20 de noviembre de 2020

"...a mí me lo hicisteis"

2020. CRISTO REY-A-  Ez 34,11-12.15-17 - 1 Cor 15, 20-26a.28- Mt 25, 31-46

. Las semanas pasadas la Palara nos ha invitado a una actitud de vigilancia activa ante la espera del final de la historia, la venida del Señor (vírgenes prudentes, los talentos…).  Hoy la Palabra nos sitúa ante un escenario solemne, en el que el Hijo del Hombre (modo con el que Jesús se refiere a sí mismo, retomando las escenas del profeta Daniel en las que el hijo del hombre vendrá al final de los tiempos a juzgar a la humanidad), rodeado de ángeles, sentado en el trono ante todas las naciones reunidas y sometidas al juicio.

. Hoy día no nos imaginamos la idea de un rey con poder absoluto en el ámbito político o social; tampoco el evangelio que nos explica, desde el principio, en qué consiste en reinado de Jesús, basado no en el poder o la gloria, sino en el servicio. El término más familiar para comprenderlo es el de pastor y hoy se nos presenta como un pastor que separa a unos de otros, ovejas de cabras.  En la primera lectura de Ezequiel hemos escuchado las cualidades de este pastor que tiene como misión velar por su rebaño y también separar "entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío".

. Como pastor Jesús, que ha transitado los caminos de este mundo con sus propios pies, ha experimentado el itinerario del caminar humano en la tierra, ha sufrido los rigores del clima, las piedras del camino, ha conocido la sed del caminante…, por eso, puede guiar a otros hombres por las vías que configuran la vida de las personas. Como juez, ha experimentado en su ser, en su carne, el dolor y el sufrimiento, la injusticia; ha sido tentado en su misma realidad por el mal, el desánimo, el abandono, la soledad… por ello, puede juzgar la existencia de una persona…

. El criterio de este juicio lo conocemos: las obras de amor y de misericordia. Jesús trata de concretar en qué consisten estas obras de amor, para no hablar solo de mero sentimiento, deseo o "irse por las ramas". Recuerda las actitudes que hay que poner en práctica: atención, escucha, comprensión, compasión…  y aquellas que hay que evitar: indiferencia, prejuicio, miedo al trato con el prójimo, encerrarse en uno mismo…e invita a valorar todo el potencial humano de la presencia, la disponibilidad, la acogida, el discernimiento… La calidad del amor y del cuidado de las personas es importante; solo el calor humano y la fraternidad evangélica son capaces de abrir un horizonte positivo, una luz de esperanza.

 

. Jesús no nos llama a ser espectadores del amor de Dios sino sus más íntimos colaboradores, esto es, plenamente responsables. La fe que nos salva es la que nos contagia una bondad superior a la nuestra, la única fuerza que puede resistir hasta el fin el horror del mal sin caer en la tentación de culpar a los otros. Cada vida humana es un don y una tarea. Todas las vidas humanas llegan calladamente, sin pedir permiso… anhelando de proseguir su desarrollo completo, de ser reconocidas y queridas por sí mismas. No siempre es así, pero hay que cuidar la vida sobre todo cuando es más vulnerable, no olvidar la dimensión trascendente y única de cada uno, defender el valor, el respeto, la protección y ayuda de toda vida…  belleza, misterio, milagro presente en cada vida humana… como católicos llamados a mostrar, día a día, el amor infinito de Dios por todos.

 

El reinado de Cristo, dice S. Pablo, se va haciendo en la lucha y victoria sobre todos los enemigos, aquellos que se oponen al proyecto justo y bueno de Dios. "El último enemigo aniquilado será la muerte"; Cristo entrega su reino al Padre para que Dios sea "todo en todos". El Señor del universo es Dios que acoge como Padre a sus hijos. Feliz quien siga al Señor Jesús a donde quiera que vaya: se elevará a compartir su misma intimidad con Dios y le seguirá ejerciendo su caridad.... que así sea con la Gracia de Dios.

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