19 de julio de 2019

"Marta, Marta..."

XXVI TO-C-  Gén 18, 1-10a; Col. 1, 24-28;  Lc 10, 38-42

 

Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. Es san Juan el que nos deja escrito: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.

 

María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza. Justamente en ese gesto radica una gran novedad de la actitud de Jesús: la mujer ha de dejar de ser únicamente entendida como quien ha de estar presta a satisfacer las necesidades de otros, su valor no es instrumental, sino que su dignidad es reconocida en igualdad con el resto de los discípulos. También a ellas se les ofrece el contacto cercano con el Señor, también para ellas está reservada la mejor parte. Únicamente, cuando a ejemplo de Jesús, nuestras comunidades cristianas sepan avanzar en este camino del reconocimiento en igualdad y dignidad de las mujeres. “No hay hombre o mujer, judío o griego…todos sois uno en Cristo Jesús” nos dirá S. Pablo en Gal 3, 28. 

 

Frente a la actitud de María, Marta, desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán». Jesús no critica el servicio de Marta.  Él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás. Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

 

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor. Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.

 

En un tiempo como el actual en que distintas tensiones sociales parecen poner en entredicho el valor de la acogida, conviene subrayar y poner en valor la tradición bíblica de la hospitalidad a la que hoy nos remiten las lecturas. Las actitudes de Abrahán, Marta y María se nos presentan como modelo. El Señor llega a nuestra puerta y, como Abrahán, habremos de descubrirle en el rostro de los hermanos. En nuestro entorno y en nuestros tiempos, acaso en los rostros de la innumerable masa de personas, refugiadas, inmigrantes que apelan a nuestra sensibilidad humana y creyente en busca del reconocimiento de sus necesidades y de su dignidad.

 

Terminamos recordado a santa Teresa que decía: “nada te turbe...quien a Dios tiene nada le falta”, pero también: “entre pucheros anda Dios”. Escucha a Dios y a los hermanos, oración y acción. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

 

No hay comentarios: