28 de enero de 2022

"Pero Él se abrió paso entre ellos..."

IV DOMINGO TO -C- 1 - Jer 1,4-5.17-19/1 Cor 12,31-13,13/Lc 4,21-30

 

. Seguimos con el suceso de Nazaret que se interrumpió el domingo pasado justo cuando Jesús afirma que se cumplían en él las palabras del profeta Isaías: "Hoy se cumple esta profecía que acabáis de oír". Hoy escuchamos la reacción de sus paisanos y conocidos que estaban presentes en la sinagoga.

 

. La maravilla inicial se transforma en desprecio hasta el punto de expulsar a Jesús e intentar arrojarlo desde un precipicio. Una actitud tan diversa y cuando menos curiosa. Lucas quiere subrayar que hay un aspecto de la Palabra que fascina y que estamos dispuestos a acoger, pero también hay otro más difícil de recibir, al menos, sin una actitud de conversión del corazón. Cuando la Palabra se percibe como algo del pasado que inspira ciertos sentimientos pues no es muy problemática, pero cuando la Palabra es leída e interpretada en el hoy de cada persona, en nuestra circunstancia; cuando nos afecta e interpela directamente la Palabra adquiere una nueva dimensión.

 

. Jesús cita dos refranes: "Médico, cuídate a ti mismo" y "ningún profeta es bien recibido en su tierra" y los aplica a sí mismo, como médico y profeta. El primero se refiere a la idea que sus paisanos se han formado de él y el segundo indica cómo Jesús interpreta su propia misión y desea cumplirla. En cuanto médico, cura las enfermedades, como profeta realiza signos y curaciones no solo para apagar una necesidad sino para revelar la promesa de Dos escondida en la Palabra, interpreta la voluntad de Dios en el momento en que le toca vivir, ilumina el presente en el que vive plenamente. Escucha, ora medita, y habla con caridad y claridad y por ello es rechazado y perseguido.

 

. Los profetas son necesarios, mantienen viva la esperanza del mundo; conocen el momento presente, el hoy, los signos de Dios, los peligros y amenazas si nos alejamos de Dios. El profeta reza para saber qué quiere Dios en cada circunstancia concreta y en este diálogo que no es mero cumplimiento, empieza a mirar y ver cómo Dios mira y anuncia el Evangelio. Todos somos profetas y ello no significa, como no lo significó para Jesús, que estemos preservados del sufrimiento. Al contrario, cuando llegó su hora Jesús padeció en la cruz y muchos cristianos son mártires.

 

. No podemos ignorar que la oposición del hombre a Dios recorre toda la historia. No es pasado, es presente: Dios es considerado uno y otra vez como límite de nuestra libertad que hay que abatir… pero en realidad Dios en su verdad, que nos ha revelado Jesús, se opone a la mentira, a la soberbia, a la oscuridad de la noche y del pecado. "Dios es amor" que libera de toda forma de egoísmo o de odio; no es sólo una sensación de bienestar sino liberación del propio yo cuando no ve más allá de sí mismo, por eso esa liberación tiene siempre el precio del sufrimiento en la cruz.

 

. Un sufrimiento que, unido a Jesús, no es nunca estéril. San Ignacio, en sus Ejercicios, indica que antes de meditar la resurrección de Cristo, se medite su pasión. Sin pasión no hay resurrección. Quien no es capaz de sufrir problemas a causa del Evangelio, tampoco experimentará en esta vida la felicidad de vivirlo.

 

. Y es ahora cuando entra en juego el himno del amor de San Pablo. Porque la coherencia al Evangelio no hay que vivirla ciegamente ni debemos sufrir por Cristo por obligación, sino por amor. Porque, como dice san Pablo, el amor es lo que da sentido a todo lo que hacemos. El amor es lo que ha de movernos a ser coherentes con lo que Dios nos pide: sólo así podremos sobrellevar las penas y sufrimientos que ello conlleva, y sólo así llegaremos a convertirnos al Evangelio y a resucitar a la vida eterna. Que así sea con la Gracia de Dios. 

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