitar a la conversión es expulsar de nosotros esos "espíritus inmundos" que contaminan nuestras relaciones interpersonales y fraternas, nos vuelven indiferentes al sufrimiento de las personas, endurecen nuestros corazones frente a quien busca refugio, salud, trabajo, oportunidad de crecer, amor, respeto, libertad, en fin, una vida digna.

El anuncio del Evangelio no es indiferente al sufrimiento de las personas por eso la actitud de quien es enviado ha de ser siempre en primer lugar de escucha y acogida. A veces usamos las mismas palabras, pero hablamos lenguajes muy diferentes por eso es necesario saber qué queremos decir cuando hablamos de "Dios", "fe", "Iglesia", "Jesús", "conversión" …  no hay que responder antes de escuchar las preguntas y siempre es mejor servir y acoger, establecer relaciones de confianza, antes de empezar a argumentar o hablar. "Mirad cómo se aman" fue y es la predicación más eficaz.

Uno se puede preguntar con toda razón por qué debe ser enviado, llamar a la conversión, echar demonios y curar. La carta a los Efesios nos da un bella y profunda respuesta: "porque Dios padre nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes; porque Él nos eligió antes de la creación del mundo para ser irreprochables por el amor... porque hemos recibido mucho en la vida; porque Dios ha derramado con derroche el tesoro de su gracia en nuestros corazones; porque hemos sido salvados por pura gracia mediante el sacrificio de Jesús en la cruz".

Quisiera terminar con las palabras del Papa san Pablo VI: "El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda." (EN 76). Cuando la pasión del encuentro transformador con Jesús se apaga, la misión languidece, o se convierte en una simple tarea. Anunciamos así, con palabras y gestos de liberación el plan de Dios para sus hijos: que tengan vida y vida en abundancia. La verdad experimentada, rumiada, saboreada, se hace más fuerte que nosotros mismos y no podemos callarla. Que así sea con la Gracia de Dios.

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