29 de noviembre de 2025

Fwd: I Domingo de Adviento - A- "Pongámonos las armas de la luz"

. I Domingo de Adviento -A- (Is. 2, 1-5; Rom. 13, 11-14; Mt. 24, 37-44)

 

El Adviento inaugura el año litúrgico con un sentido claro: prepararnos para la Pascua de Navidad. No es un simple preludio sentimental ni una cuenta atrás hacia unas fiestas cargadas de ruido y consumo. Es un tiempo de gracia que la Iglesia ha custodiado durante siglos para recordar lo esencial: Dios viene, y es menester que nos encuentre despiertos. El Adviento nos educa el corazón para recibir al Señor que se acerca, no solo en el misterio de la Navidad, sino en cada instante de nuestra vida.

 

A veces reducimos las semanas previas a Navidad a la preparación de un escenario: luces, villancicos, prisas, celebraciones anticipadas. Pero la tradición cristiana siempre ha entendido este tiempo como un ejercicio espiritual para el encuentro con Cristo. La Navidad es Pascua: es el Dios que se abaja, que entra en nuestra carne para salvarnos desde dentro. Y para acoger este misterio hace falta un alma vigilante. El primer domingo de Adviento nos recuerda que la verdadera preparación no se hace llenando la agenda, sino despejando el interior.

 

Por eso el Evangelio de este día insiste en estar en vela. No se trata de miedo, sino de lucidez. Cristo viene constantemente: en la Palabra que se proclama, en los sacramentos que nos curan, en el hermano que necesita ser escuchado, en las circunstancias que nos obligan a amar más y mejor. Su llegada diaria exige un corazón atento. Quien vive adormecido —distraído en lo superficial o anestesiado por la rutina— simplemente no lo reconoce.

 

Además, el Adviento recuerda una verdad que a veces preferimos ignorar: nuestro tiempo en la tierra terminará. Esta certeza no es una amenaza, sino una brújula. Vivir de espaldas al final es vivir sin sabiduría. Cristo será nuestro Juez, sí, pero un Juez que nos ama hasta la sangre y que desea nuestra salvación más que nosotros mismos.  Recordar que un día nos encontraremos con Él nos ayuda a ordenar la vida, a poner cada cosa en su sitio y a dejar de perder energías en lo banal. El Adviento pone nuestras prioridades en su justa escala. Frente al ruido que ya empieza a envolverse en estas semanas, la Iglesia propone silencio. No es un silencio vacío, sino habitado por la Palabra divina. Es en el recogimiento donde la gracia cala.

"Pertrechémonos con las armas de la luz-Pongámonos las armas de la luz", nos dice San Pablo invitándonos a dejar "las actividades de las tinieblas". Es una clara llamada a rechazar toda manipulación de la verdad, toda dominación de unas personas sobre otras, todo lo que atenta contra la esperanza; y a asumir claramente las causas de la paz, de la dignidad de todas las personas, de la verdad que nos hace libres. Las tinieblas son el símbolo de la debilidad de alma, de la falta de esperanza; el día, por el contrario, simboliza la conciencia limpia que busca el bien y  avanza en la vida nueva que el Señor nos ofrece.

El primer domingo de Adviento es, en el fondo, una invitación a tomarnos en serio la vida. A vivir despiertos, sabiendo que Dios viene cada día, que el tiempo no es infinito y que la salvación está a las puertas. Si hacemos caso a esta llamada, entonces la Navidad no será solo una fecha, sino un nacimiento real en nuestra historia. Porque Cristo vuelve a nacer allí donde encuentra un corazón vigilante y humilde. Que así sea con la Gracia de Dios.

(Adaptado un texto del P. Jesús Higueras)