28 de diciembre de 2019

La Sagrada Familia

Fiesta de la Sagrada Familia - Si 3,3-7/Col 3,12-21/Mt 2,13-15.19-23

Dice un refrán castellano, que es de bien nacido ser agradecido, especialmente con aquellos que nos han otorgado la vida. Y todos hemos aprendido que en familia se forjan los ánimos y se fortalecen las voluntades. Que es allí donde se aprenden y se interiorizan las virtudes y los valores que regirán la conducta de nuestras vidas. Que nuestros padres además de la vida cuidan nuestro crecimiento y formación con todos sus recursos y gratuitamente.  Pero aquí en este fragmento del libro del eclesiástico nos dan una mejor razón para atender a nuestros progenitores. La bendición y la escucha de Dios está asegurada para quien honra a sus padres. Ya en el decálogo que recibe Moisés en el Sinaí aparece este mandato divino: “Honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé te va a dar”. El respeto por la familia, la unidad entre todos los componentes del núcleo familiar, es fundamental para que el Pueblo de Dios siga adelante. Dios trata a su pueblo como una gran familia, donde cada cédula familiar debe estar unida y cohesionada, mirando y alabando al Dios que bendice su prosperidad.

Si en la primera lectura aprendíamos a respetar a nuestros padres, a crear familia, porque la mirada de Dios agradece el respeto por nuestros padres, ahora aprendemos con San Pablo que también en la comunidad eclesial formamos una gran familia. Una unidad fraternal que recibe la bendición del Padre cuando fortalecemos nuestros vínculos de hermandad. Somos el pueblo elegido de Dios, pueblo amado que recibe la gracia del perdón y el amor del Padre. Formamos un único pueblo porque el Padre nos ha unido en la paz de Cristo, que ha de convertirse en árbitro de nuestra comunión. Por eso, san Pablo nos conmina a vestirnos de misericordia, de bondad, de humildad, de dulzura y comprensión. Valores que significan la certeza de una buena relación personal y social. Vestidos de misericordia el prójimo se convierte en una parte de nosotros mismos. Nada del otro nos es ajeno, y todo los nuestro está a disposición del otro para subsanar cualquier injusticia o necesidad.  Entrelazados en esta nueva hermandad, damos gracias a Dios que nos ha convertido en hermanos y miembros de esta familia espiritual. Somos hijos de Dios y damos gracias porque la Palabra habita entre nosotros y nos ha convertido en hermanos.

Pero para nosotros, en esta festividad después de la Navidad, dedicada a la Sagrada Familia, lo reseñable es ese tiempo de silencio en Nazaret, donde Jesús crece, vive y madura como persona humana, en el entorno de la familia. Hijo de un carpintero José y de su madre María, que seguirán sus pasos en la intimidad del hogar, y posteriormente en su vida pública. El evangelio remarca la figura de José, como cuidador e intermediario de la salvación que Dios nos otorgó en Jesús (muerto Herodes, una nueva aparición del Ángel del Señor le manda regresar desde Egipto y él toma la decisión de “volver a Nazaret” dando cumplimiento a lo anunciado por los profetas. “que se llamaría nazareno”).  Nazaret, bien lo vivió y enseñó san José Manyanet, se convierte en lugar de silencio y formación, de secreto y sorpresa, de llamada a escuchar la voz de Dios y responder como lo hicieron José y María. También en Nazaret aprendió Jesús a escuchar la Palabra de Dios en la Sinagoga, las Escrituras y la historia de cada día. Jesús vive la realidad cotidiana de la familia, de los cuidados paternos, del aprendizaje, del calor y cariño de los suyos, y se forja para su futura misión de ser portador del amor del Padre para todos los hombres. La Sagrada Familia es la imagen de la nueva humanidad que Jesús quiere que formemos en su nuevo Reino de Dios, en la nueva Jerusalén terrestre. Salvados por Jesús, somos hermanos y miembros de la gran familia de Dios.

La Iglesia nos propone a la Sagrada Familia, Jesús, María y José como modelo de familia cristiana. Y eso, en cuanto a sus valores fundamentales, sobre todo el amor, que tiene múltiples manifestaciones: respeto, fidelidad, entrega, acogida, obediencia, servicio, compasión, agradecimiento y perdón. Hagamos que todas las familias cristianas, seamos germen de nueva creación para esta sociedad. Hagamos del mundo una familia, de cada hogar un Nazaret. Amén.

 

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