22 de julio de 2022

"Padre nuestro..."

. XVII TO – C- Gén 18, 20-21.23-32 /Col 2, 12-14 /Lc 11, 1-13 -III

 

.  Después de las enseñanzas de Jesús sobre la misericordia (el Buen samaritano), la escucha (Marta y María) hoy nos enseña el valor de la oración. La petición nace de los discípulos: "Ensénanos a orar"; ellos al ver en tantas ocasiones al Señor en oración, que suarda ese momento esencial para alimentar su relación con Dios Padre:  en el desierto, en la noche, la madrugada… sienten la necesidad de practicar lo que Él mismo experimenta en su persona: esa relación de filial confianza con Dios a quien llama: Padre-Abba.…

 

. Jesús les responde enseñándoles el Padre nuestro que es como una síntesis del evangelio, un compendio de sus enseñanzas: se reconoce la paternidad universal de Dios y  su Santidad, se pide la venida del Reino y la capacidad de aceptar su voluntad como norma suprema de la vida  y del mundo; que no nos falte  el fruto del trabajo diario para sustentar nuestra vida en la justicia, que haya en cada uno  y en la relación con los demás un espíritu de permanente reconciliación, que tengamos la fuerza para luchar y no caer en la tentación de mil formas nos acecha  para no aceptar su paternidad y nuestra filiación y, con cuánta  fuerza y perseverancia pedimos, que nos libre de todo mal.

 

. En nuestra debilidad humana el Espíritu es la fuerza para reconocernos hijos de Dios y hermanos, para interceder unos por otros… El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad para no desfallecer en la oración, en la intercesión por todos (como Abraham), en la acción de gracias en todo momento. Dios nos proveerá ‒a su modo‒ lo que le pedimos, nos dará ‒a su modo‒ lo que buscamos y nos abrirá ‒a su modo‒ las puertas de su Reino de Amor.

. Santo Tomás de Aquino, en su comentario al padrenuestro, nos dice que el padrenuestro es la oración principal porque es la que nos enseñó el propio Jesucristo. En ella se dan de manera perfecta las cinco cualidades que deben existir en toda oración: Confianza en Dios, a quien podemos dirigirnos como Padre gracias a Jesucristo; rectitud, pues nos indica qué es lo que debemos pedir a Dios; orden, al referirse a lo que es fundamental; devoción verdadera, que brota de la caridad perfecta hacia Dios y el prójimo y humildad, al reconocernos necesitados de Dios.

. En este domingo la Iglesia, a las puertas de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, celebra la II Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, bajo el lema: "En la vejez seguirán dando frutos". Instituida por el Papa Francisco, es una ocasión extraordinaria para recordar que «la ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado», sino que «es una estación para seguir dando frutos». Como recoge el mensaje del Pontífice para este día, en nuestra «cultura del descarte» conviven la tentación de «exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes» con la de vivir «sin ilusión», resignados. Pero la «larga vida» es «una bendición», asevera, y «los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia», sino verdaderos «signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia». 

. En primera persona, a sus 85 años de edad y con grandes dolores de rodilla que no le impiden viajar a Canadá para encontrarse con los pueblos indígenas, el Papa alienta a llevar «una ancianidad activa», con una especial preocupación por la relación con Dios y con los demás, y así a ser partícipes de la «revolución de la ternura». Igual que en otras ocasiones, subraya que no nos salvaremos solos y que no hay realización posible en el enfrentamiento, incidiendo en que los mayores supieron hacerse cargo de los demás y en que deben «ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles». Es esa revolución del cuidado y de la ternura que tantas veces nos recuerda. Que así sea con la Gracia de Dios. 

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