19 de febrero de 2021

"Y los ángeles le servían..."

2021. I Domingo Cuaresma-B-  Gen 9,8-15/ 1 Pe 3,18-22/ Mc 1, 12-15

 

Marcos, en un texto breve, sin ningún tipo de colorido, con la sobriedad que le es propia, nos muestra a Jesús en el desierto, lugar de purificación y prueba, durante 40 días. Con dos imágenes muy sugerentes muestra la dureza de la lucha y el combate "vivía entre alimañas") y la victoria final ("los ángeles le servían"). Este combate nos espera también a nosotros. San Agustín nos dice Jesús permitió ser tentado para ayudarnos a resistir al tentador y añadía que nuestro progreso se realiza en medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y tentaciones. La tentación sirve para purificarnos, fortalecernos, hacernos más humildes, más atentos. El desierto (la vida) es lugar de prueba y purificación; de oración y encuentro con uno mismo, con Dios, con los hombres.

 

Tras la tentación, Jesús nos recuerda que hay una primera exigencia ante el anuncio del Reino de Dios: un cambio de mentalidad, de actitud, de conducta ("Conviértete, cree en la Buena Noticia"). Esta conversión debe tener, antes que un contenido moral, un fuerte significado teológico: debe ser una clara y decidida vuelta a Dios. Frente a la tentación del desánimo o la indiferencia, tenemos que reanimar nuestra fe para creer la palabra de Dios, para fiarnos de Él, que es promesa de salvación. Esa es nuestra única seguridad: la fidelidad de Dios que dice y hace, que promete y cumple. Esa confianza en Dios exige al mismo tiempo confianza en nosotros mismos que hemos sido creados a su imagen y semejanza.  

Nos recuerda el papa Francisco que: "La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle "poner su morada" en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones -verdaderas o falsas- y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador. Acoger y vivir la Verdad que se manifestó́ en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad.... es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello.

San Pedro nos ha dicho en su Carta: "la paciencia de Dios aguardaba en tiempos e Noé, mientras se construía el Arca en la que unos pocos se salvaron cruzando las aguas". Aquello fue, sigue san Pedro, "un símbolo del bautismo que actualmente os salva…por la resurrección de Cristo Jesús Señor nuestro". Las aguas del diluvio fueron destructoras; las aguas del bautismo en Cristo regeneran a una vida nueva, no por sí mismas sino por la resurrección de Jesucristo en quien creemos. Vivamos estos días de cuaresma como una oportunidad para renovarnos espiritualmente recuperando el gusto por la oración personal, la sencillez y austeridad de la vida; valoremos las cosas realmente importantes que nos ayudan a no perder la calidad humana en las relaciones, en la familia, a tomar conciencia de nuestro bien y de nuestro mal, a ganar en fraternidad. Tenemos una nueva oportunidad. No debemos olvidar que "Dios mira a la raíz". Por ello, cultivemos nuestra interioridad. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

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