18 de marzo de 2022

"... y mientras tanto yo cavaré alrededor"

. En la línea subrayada por el libro del Éxodo, de un Dios que "se da nombre a sí mismo" ("Soy el que soy") evitando así la tentación de manipular "su nombre" por parte del hombre y que se expresa en términos profundamente humanos ante el sufrimiento del pueblo: "He visto, he oído, me he fijado… voy a bajar", el evangelio de hoy nos muestra dos mensajes:  una invitación a contar con Dios en nuestra vida y una llamada permanente a la conversión.

. Jesús no ve en los samaritanos sacrificados, ni en los obreros de la torre caída accidentalmente, maldad alguna para ser castigados por ello. No es el anuncio del Dios juez el que aquí aparece. Jesús habla de los "signos" de terror de la vida. Es una lectura realista de lo que ocurre y de lo que siempre ocurrirá, unas veces por la maldad humana y otras porque no podemos dominar la naturaleza. Nos recuerda el misterio del dolor y del sufrimiento y, al mismo tiempo, que debemos estar siempre preparados. ¿Para qué? No diremos que para morir (aunque pueda parecer que ese es el sentido del texto), sino para vivir con dignidad, con sabiduría, con fe y esperanza. Y si llega la muerte, no nos ha de encontrar con las manos vacías.

. Por eso, el evangelio propone también la parábola de la higuera estéril con la intención de hacernos entender que la vida es como una oportunidad que Dios nos da para que demos buenos frutos. Podemos bien preguntarnos: ¿Para qué sirve una higuera sin higos? Quizás tenga razón el dueño ¿para qué malgastar tiempo, energía… si no hay fruto?  Y, sin embargo, contra toda aparente sensatez, el viñador propone hacer todo lo posible por salvarla. Sostenida por el amor, la solicitud y los cuidados la higuera queda invitada a dar fruto. Vivir de manera estéril significa no entender lo que es el misterio de la vida, negar en nosotros lo que nos hace más semejantes al Creador: el amor creativo y la entrega generosa. Educar a un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar una amistad, acompañar a una persona necesitada no es "desaprovechar" la vida, no es ocupar un terreno estéril, sino vivirla desde su verdad más plena, que da buenos frutos, que es fecunda… pero, claro, necesita ser cuidada, regada… vivir una experiencia profunda de Dios.

 

. No podemos olvidar que somos "peregrinos en diferentes etapas de nuestra vida terrena" y que nuestra existencia no es indiferente. "El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob…", de la historia, no quiere la muerte del pecador, sino "que se convierta y viva". No cabe por ello el pesimismo sombrío; sino la conversión y la esperanza en un cambio fundamental que permita a la persona y a la comunidad humana realizar su destino. No cabe desmoralizarse si las cosas van mal, inhibirse, sino ponerse manos a la obra para enderezar el rumbo torcido y colocar la vida en su ruta verdadera.

 

. Dios sabe esperar. Conoce el corazón del hombre y que convertirse no es fácil. Por eso la parábola de la higuera es de gran consuelo para el hombre débil y no pocas veces estéril en sus esfuerzos de conversión. Dios espera y actúa ("cavaré alrededor...). Recordemos otra vez que el justo peca siete veces al día, pero siete veces se levanta, mientras que el impío cae y permanece en su caída, se obstina en su pecado. Tenemos que huir de las falsas seguridades. Como nos ha recordado San Pablo: "El que se cree seguro ¡cuidado!, no caiga".  Que así sea con la Gracia de Dios.

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