DOMINGO XXVIII -C- 2 Reyes 5,14-17/2 Tim 2,8-13/Lc 17,11-19-2
. Celebramos, coincidiendo con el domingo XVIII del T.O., la Virgen del Pilar. Por eso, a la luz de la Palabra propia de este domingo, vamos a mirar también a María, nuestra Madre, recordando algunas reflexiones del papa Francisco:
. La historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no practica ritos mágicos, ni le pide cosas extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua del río; y no en uno de los grandes ríos de Damasco, sino en el pequeño Jordán. Es un requerimiento que deja a Naamán perplejo, sorprendido: ¿qué Dios es este que pide una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después recapacita, se baña en el Jordán e inmediatamente queda curado. Dios nos sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura, nos da fuerza. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de él.
Ésta es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de él, aunque no lo comprenda del todo: "He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Es su respuesta.
Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme.
. San Pablo, dice a su discípulo Timoteo: "Acuérdate de Jesucristo; si perseveramos con él, reinaremos con él". Mantener viva la memoria de Jesucristo es perseverar en la fe: Dios nos sorprende con su amor, pero nos pide que le sigamos fielmente. Nosotros podemos "fallar, ser infieles", pero él no puede, él es "el fiel", y nos pide a nosotros, a cada cristiano, luchar por mantener la misma fidelidad. A veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto, con una tarea, pero después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio o la vida consagrada. La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir "sí", pero después no se consigue mantener ese "sí" cada día. No se consigue ser fieles.
María ha dicho su «sí» a Dios, un «sí» que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos «sí» pronunciados en su corazón tanto en sus momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos «sí» culminaron en el pronunciado bajo la Cruz, de pie, destrozada pero fuerte y fiel.
. Y el evangelio nos narra la historia de los diez leprosos curados por Jesús: salen a su encuentro, se detienen a lo lejos, gritan: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Están enfermos, necesitados de amor y de fuerza, y buscan a alguien que los cure. Y Jesús responde liberándolos a todos de su enfermedad. Llama la atención, sin embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios y dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han sido curados y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios.
Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», es decir, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo.
Y esto nos recuerda que es necesario saber agradecer, saber alabar al Señor por lo que hace por nosotros. Decir gracias es tan fácil y, al mismo tiempo, tan difícil. Es una de las palabras básicas en la convivencia humana y no debemos darlo por descontado. Que María nos ayude, como Madre, a mantenernos firmes en el pilar de la fe y la esperanza. Que así sea con la Gracia de Dios.
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