10 de marzo de 2023

"Dame de esa agua..."

2023. III DOMINGO DE CUARESMA-A-  Ex 17,3-7/Rom 5,1-2.5-8/Jn 4,5-42

El evangelio de hoy nos acerca el diálogo de Jesús con la mujer samaritana. Un diálogo que nace motivado por la sed y que culmina guiando pedagógicamente hacia el encuentro con el propio manantial.

.  La sencilla petición de Jesús es el comienzo de un diálogo franco, mediante el cual Él, con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual, según los esquemas sociales, no habría debido ni siquiera dirigirle la palabra. ¡Pero Jesús lo hace!, no tiene miedo; cuando ve a una persona va a su encuentro porque ama.  No se detiene nunca ante una persona por prejuicios; la pone ante su situación, sin juzgarla, sino haciendo que se sienta considerada, reconocida, y suscitando así en ella el deseo de ir más allá de la rutina cotidiana. Por eso, ante la extrañeza de los discípulos recuerda que la misericordia es más grande que el prejuicio.

.  Jesús abre el corazón de la mujer samaritana: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús esos interrogantes profundos que todos tenemos dentro, pero que a menudo ignoramos. También nosotros tenemos muchas preguntas que hacer y no debemos temer el hacerlas a Jesús.  La cuaresma, es el tiempo oportuno para mirarnos dentro, para hacer emerger nuestras necesidades espirituales más auténticas, y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos como ella: "Jesús, dame de esa agua que saciará mi sed eternamente".

. A partir de la experiencia de la sed física y del agua, Jesús ayuda a la samaritana y a nosotros, a tomar conciencia de la propia sed interior: de sentido, de plenitud, de libertad… la encamina y nos encamina a hasta asumir la situación vital: "no tengo marido", ella; "me siento solo o abandonado", "tengo muchos problemas, sufrimientos", nosotros… y es, desde la propia verdad de cada uno, desde donde Jesús nos revela su identidad: "Yo soy, el agua viva; quien ofrece la vida eterna; el que habla contigo".

. El diálogo restaurador nos pone, entonces, de cara a nosotros mismos y al Don de Dios, ese «don de Dios» que Jesús invitaba a conocer a la Samaritana y que, según el Apóstol, es el Amor de Dios "que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,5). Ya decía san Agustín que el amor es la fuerza que nos mueve a actuar (cf. Confesiones XIII, 9, 10). Desde nuestra libertad nos hace ver que, si no vivimos desde esa Fuente, conectados a ese Manantial de Amor que nos habita, seremos arrastrados, por la necesidad de nuestra sed, hacia pozos secos o aljibes de aguas enfermizas.

. El resultado de aquel encuentro junto al pozo fue que la mujer quedó transformada: "dejó su cántaro" con el que iba a coger el agua, y corrió a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. Había ido a sacar agua del pozo y encontró otra agua, el agua viva de la misericordia, que salta hasta la vida eterna. ¡Encontró el agua que buscaba desde siempre! Corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba, la condenaba y la rechazaba, y anuncia que ha encontrado al Mesías: "uno" que le ha cambiado la vida. Porque todo encuentro con Jesús nos cambia la vida, siempre. Es un paso adelante, un paso más cerca de Dios. Testimoniar la alegría del encuentro con Jesús, esa alegría que viene de dentro, cuando tenemos el valor de dejar aparte nuestro cántaro.

. El texto nos recuerda también que la adoración al Padre ha de ser "en espíritu y verdad". No puede ser solamente externo; afecta a nuestra conciencia; no depende de un lugar determinado, de un espacio… Al Padre, se le encuentra y rinde culto en el hermano, en los lugares y situaciones habituales de la vida; en la sencillez, compasión, ternura con los más necesitados… "Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón...". Que así sea con la Gracia de Dios.

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