12 de junio de 2020

"El que come de este pan vivirá para siempre..."

2020.  CORPUS -A-  Dt 8, 2-3.14b-16a / 1 Cor 10, 16-17 / Jn 6, 51-59

 

En Barcelona el 700 aniversario de la primera profesión del Corpus por las calles de la ciudad.  Una de las primeras de Europa y pionera en España. En documentos de 1320 se recuerda que tiene una dimensión devota, de fe y adoración al Cristo Sacramentado que sale en la custodia; pero también una civil, en la que participan todos los estamentos de la ciudad. Este año también será diferente…

 

La fiesta del Corpus quiere recordarnos que la fuente de la vida sólo se halla en Dios que se hace presente por Jesús en la Eucaristía. Hemos escuchado como el Deuteronomio recuerda a los israelitas que sólo el agua milagrosa y el maná -Dios presente y amándolos- les hicieron posible la vida en el desierto. Era el anuncio imperfecto y lejano de la Eucaristía. Y los cristianos de hoy necesitamos recordar esta verdad: podemos llegar a creer, también, que la vida (la felicidad, la plenitud personal, la seguridad, la paz, la construcción de la propia vida y del mundo) puede fundamentarse sobre nuestra fuerza y nuestro poder, nuestra capacidad de trabajo, la ciencia, la técnica, la sabiduría política, o el poder de las armas… y la vida nos muestra que no es así. La necesidad de alimentarnos con ese Pan: un alimento que es capaz de saciar definitivamente el hambre más profunda del hombre.

 

El núcleo del pasaje de Juan es comer de este Pan, pero no puede desligarse de la primera afirmación del discurso del Señor: creer en Jesús. Para recibir los frutos del sacramento es necesario creer en el Señor.  Si en el discurso del Pan de vida primero aparece el creer y después el comer, la vida del cristiano debe seguir los mismos pasos a la hora de acercarnos a recibir este sacramento. Por otro lado, la comunión eucarística no puede desligarse de la comunión eclesial. San Pablo recuerda en la segunda lectura que, del mismo modo que el Pan es uno, nosotros también formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan. La Eucaristía siempre ha sido comprendida en la Iglesia como un signo de unidad y un vínculo de caridad.  Recibir y adorar al Señor en la Eucaristía supone creer en Él, que nos da la vida eterna y vivir en comunión con la Iglesia.

 

La CEE nos recuerda en su mensaje el “singular ayuno eucarístico” que la emergencia sanitaria de la COVID-19 ha generado en los cristianos, deseando que este “haya acrecentado en nosotros el deseo de la Eucaristía y la necesidad de profundizar en su ser y significado”.

. En la celebración de la Eucaristía “además de alabar y dar gracias a Dios por haberse quedado con nosotros hasta el fin de los tiempos, hemos de acoger con gozo su invitación a colaborar con Él en el anuncio del Reino, en la atención a los hermanos y en la transformación del mundo”, pues en la Eucaristía “experimentamos la alegría de vivir y recibimos el alimento necesario para reparar nuestras fuerzas desgastadas en el servicio a los hermanos”. 

. “Dios necesita de cada uno de nosotros para hacerse presente a tantos caminantes… que avanzan sin rumbo y sin ánimo”, pues “esta pandemia no solo nos está dejando dolorosas muertes, sino que está provocando además una grave crisis económica y social”. Por eso, “No podemos quedarnos bloqueados por el dolor”: “El Señor nos llama constantemente a ser discípulos misioneros, a salir a los caminos y encrucijadas de la historia para convocar a todos, especialmente a los desesperanzados, a los pobres y excluidos, a los que experimentan la violencia y la persecución y a los que habitan en las diferentes periferias de nuestro mundo”.

Cada día algo es más claro: solo podremos superarla con el esfuerzo y el aporte de todos. Tenemos la oportunidad de crear nuevos lazos de encuentro y comunión solidaria entre todos.  Ojalá que al salir de esta crisis seamos todos mejores personas, más preocupados, solícitos y solidarios con la suerte de los demás y comprometidos con nuestro planeta. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

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