3 de febrero de 2022

"¿A quién mandaré?..."

V DOMINGO TO –C-   Is 6,1-2a.3-8/1 Cor 15,1-11/Lc 5,1

 

. Las lecturas de hoy ponen en relación la vocación-misión del creyente. Dios, en su libertad, llama-invita y el hombre, también desde su libertad, responde. Nadie ama tanto nuestra libertad como quien la ha creado y continuamente la respeta... hasta el punto de que no obliga al hombre a seguirle. Cada uno responde en modo diferente, pues los dones de Dios son diversos en cada persona y cada uno es deudor de su propia historia.

 

. Isaías es llamado en medio de una visión escatológica: trono, manto, serafines, incienso... La respuesta de Isaías antepone una objeción: "¡Ay de mí, estoy perdido! ¡Yo hombre de labios impuros...!". Sólo con la fuerza del Señor puede superar la dificultad y responder a la llamada: "¿A quién enviaré? Aquí estoy, mándame".

 

. Pablo es el menor de los apóstoles y, además, había perseguido a la Iglesia. Pero Dios es el Padre que perdona al hijo porque es hijo... "Pero por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí". Los mismos cristianos de Corinto son testigos: recibieron la Buena Noticia anunciada por Pablo y la acogieron ("El evangelio que os proclamé y aceptasteis: que Cristo murió...").

 

. Pedro y los hijos de Zebedeo son pescadores experimentados. Saben que, si no han pescado nada durante la noche, no harán nada durante la mañana. La respuesta a la palabra de Jesús no demuestra entusiasmo, aunque tampoco hay nada que perder: "Por tu palabra...". Con la fuerza del Señor, la gracia de Dios, la pesca se convierte en un milagro; hechos pescadores de hombres, la palabra del Señor llegará hasta Roma, centro del Imperio y de allí a toda la tierra. 

 

De esta enseñanza de vida comparto:

. Hoy, en nuestra cultura, para muchas personas, el olvido de Dios -que no se vive dramáticamente-  ha ido acompañado de una pérdida aún mayor de responsabilidad moral.  Los creyentes sabemos por experiencia que reconocer nuestro pecado ante Dios no es destruirnos, sino renacer como hombres nuevos. Y que, asumir la culpa y saberse perdonado por el amor de Dios, no anula al hombre, sino que le hace crecer como nos hace crecer reconocer las faltas ante alguien y sentirnos perdonados y acogidos nuevamente.

 

. Pocas veces un creyente se siente más humano que cuando sabe confesar como Pedro: "Señor, soy un hombre pecador"...  Señor vivo de espaldas a la verdad, negando el verdadero amor a todos, renunciando a lo mejor de mí mismo… y pocas veces crece con tanta fuerza nuestra capacidad de regeneración como cuando escuchamos con fe agradecida esas palabras inolvidables dirigidas al fondo más íntimo de nuestro ser: «No tengas miedo"; "no tengas miedo" de ser pecador y estar junto a mí. Esta es la suerte del creyente: se sabe pecador, pero se sabe al mismo tiempo aceptado, comprendido y amado incondicionalmente por Jesús que libera del hundimiento con su misericordia.

 

. Probablemente habremos experimentado también nosotros el fracaso de algunas noches estériles en que "no hemos pescado nada", alternando con días en los que sí hemos sentido la presencia del Señor que ha vuelto eficaz y fecundo nuestro trabajo. Desde esta experiencia profunda, paso a paso, sin grandes medios podemos mostrar que con Dios se puede hacer el camino de la vida con esperanza, aunque las dificultades o el fango lo cubran. La Palabra de Dios es fecunda, produce vida en abundancia y realiza milagros y pescas inesperadas.  

 

. "¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?".  A pesar de los labios impuros, de la fragilidad y conciencia sentida de la propia indignidad y del propio pecado (Is, Pedro, Pablo...), cansancio y pérdida de compromiso, de entusiasmo..., todos estamos llamados a responder "Aquí estoy, mándame". Aunque sea a "remar mar adentro". Y con la certeza, como dice el salmo, de que "El Señor completará los favores conmigo: El Señor no abandona la obra de sus manos". Que así sea con la Gracia de Dios.

No hay comentarios: