13 de septiembre de 2024

"... tú piensa como los hombres no como Dios"

. XXIV T0 B – Is 50, 5-9-St 2, 14-18-Mc 8, 27-35

. "Ofrecí la espalda a los que me golpeaban…no escondí el rostro a ultrajes y salivazos… El Señor me ayuda". La teología y la comunidad cristiana, desde el comienzo de su historia, han contemplado como anuncio profético la figura del Siervo paciente referido a Jesús que carga con nuestros pecados y los expía en la cruz. El mismo Jesús, antes de morir exclamó: "ha de cumplirse en mí esta escritura. Fui contado entre los malhechores".

. El evangelio de hoy nos muestra la reacción de los discípulos ante la pregunta sobre la identidad de Jesús ("Tú eres el Mesías", responde Pedro) y la respuesta de Jesús que "empezó a instruirlos" sobre el significado de esa afirmación de fe.  Hasta ese momento los discípulos parecían incapaces de reconocer quién era verdaderamente Jesús y es el mismo Señor quien se presenta como el "Siervo sufriente" que cumple todo lo anunciado por el profeta: ha de ser rechazado, ejecutado, resucitar al tercer día.

"Lo explicaba con toda claridad" pero a Pedro, a nosotros, nos cuesta entender y asumir a un Mesías Salvador aparentemente derrotado, que camina bajo el peso de la cruz y el rechazo. Nos parece inconcebible que Dios asuma esta condición de Siervo en Jesús. Y es humano que pensemos así. Por eso la invitación clara de Jesús es que "pensemos como Dios" y esto nunca es fácil.

Seguir a Jesús implica asumir la condición humana en toda su verdad, fragilidad, miedo, dolor y esperanza. Y hacerlo en "la lógica divina": "El que quiera salvar su vida la pierde y el que la pierde, por Jesús y el Evangelio, la gana". En el fondo es entender y vivir la vida al servicio del amor, de la entrega y donación total. Esto es ganar la vida sin perder el alma.

Por eso también nosotros hoy podemos responder a la pregunta de Jesús. ¿Quién soy yo para ti? La Iglesia y cada uno de nosotros tiene que ir respondiendo en su vida Y la respuesta es sí con la fe de la Iglesia, pero también muy personal. Confesar a Jesús como Mesías es aceptar que su camino y el nuestro pasa por la renuncia, el sufrimiento, la muerte; que es vivir coherentemente y hasta el final en actitud de servicio, transformación del corazón, alejado de cualquier tentación de poder por el poder o de la violencia. Sufrir no es nuestra vocación, pero no hay cristianismo, en el fondo, no hay vida, sin cruz ni esperanza en la resurrección.

La auténtica espiritualidad cristiana parte siempre de la realidad, la conoce, asume y trata de cambiarla en todo aquello que no responde al designio salvador de Dios. Es por ello una forma de compromiso, desde la fe y con las obras, en favor de los crucificados del mundo. Santiago nos ha recordado que la fe si no tiene obras, por sí sola está muerta y que las obras son las que muestran la fe. Esto significa ir más allá de una espiritualidad intimista, de una mera adhesión intelectual a los dogmas, o a una privatización de la fe. "¿Quién soy yo para ti?": la fe es un don, el encuentro personal con Jesús, vivido en la realidad de cada día, en comunidad con los hermanos, capaz de contagiar, de mirarle solo a Él y, en Él, la vida, los hermanos, el mundo... Que así sea con la Gracia de Dios.

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