21 de octubre de 2022

"Oh Dios, ten compasión de este pecador"

2022. DOMINGO XXX - TO -C- Ecl 35, 12-18/2 Tim 4, 6-8.16-18/Lc 18, 9-14

Comparto dos ideas "tomadas" del Papa Francisco en su reflexión sobre la Palabra:

. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal, de su vanidad. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre en verdad se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16).

A la luz de esta Palabra, podríamos preguntarnos: ¿cómo es nuestra oración? Algunos rezan, seguro, pero otros preguntan ¿cómo se hace? Se hace como el publicano: humildemente, delante de Dios. Cada uno se deja ver del Señor y le pide su bondad, que venga a nosotros. Y esto también en familia porque la oración es personal, sí, pero también en familia, en comunidad… hay que encontrar el momento ciertamente, pero lo esencial es la actitud de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y todas las familias tenemos necesidad de Dios: todos, todos. Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez para rezar en familia. Rezar juntos el «Padrenuestro», alrededor de la mesa… rezar juntos el Rosario es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar también el uno por el otro: el marido por la esposa, la esposa por el marido, los dos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos... Esto es rezar en familia: orar la fortalece.

. La segunda lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice: «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, ha aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.

También aquí, podemos preguntar: ¿De qué manera, personalmente y en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero "esta carrera" puede ser también la carrera de la fe. Las familias cristianas son familias misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal y la levadura de la fe. Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días.

Domund 2022: "Seréis mis testigos". 

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