7 de diciembre de 2021

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Génesis 3, 9-15.20; Efesios 1,3-6.11-12; Lucas 1,26-38

El relato del Génesis resulta fascinante.  La serpiente acusa a Dios de mentir, mientras embauca a Eva con sus argucias. A su vez, Eva enreda a Adán haciéndole partícipe del embrollo.  Adán escurre el bulto arguyendo varias excusas. Finalmente reconoce que ha sido víctima de un engaño sin asumir su responsabilidad.  El trasfondo de todo ello es una desconfianza absoluta respecto del Creador, una actitud de rebeldía latente que distorsiona la visión de la realidad, interfiere en la relación con Dios generando falsos temores y suspicacias. El ser humano no se deja hacer, no es dócil a la acción del Creador.  Quiere ir a lo suyo y se deja engañar por quien no quiere su bien. Engaños, prepotencia…

El relato bíblico contrapone a esta actitud de recelo la respuesta de María. Ella no se deja llevar por el miedo ni las dudas y se pone a disposición de Dios. A pesar de ser consciente de sus limitaciones, se fía de Él, de su bondad y de su poder. Sabe que no quiere ningún mal para ella ni para la humanidad y que "para Dios nada hay imposible". Dejarnos hacer con la profunda certeza de que el Señor quiere lo mejor para nosotros., nos ama de verdad.

María va a ser la mujer atenta y fiel a la Palabra de Dios. Ella, después de entender y meditar esa Palabra en su interior dijo siempre SI a Dios con todas sus consecuencias. María conforma toda su vida a los planes de Dios, le obedece en todo como una esclava, por eso su conducta estará limpia de todo pecado, el mal original de nuestros primeros padres no causará mella en su persona: será Inmaculada desde su Concepción. María nos mueve hoy a renovar el sí de nuestra fe que neutraliza el pecado en nosotros y nos hace optar con firmeza por la belleza que nos trae Cristo y por ser agentes de la misma en medio del mundo. Belleza imperecedera, la de un corazón firme en el Señor, lleno de amor, vida, gracia, verdad, justicia, paz, bondad…en definitiva, la santidad verdadera que rejuvenece y vitaliza.

Nosotros no hemos nacido inmaculados como, por singular privilegio de Dios, nació Ella; es más, el mal anida en nosotros en todas las fibras y en todas las formas. Estamos llenos de «arrugas» que hay que estirar y de «manchas» que hay que lavar. Es en esta labor de purificación y de recuperación de la imagen de Dios en la que María está ante nosotros como poderosa llamada, abogada de gracia, que nos acompaña a Cristo, modelo suyo y nuestro, único Mediador, para para que seamos sus hijos, sus herederos, su alabanza.

 Papa Francisco en Atenas: «pidamos la gracia de creer que con Dios las cosas cambian, que Él cura nuestros miedos, sana nuestras heridas, transforma los lugares áridos en manantiales de agua. Pidamos la gracia de la esperanza. Porque la esperanza reanima la fe y reaviva la caridad. Porque los desiertos del mundo hoy están sedientos de esperanza. Y mientras este encuentro nos renueva en la esperanza y en la alegría de Jesús, y yo gozo estando con ustedes, pidamos a nuestra Madre Santísima que nos ayude a ser, como ella, testigos de esperanza, sembradores de alegría a nuestro alrededor, no sólo cuando estamos contentos y estamos juntos, sino cada día, en los desiertos donde vivimos. Porque es allí que, con la gracia de Dios, nuestra vida está llamada a convertirse y a florecer». Que así sea con la Gracia de Dios.

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