10 de junio de 2022

"... os guiará hasta la verdad plena"

Se preguntaba S. Agustín: "¿Estás pensando qué o cómo será Dios? Todo lo que imagines no es. Todo lo que captes con el pensamiento, no es. Pero para que puedas gustar algo, sabe que Dios es amor, ese mismo amor con que amamos... Que nadie diga: no sé qué es lo que estoy amando. Basta que ame al hermano y amará al mismo amor. Porque, en realidad uno conoce mejor el amor con que ama al hermano que al hermano a quien ama. Pues ya tiene ahí a Dios conocido mejor que el mismo hermano. Mucho mejor: porque está más presente, porque está más cerca, porque está más seguro". 

La fiesta de la Santísima Trinidad nos recuerda que Dios es Amor, su fuerza y su poder consiste sólo en amar. Dios se acerca a nosotros para que podamos ser nosotros mismos. Su gloria de Dios consiste en que las personas estemos llenas de vida, de esperanza, de paz y amor. La gloria de la Trinidad es que el hombre viva y, por medio de él, toda la creación adquiera sentido y cumpla su finalidad. Que sea plenamente hombre y cristiano; que no olvide que es imagen de Dios, que ha sido creado por amor y para amar; que es administrador, no dueño, de una vida que ha recibido como don; que todos somos hijos de Dios.

La Trinidad se nos revela para que cultivemos la imagen con la que estamos formados y sellados ya desde el bautismo. Creer en la Trinidad es, por lo tanto, vivirla. Abrirse a la relación, ir al encuentro del otro, buscar la comprensión, forjar la comunión. Lo dice bellamente, de nuevo, san Agustín: "Entiendes la Trinidad si vives la caridad". El amor trinitario nos habla con fuerza de la donación (generosidad plena más allá de toda posesión o consideración del otro como objeto), la comunicación (apertura, diálogo, sabiduría compartida) y la comunión (unidad sin perder la identidad), tres dimensiones que constituyen la comunidad y familia.  No solo se ponen en común lo que se dice o lo que se piensa sino lo que se ES. Este es el gran deseo que Jesús manifestó para nosotros en la Última Cena: "que sean uno...en nosotros".

Nuestra vida cristiana debe ser también comunitaria: no podemos vivir aislados de los demás. Estamos invitados a imagen de la Trinidad a construir juntos una comunidad fraterna, abierta donde podamos vivir de manera auténtica la comunión en el Amor.  Todo lo que sabemos de Dios lo sabemos a través de las obras que ha hecho por y en nosotros; y podemos resumir la obra de Dios diciendo que ha sido una obra de entrega a la humanidad: el Padre nos ha regalado a su propio Hijo, y el Padre y el Hijo nos han comunicado su mismo Amor, el gran don del Espíritu Santo.

Pongamos en todas partes el sello de la Trinidad. Sabiendo que por nuestra fe en Jesús "estamos en paz con Dios" y vivimos, aun en medio de la tribulación, "en la esperanza de la gloria que no defrauda". El Espíritu Santo, excelente comunicador, nos ayuda en este camino hacia "la verdad y el amor pleno", desde el interior de nuestro corazón.

Y en ese Amor de Dios a nosotros, de nosotros a Dios y de nosotros entre sí, se da la unión. "Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti. Sean también ellos uno en Nosotros" (Jn. 17, 21). Si amamos a Dios como Él desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad. Que así sea con la Gracia de Dios.

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