12 de diciembre de 2020

"...daba testimonio de la luz"

2020. III DOMINGO ADV -A-  Is 35,1-10/St 5,7-10/ Mt 11,2-11

.  Todos nosotros estamos llamados a compartir la luz y alegría, -que nacen del encuentro con Jesús, el Mesías-  para dar testimonio de claridad y esperanza a cuantos no encuentran ninguna razón para alegrarse.  Sin despreciar el valor de las satisfacciones humanas que son necesarias y buenas, la alegría cristiana es la del caminante, del que busca sin encontrar todavía, del que lucha sin haber conseguido el triunfo final, del insatisfecho porque no ha alcanzado la meta e incluso  del que está en tinieblas, pero sabe que no se ha apagado el sol, del que se levanta de nuevo después de haber caído..., en palabras de Isaías: "del que venda los corazones rotos, proclama a los prisioneros la libertad, dignifica al hombre abandonado…"

 

. Estamos llamados a ser testigos, como Juan, de la Luz y la Verdad. Esto nos pide en primer lugar, dejarnos iluminar interiormente por la Luz verdadera que es Cristo. Nosotros no somos la Luz, pero podemos proyectar la que hemos recibido en el Bautismo. En un mundo oscurecido donde se han borrado las fronteras entre el bien y el mal, del día y la noche, entre los verdugos que no se arrepientes de sus actos y las víctimas… esa es una buena tarea para el cristiano: ser testigo de luz con una vida iluminada por las buenas obras. Esta es la gran responsabilidad de todo creyente, la misión que se nos ha encomendado: preparar los caminos del Señor, cada uno por sus propias sendas, pero todos en la misma dirección. No podemos pactar jamás con la mediocridad ambiental en la que parece que "todo es lo mismo y vale lo mismo". Vivir en la Verdad, transparentar a Cristo Verdad, sin imposiciones porque la Luz y la Verdad no se imponen, pero con la conciencia clara de nuestra humilde misión.

 

. Alegría, luz… hombres y mujeres de fe en nuestros días y en medio de las situaciones que nos toca vivir. Alegría, luz que no vienen del exterior o de situaciones favorables (que ciertamente ayudan y ojalá siempre existieran): son un don de Dios que puede ser experimentado incluso en el dolor, el fracaso, la persecución, la oscuridad. El fundamento sólido de la alegría, de la Luz es la presencia de Dios en medio de nosotros, la salvación que él nos ofrece a pesar de todos nuestros fallos y miedos; es la victoria de Cristo que permanece viva en nuestra memoria y corazón: el pecado y la muerte fueron vencidos y con ellos las principales raíces de nuestra tristeza y oscuridad.  Dios es fiel y la vida y mi vida tienen sentido. Hombres y mujeres perseguidos por su fe, por su amor a la verdad, por su rectitud de conciencia, por no ceder al mal…

 

. Reflexionando sobre la alegría, escribe el Papa Francisco: "La alegría no es vivir de risa en risa. No, no es eso. La alegría no es ser divertido. No, tampoco es eso. Es otra cosa. La alegría cristiana es la paz. La paz que se encuentra en las raíces, la paz del corazón. La paz que sólo Dios nos puede dar. Esa es la alegría cristiana. Y no es fácil custodiar esa alegría". Se experimenta la alegría cuando se halla la armonía con uno mismo, en la experiencia del encuentro, la comunión con los demás, cuando se vive en presencia de Dios conocido y amado como bien supremo. Y cuando se acepta que alegría es siempre imperfecta, quebradiza… no hay dicha perfecta y esta conciencia es fuente de serenidad y de luz.

 

. "No apaguéis el Espíritu… Guardaos de toda forma de maldad…Quedaos con lo bueno", nos dice Pablo. La vida moral no es un añadido postizo, sino que acompaña la vida de fe y  la esperanza activa. Que así sea con la Gracia de Dios. 

No hay comentarios: