24 de marzo de 2023

"El que cree en mí, no morirá para siempre"

V DOMINGO DE CUARESMA- Ez 37, 12-14/Rom 8, 8-11/ Jn 11, 1-45

 

Después de los pasajes de los domingos pasados sobre la samaritana y el ciego de nacimiento, que nos revelaban a Jesús como agua viva y luz del mundo, este quinto domingo de Cuaresma nos presenta el relato de la resurrección de Lázaro, el séptimo signo o milagro narrado por san Juan, el último y más portentoso, y que revela a Jesús como señor de la vida y de la muerte. De hecho, las tres lecturas traen un mensaje central: en las situaciones sombrías de nuestra existencia personal o colectiva no estamos solos. Hay una Presencia de amor en la que existimos, nos movemos y actuamos y cuando nos abrimos con fe a esa Presencia somos capaces de vencer a la muerte. El Espíritu suscita en nosotros esa fe o confianza en que, ocurra lo que ocurra, nuestro destino es la vida.

. Los principales del pueblo judío han sido deportados a Babilonia. Sufriendo el desprecio de sus opresores, se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres. En esta situación el profeta Ezequiel trae la parábola de los huesos secos y amontonados porque no tienen vida. Y desde la experiencia de Dios anuncia que en esos huesos secos se infundirá el Espíritu de vida y se reanimarán. Si bien el profeta se refiere a la liberación de las vejaciones que están sufriendo en Babilonia los judíos deportados, esa parábola de algún modo anuncia ya la esperanza en la liberación final de toda la humanidad gracias al Espíritu de vida,  cuya voz y fuerza está presente y actúa en la evolución de la historia. 

 

. El relato de San Juan sobre la resurrección de Lázaro, nos muestra: Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero aparentemente no la da mucha importancia, de hecho, aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada, antes de ir a Betania. Sin embargo, cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús "sollozó muy conmovido" y los presentes comentaban: "mirad cómo le amada". En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

 

Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto", dice. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, "se queda sola en casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta. En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: "El que cree en mí no morirá para siempre". Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso, para el que cree de verdad, aunque físicamente deje este mundo porque es mortal, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.

 

. En su carta a los cristianos de Roma que hoy leemos, San Pablo recomienda que    nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud.  Que así sea con la Gracia de Dios. 

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