24 de octubre de 2020

"En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas"

DOMINGO XXX TO -A- Ex 22, 21-27 / Tes 1, 5c-10 / Mt 22, 34-40

 

. "Amarás al Señor tu Dios". Esa fue la respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos, siguiendo la tradición bíblica. Y no otra es la respuesta del evangelio a todos los que estamos interesados en saber qué es lo importante. El amor de Dios es lo primero, lo que sostiene o debe sostener la vida y obras de los creyentes. Dios se nos ha revelado como amor, como el que nos quiere, como nuestro Padre. Por eso el ser hombre, más aún el ser creyente, no puede consistir sino en corresponder con amor al amor de Dios. Y esto es fundamental, porque sabemos que Dios nos quiere, no porque seamos buenos o malos, sino porque él es bueno. El amor de Dios es gratuito, y así funda también la gratuidad del amor de los hombres. Si sólo queremos a los que nos quieren la consecuencia es inevitable: también odiaremos a los que nos odian. Y así nos salimos del mandamiento principal, del principio de gratuidad. A Dios hay que amarle con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas… sin limitación.

 

. "Amarás a tu prójimo". La respuesta de Jesús se completa con el amor al prójimo. El amor de Dios es el fundamento, sobre el cual se construye y crece el amor practicado y realizado con nuestro prójimo. Así Jesús quiere evitar que sus interlocutores se anden por las ramas, con la teoría de lo principal, instándonos a todos, a no pretender amar en abstracto, a aterrizar en la vida y con nuestros semejantes. No se puede amar a Dios, cuando se hace imposible la vida a los demás. Ni hay amor a Dios, cuando no hay esfuerzo por hacer posible la vida a todos, sobre todo la de los más débiles, como nos ha recordado el texto del Éxodo. Así el amor al prójimo se convierte en el cristianismo en el termómetro que nos indica si amamos, y en qué medida amamos, a Dios.

 

. "Como a ti mismo": Al prójimo hay que amarlo también sin medida, pero como eso suena demasiado general, la medida que Jesús nos da es la igualdad, como a ti mismo. "Lo que no quieras para ti, no lo quieras para los demás". Más aún, "lo que quieres y deseas para ti, quiérelo y deséalo para los otros". Eso es el amor cristiano; la caridad y el amor que Cristo nos enseña y recomienda, lo que él practicó hasta el punto de dar su vida por nosotros.

 

. El amor, eso es todo. "En la Iglesia yo seré el amor, así lo seré todo", escribía santa Teresita del Niño Jesús. Sin amor al prójimo, no hay amor a Dios; y sin amor a Dios, no hay cristianismo. Todo se viene abajo, porque "Toda la ley y los profetas se sustentan en el amor". "El amor es el cumplimiento, la plenitud de la Ley". Todas las leyes son insuficientes si falla la actitud de amor y respeto hacia los demás. Sin amor a los otros, se cumple lo de "puesta la ley, puesta la trampa". Y así vemos cómo la convivencia se degrada...a pesar de todos los esfuerzos legales de la política social.

. Dice el papa Francisco en "Fratelli tutti": "La altura moral y espiritual de la vida humana está marcada por el amor a Dios y al prójimo. Lo primero es el amor y el mayor peligro es no amar o pensar que la grandeza está en la imposición de ideologías o puntos de vista o en la defensa violenta de la verdad.  El amor considera al otro digno, valioso más allá de las apariencias físicas o morales y por ello busca lo mejor para su vida en unión con la verdad y el bien de la persona. No estamos solos, no podemos crecer y madurar aislándonos; el amor en su dinamismo reclama apertura, entrega, capacidad de acogida, de dar y recibir pues todos somos hermanos".

El que vive en el amor no puede amar a uno y odiar a otro, sino que el amor moldea todas sus relaciones.  Amar a Dios - Amar al hombre nuestro hermano, con la Gracia de Dios.

No hay comentarios: