XVI TO – B- Jer 23, 1- Ef 2, 13-18- Mc 6, 30-34
. Ser "apóstol", lo recordábamos la semana pasada, es ser enviados por Jesús; saberse "enviados por Él" a la misión de anunciar el reino y también, como hemos escuchado hoy, retornar siempre a Jesús. El "apóstol" vuelve continuamente a Jesús, fuente y razón de su misión evangelizadora, como bien decía Santa Teresita.
Siempre es necesario situar bien, no olvidar nunca el origen, sentido y destino de la misión que no es otro sino Cristo, el Señor que nos trae la salvación. Por eso se hace necesario "reunirse y encontrarse" con el Señor tras el regreso para explicar, dialogar de la experiencia vivida con un Jesús profundamente humano, atento: "Venid a descansar un poco".
Así es el corazón de Jesús. Él nos cuida, "se compadece" de quienes andan "perdidos" ("como ovejas sin pastor") y "enseña con calma…". No nos quiere dejar solos en "nuestros laberintos" personales que nos llevan a perder el rumbo de la vida; quiere guiarnos porque nos ama, porque es Buen Pastor (no como los pastores a los que hace referencia el profeta Jeremías que buscan solo su interés), porque respeta nuestra libertad y entiende nuestro cansancio y solo nos pide confianza, que pongamos en Él, no en nosotros, la seguridad que anhelamos: "El Señor es mi Pastor, nada me falta" hemos cantado en el Salmo.
El gozo de la misión es la comunión con Cristo, "permanecer en Él" ("De la abundancia del corazón hablan los labios") … sin esta unión la misión no puede realizarse, a menos de no caer en el activismo. La atención, la escucha, la acogida, el valorar al otro, ponerse en su lugar… todo ello es amor. Y hacerlo todo con alegría, esa alegría que libera, distiende, une, anima a seguir caminando juntos y hace más felices a los demás.
Allá por el siglo IV, San Agustín escribía: "Un grupo de cristianos es un grupo de personas que rezan juntas, pero también conversan juntas. Ríen en común y se intercambian favores. Están bromeando juntas, y juntas están en serio. Están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad, como se está a veces con uno mismo, utilizando ese desacuerdo para reforzar siempre el acuerdo habitual. Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Echan de menos, con pena, a los ausentes. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo: chispas del corazón de los que se aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura".
. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Éfeso, resume la esencia de la vida cristiana. Concluyendo, y refiriéndose a Jesucristo, nos dice: Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu (Ef 2,17-18).
Ese Espíritu es quien da paz a nuestro corazón para vivir con serenidad y confianza y un espíritu permanente de reconciliación para superar los odios y enemistades y hacer que, en Jesús, prevalezca la paz. Que así sea con la Gracia de Dios.
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