1 de julio de 2022

"Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"

Domingo XIV TO -C-  Is 66, 10-14 / Gál 6,14-18 / Lc 10, 1-12.17-20

Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren tres elementos que definen la misión de quien es enviado: la oración, la cruz, la alegría.

1. La oración. En el Evangelio hemos escuchado: «Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies» (Lc 10,2). Los obreros para la mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al servicio de la generosidad, sino que son «elegidos» y «mandados» por Dios. Él es quien elige, Él es quien manda, Él es quien encomienda la misión. Por eso es importante la oración. La Iglesia la formamos todos los creyentes, la comunidad, pero no es nuestra, es de Dios. El campo a cultivar es suyo. Así pues, la misión es sobre todo gracia. Por eso, en la oración está la luz y la fuerza de la misma. Nuestra misión pierde su fecundidad, se apaga, en el mismo momento en que se interrumpe la conexión con la fuente que es el Señor.

Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de cada decisión importante, se recogía en oración intensa y prolongada. Nos enseña a cultivar la dimensión contemplativa, incluso en medio de los compromisos más urgentes y duros. Cuanto más hagamos, más unido ha de estar el corazón a Cristo, lleno de amor. ¡Aquí reside el secreto de la fecundidad pastoral! Jesús manda a los suyos sin «talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,4). La difusión del Evangelio no está asegurada ni por el número de personas, ni por el prestigio de la institución, ni por la cantidad de recursos disponibles. Lo que cuenta es estar llenos del amor de Cristo. Recuerda el Papa que, en un encuentro de formadores, uno de ellos le dijo: "la evangelización se hace de rodillas". Y es verdad: sin la relación constante con Dios la misión se convierte en función.

2. El segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (6,14). Y habla de las "marcas", "tatuajes", de las llagas de Cristo Crucificado, como la señal distintiva de su existencia de Apóstol del Evangelio. En su ministerio, Pablo ha experimentado el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y la consolación. He aquí el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección. En la hora de la oscuridad, en la hora de la prueba está ya presente y activa el alba de la luz y de la salvación.  La fecundidad pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor.

3. Y, por último, la alegría de la consolación. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que ha atravesado el periodo oscuro del exilio, ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para Jerusalén, ha llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben dejar paso a la alegría: «Festejad… gozad… alegraos», dice el Profeta (66,10). Es una gran invitación a la alegría, porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y sus habitantes un «torrente» de ternura materna: «Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán» (v. 12).  «Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (v. 13).

Estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante para que nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios en la oración y transmitirla, también en los momentos de cruz.  La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. Que así sea con la Gracia de Dios. 

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