Deut 30, 10-14 -Col. 1, 15-20 - Lc 10, 25-37 -II-
Un hereje, apartado del mundo judío, se compadece del herido que no es identificado (puede ser cualquier persona); no permanece inmóvil; no pasa de largo; "se le conmueven las entrañas"; se acerca y hace todo lo que puede: vendó las heridas, echó aceite, lo cargó sobre su cabalgadura, lo llevó a una posada, extrajo dos monedas… Así, el doctor de la ley no tiene dificultad en decir que el prójimo era "el que mostró compasión", encuentra la respuesta a su segunda pregunta: prójimo es toda persona que se acerca generoso, sin tomar en cuenta las barreras religiosas, culturales o sociales.
La parábola del buen samaritano es una historia que representa nítidamente la experiencia ética, la vivencia de compasión, el sentido de responsabilidad frente al otro que sufre y, en este sentido, es universal. Abre una nueva perspectiva para las relaciones humanas. La ética es el fundamento de la civilización. Si fallan sus principios elementales, como la dignidad, la equidad, el respeto a la libertad, a la integridad física y moral del otro… principios evangélicos recogidos prácticamente en todas las Declaraciones sobre Derechos Humanos, adviene el naufragio colectivo. La ética es fundamental y nos damos cuenta de que educar, en la familia o en la escuela, implica la transmisión de estos valores éticos, estéticos, espirituales, de hábitos y virtudes que se aprenden más por imitación que por mera transmisión de conocimientos.
No es una parábola hecha vida, sino una vida hecha parábola, y por eso se puede decir que el buen samaritano es un seudónimo de Jesús. Verdaderamente Jesucristo es el prójimo de todo hombre, en cualquier situación o circunstancias humanas. Jesús está próximo a los niños, a los enfermos, a los discípulos, a los inquietos, a los poderosos, a los pobres y necesitados, a todos. La proximidad de Jesucristo al hombre forma parte del misterio de la encarnación y del nacimiento. La grandeza de la vocación cristiana está en que Jesús no nos dice: "ve y enseña tú lo mismo", sino "ve y haz tú lo mismo". Quien descubre al otro como prójimo se detiene, se deja afectar por él, se involucra, lo cuida. Actos sencillos con quienes tenemos alrededor… el amor siempre es concreto. Santiago recordará: "La fe sin obras es una fe muerta".
Hoy cada uno de nosotros está llamado a "ser", como Jesús, buen samaritano:
. "Haz tú lo mismo" en tu casa: con tus seres queridos, especialmente los que más te necesitan; con tus amigos, compañeros, personas que encuentras en tu vida, con quienes te cruzas en la calle… una atención, escucha, información amable, acogida, ofreciendo misericordia, humanizando las relaciones…
. "Haz tú lo mismo y tendrás vida": amor y vida; quien no ama permanece en la muerte. Amar es dar vida; sólo el que ama vive plenamente; no hay cristiano sin amor al prójimo. Esta es la lección de fraternidad, la aventura radical de un amor incondicional, y sin fronteras, que hoy Jesús nos enseña en la parábola del Samaritano; si quieres cumplir la ley antera, ama. Que así sea con la Gracia de Dios.
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