11 de mayo de 2019

"Yo y el Padre somos uno" - Domingo del Buen Pastor

IV DOM DE PASCUA -C- Hech 13,14.43-52/Ap 7, 9.14-17/Jn 10, 27-30 -

 

Celebramos el domingo del Buen Pastor. Esta imagen de Dios como pastor aparece en numerosas ocasiones a lo largo del Antiguo Testamento y, en ella, vemos a Cristo, Buen Pastor, capaz de dar la vida por sus ovejas. Además, en este domingo celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones.

 

1. Cristo es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas. No es un asalariado a quien los suyos le son indiferentes. Jesús invita, conoce por el propio nombre, la propia historia, ama, busca el encuentro: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen”. Dios es un Buen Pastor que nos conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. Por eso Él sabe mejor que nosotros mismos lo que necesitamos y lo que nos conviene. Y así, Él nos puede guiar hacia los buenos pastos que necesitamos. Pero tenemos que escuchar su voz desde el interior.  San Agustín insistía siempre en que la voz verdadera no está fuera de cada uno, sino que habita en lo más íntimo de nosotros, en lo más auténtico de lo que somos. El reto no es buscar fuera, sino caminar hacia dentro de nosotros mismos, sin caer en el egoísmo. Si soy capaz de escucharme, puede que sea capaz de escuchar a Dios y seguirlo, a los otros y a la creación.

 

2. Cristo es el Buen Pastor que da la vida eterna. Pero nuestros pecados no nos apartan de ese amor de Dios, sino que es tan grande el amor que nos tiene que a pesar de nuestras faltas y miserias Él sigue amándonos cada día más. Tan grande es el amor de Dios para con nosotros que, además de ser pastor, es también para nosotros alimento y comida que nos libra de nuestros pecados. Así, Cristo es en verdad el Buen Pastor que da la vida por nosotros que somos sus ovejas, para rescatarnos y llevarnos a los buenos pastos del cielo. Él, al dar su vida en la cruz, nos ha dado a nosotros la vida eterna, la vida de la felicidad del cielo, donde no pasaremos ni hambre ni sed, ni nos hará daño el sol ni el bochorno, como dice la segunda lectura del libro del Apocalipsis. Esta lectura nos presenta a Cristo como el Cordero, en cuya sangre se lavan y blanquean las vestiduras de los cristianos. Un Cordero que es también pastor y que nos conduce hacia las fuentes de agua viva. No encontraremos mejor pastor que Aquél que da la vida por las ovejas, ofreciéndoles así la vida feliz del cielo.

 

3. Cristo es el Buen Pastor que nos llama a dar testimonio, “llenos del Espíritu Santo”,  a todas las gentes,  como nos ha recordado el libro de los Hechos. Precisamente, en este domingo del Buen Pastor celebramos la 56 Jornada mundial de oración por las vocaciones, bajo el lema: “Di sí, al sueño de Dios”. Siempre pensamos que esto de la vocación es algo de curas y monjas, y nada de eso. La vocación es algo propio de todos y cada uno de nosotros.  Esta jornada nos recuerda que nuestra vida no es fruto del azar y que, por el Bautismo, todos recibimos el don de ser hijos amados de Dios, reunidos por él en la gran familia de la Iglesia. La Iglesia es nuestra madre, nos da vida y alimenta con la Palabra, los sacramentos, la acción social y debemos contribuir a que cada día su rostro sea más hermoso.

 

Hoy el ambiente está muy secularizado y parece que ya no hay espacio para Dios y para el Evangelio, pero no debemos caer en el desaliento; no podemos dejarnos contagiar por el miedo, ni paralizarnos…  tenemos que ayudar al descubrimiento de la vida como vocación, acompañar, animar, apoyar, escuchar…rezar para que cada uno de nosotros sepamos descubrir qué quiere Dios de nosotros. Recuerda San Agustín comentando este evangelio: “Estén todos en el único pastor, anuncien toda la única voz del pastor, de modo que sigan no a este o al otro pastor sino al único… os ruego que no haya cismas entre vosotros”. El evangelio ha terminado con la afirmación de Jesús. “Yo y el Padre somos uno”.  Que así sea, también entre nosotros, con la Gracia de Dios.

 

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