18 de diciembre de 2009

"DICHOSA TÚ QUE HAS CREÏDO..."

IV DOMINGO DE ADVIENTO –C- Miq 5,1-4/Heb 10,5-10/Lc 1,39-48

 

En un contexto social y cultural en el que muchos hombres y mujeres han perdido la esperanza en un Dios Salvador o sencillamente viven atraídos por otras seducciones marcadas por el paganismo o el consumismo... una de las enseñanzas que nos recuerda la  Palabra de este domingo es que no podemos perder el asombro ante el Misterio de Dios –que se manifiesta de forma sorprendente-  y la respuesta de fe del hombre en la vida. Dos apuntes:

. Creer y esperar: El modo de actuar de Dios contrasta con el modo de actuar del hombre, siempre tentado de cumplir cosas extraordinarias y de exigir a Dios gestos sensacionales para creer. Dios, sin embargo, se dirige a aquello que parece insignificante en la historia de los hombres y lo coloca en el centro de su proyecto de salvación al mismo tiempo que invita a los hombres a reconocerlo: Belén, María, José, Nazareth, una visita, un saludo... "Dichosa tú que has creído que se cumplirá lo que te ha dicho el Señor". ¡Dichosa tú!, porque para Dios "nada hay imposible". La Carta a los Hebreos, que más que ningún otro escrito del NT subraya la plena humanidad de Jesús, presenta el momento sublime, el Misterio fundamental del Dios hecho hombre, como un acontecimiento que pasó desapercibido a los ojos de la historia y de los hombres. Y, sin embargo, ese hecho es el centro de la historia. Para acogerlo es necesaria la fe, don de Dios que toma la iniciativa y respuesta libre del hombre que se fía de su Palabra.

. Acompañar y servir: María creyó, esperó e hizo. El primer gesto tras acoger y decir sí a la propuesta de Dios es ponerse en camino y marchar aprisa para acompañar a otra mujer que necesita su cercanía.La fe solo tiene sentido si suscita la vida. La virginidad de María es fecunda porque ofrece su vida. "No ofrendas, ni sacrificios, ni holocaustos...", sino la vida entregada a Dios para hacer su voluntad. Esta es la experiencia que vivió María. Su fe es una actitud de apertura y disponibilidad incondicional al Señor: es servicialidad plena al Hijo de Dios y solicitud maternal por todos los hombres como queda patente en su visita a Isabel. María, con su actitud se introduce y nos introduce en el corazón del cristianismo que palpita al ritmo del amor a Dios, a su palabra y al prójimo. Se vive plenamente el mandamiento del amor a Dios y se expresa en el amor hacia el hermano. Como María nos ponemos en camino, salimos de nuestras rutinas, inconsciencias e individualismos y expresamos la fe que nos mueve acompañando y sirviendo,  a quien se siente solo, abandonado, enfermo o deprimido. Servir en las pequeñas cosas que están a nuestro alcance.

La verdad es que Dios no cita a sus hijos en lejanos lugares, sino que sale a nuestro encuentro en la persona de cualquier caminante. Recuerdo esta sencilla historia: "Tuvo Dimitri que salir, por orden del Señor, hacia un lugar de la estepa rusa para allí celebrar con El, a una hora determinada, una importante conversación. En el camino tropezó con un viajero cuyo carruaje se había atascado. Se detuvo a ayudarle. La operación fue muy laboriosa, duró largo rato. Al final, Dimitri consultó la hora, vio que se había hecho muy tarde y reemprendió su marcha a toda prisa. Voló más que corrió y llegó jadeante al lugar de la cita. ¡Inútil! Dios no había esperado, se había ido ya!, pensó el pobre Dimitri. Pero, sin embargo, de pronto oyó la voz de Dios que le dijo: "Has llegado puntualmente a la cita, pues yo era arriero al que se le había atascado el carro".

Si Cristo naciera mil veces en Belén  y ninguna en nuestro corazón confiado, sería falsa la Navidad..., por eso preparemos en nuestro espíritu y en nuestras familias una digna morada en  la que Él, en cada hombre, nuestro hermano,  se sienta acogido con fe y amor. Que así sea con la Gracia de Dios.

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