3 de enero de 2009

"...Y ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS"

DOMINGO 2 DE NAVIDAD - Ecl 24, 12.8-12 / Ef 1, 3-6.15-18 / Jn 1, 1-18

 

La palabra eterna de Dios que estaba junto a Él, se hizo carne, se hizo vida, para que a través de la gramática humana que nosotros entendemos, conozcamos las palabras de Dios y sobre Dios. La palabra se hizo historia para que descubramos que la historia humana, toda la historia, es lugar habitado por Dios. Y se hizo cultura concreta, para que comprendamos que Dios las habita todas y ninguna le es ajena. Y la Palabra se hizo ternura y cercanía cálida, para que entendamos que el lenguaje de Dios es el amor y que Él es amor. Y la palabra se hizo niño para quedar al alcance de nuestro cuidado, para arropemos su indefensión desnudando nuestro corazón... Dios ha tomado rostro humano, visible, concreto, para que descubramos el camino por donde se transita hacia Él; su Gloria es la carne de Jesús en la tierra. La Encarnación es el punto de encuentro en el que escuchamos  la llamada de Dios ha hacer un mundo de hijos y el destino de todo ser humano a constituirse como hermano; nos descubre que nuestro destino es hacernos hijos.  Ésa es nuestra dignidad y la razón de nuestro agradecimiento y alabanza a Dios que nos bendijo en Cristo "con toda clase de bienes espirituales y celestiales" eligiéndonos "para ser santos en su presencia, por el amor".

Si Dios ha asumido nuestra condición humana significa que Dios ama al mundo, apuesta por el hombre; la persona tiene una extraordinaria dignidad. Por eso la tarea evangelizadora consiste en anunciar y hacer presente de forma creíble la amistad cordial de Dios con toda criatura. La evangelización  no nacerá del recelo, del desprecio o la condena del ser humano actual, sino de una comunidad cristiana que ama al hombre con sus contradicciones y miserias, con sus resistencias y su pecado. Si Dios ha acampado entre nosotros, el encuentro con Dios sucede en el mundo. Dios está cercano, puede ser sentido, escuchado en el silencio y en el barullo. Él está presente en nuestra vida y los acontecimientos de nuestra historia por eso la experiencia humana es ya experiencia de Dios, el rostro humano es ya rostro de Dios. Desde la perspectiva de la Encarnación  el mundo es lugar santo, la persona, toda persona, sea débil, humilde, olvidada, despreciable..., vale más  que todo el oro del mundo, porque esa persona es sagrario de Dios. Esta es la gran novedad, inconcebible según los criterios humanos, absurda y escandalosa para tantos, del Dios que se ha encarnado de esta forma oculta, misteriosa. A un predicador que no dejaba de repetir: "¡Tenemos que poner a Dios en nuestras vidas!", le dijo el Maestro: "Ya está en ellas. Lo que tenemos que hacer es reconocerlo".

La realidad es un mensaje continuo frente al que necesitamos  unas claves de interpretación. Para el cristiano la clave que nos lleva a ir más allá de los sentidos, datos, las apariencias...es Jesús y su evangelio. Nos movemos en el ámbito del Misterio, un Misterio que no se nos pide racionalizar y sí vivir, experimentar y comunicar. Necesitamos ser curados de la ceguera y sordera para descubrir el Misterio que encierra la realidad y la vida; la sabiduría bíblica que es  experiencia guiada por la fe en Dios más que pura racionalización de todo. Que así sea con la Gracia de Dios.

Feliz y Santo año a todos.

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