3 de junio de 2022

"Recibid el Espíritu Santo..."

.  Pentecostés-C- Hch 2, 1-11; 1 Cor 12, 3b-7.12-13; Jn 20, 19-23

Una alegría pascual

En la vida de los Apóstoles hubo dos experiencias fundantes de encuentro con Cristo: la del llamado al seguimiento y la de la mañana de la Resurrección. En ambas experiencias, la alegría y la renovación son un denominador común que se hace proyecto de vida. Cuando el Resucitado se hace presente en nuestra vida (personal y eclesial), todo es llamado a la alegría y a la renovación. Alegría que no es sólo una experiencia anímica; renovación que no sólo un simple cambio. Alegría y renovación nos recuerdan el corazón de la experiencia del encuentro con Jesús de Nazaret.

La alegría es uno de los signos distintivos de la vida cristiana y marca "una nueva etapa evangelizadora" en la vida de la Iglesia, ya que, como dice el Papa Francisco: "con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" (EG 1). En consecuencia, evangelización, santidad y fraternidad son una traducción de la alegría del encuentro con Cristo. La renovación es una consecuencia de la alegría del encuentro con Jesús. No se trata de un simple cambio de actitudes, valores u opciones. Se trata de una verdadera transformación que invita a mirar la realidad, las personas y los acontecimientos como los mira Dios: con esperanza, con ternura y con paciencia.

Enviados a perdonar

La experiencia de encuentro con el Resucitado hace que se abran dos puertas: la del corazón de los Once y la "del lugar donde se encontraban por miedo" (cf. Jn 19). Si primero no se abren las puertas del corazón, es imposible que se abran las puertas de la Institución, porque solo un corazón de puertas abiertas tiene la capacidad de contemplar y anunciar al Resucitado. Las puertas que se abren desde el interior, es decir, desde el encuentro con Jesús Resucitado, son puertas abiertas para el encuentro con el mundo (en clave de diálogo y fraternidad), y para el anuncio del Evangelio (en clave de reconciliación). Y Jesús les concede el Espíritu para que el encuentro con el mundo y el anuncio del Evangelio sea en clave testimonial de alegría pascual y de reconciliación universal.

Jesús Resucitado concede el Espíritu para que los Once puedan vivir la misión evangelizadora con la misma radicalidad y el mismo horizonte que lo vivió Él, es decir, para testimoniar que el Padre ama a la humanidad y que quiere su salvación. En consecuencia, la alegría y la renovación también son signos de la presencia del Espíritu que acompaña a la Iglesia en su misión. Ambas son el fundamento para que el anuncio y la vivencia del perdón sea real y significativo.

. Pentecostés le recuerda tres cosas a la Iglesia que quiere vivir la sinodalidad:  la necesidad de aprender a escuchar y a escucharse (cf. Hch 2,6);  la necesidad de vivir y agradecer el don de la diversidad que hace fecunda y significativa la unidad (cf. 1 Cor); y a no tener miedo de abrir las puertas del corazón y de la inteligencia eclesial para salir al encuentro de la humanidad en clave de fraternidad e interlocución.

. Escribía San Agustín, refiriéndose al Don del Espíritu: "conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén". (Sermón 267). Que así sea con la Gracia de Dios.

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